ÁNGEL M. GREGORIS.- Vacunar, vacunar, vacunar y vacunar. Ese ha sido el objetivo claro desde el pasado 27 de diciembre cuando Carmen Carboné administró la primera vacuna contra el COVID-19 en España a Araceli Hidalgo, de 96 años. Aquel domingo de hace ocho meses comenzaba la vacunación en toda Europa con las dosis de Comirnaty (Pfizer-BioNTech) y la esperanza era latente en las caras de todos los sanitarios que prepararon esos primeros viales.
“Tenemos que acabar con esto”, decía Araceli por aquel entonces. Ella fue el pistoletazo de salida de lo que estaba por venir y ahora (prácticamente) el 70% de la población española tiene la pauta completa de vacunación gracias, en gran medida, a las miles de enfermeras y enfermeros que han trabajado día y noche para lograr esta altísima tasa de inmunizados. Incluso aflora el debate sobre si será necesaria la administración de una tercera dosis, al menos entre determinados colectivos.
Lo que al principio parecía que no ocurriría, ya que las dosis llegaban a cuentagotas, despegó sin frenos en cuanto comenzaron a recibirse vacunas. Tras Pfizer, la Agencia Europea del Medicamento aprobó la utilización del suero de Moderna, AstraZeneca y, hasta la fecha, Janssen. Cuatro vacunas con las que España se metería en una carrera de fondo que todavía no ha terminado, pero en la que las enfermeras han demostrado ser de las mejores atletas del mundo. Las enfermeras y la población, claro está, porque a pesar de los movimientos antivacunas, los españoles se han volcado desde el primer momento para lograr la inmunidad de grupo y frenar cuanto antes la expansión de la pandemia. Con una estrategia clara en la que se inmunizaba primero a las personas de mayor edad y a medida que se fuesen recibiendo dosis se iban abriendo nuevos grupos de población, poco a poco, las autonomías fueron poniendo a disposición las dosis de forma masiva.
Inmunidad de grupo
Una inmunidad de grupo que, en un primer momento, se fijó en el 70% de la población, pero que, con la llegada de nuevas variantes más contagiosas como la Delta, se ha aumentado hasta el 95%. España y el mundo en general se enfrentan ahora a un reto todavía mayor, lograr que casi el total de los habitantes se inmunicen porque así será la única manera de superar la mayor crisis sanitaria de la historia reciente.
“Sin duda, nuestras enfermeras han sido y siguen siendo un ejemplo a seguir en todo el mundo. Tras meses exhaustas, atendiendo a pacientes COVID-19, se pusieron al frente de la vacunación masiva en toda España y han logrado números de récord, llegando a inocular casi 800.000 dosis en un solo día. A todas aquellas profesionales que han estado durante los últimos ocho meses en los centros de vacunación, pero también a los que han seguido combatiendo el virus en los hospitales, centros de salud o sociosanitarios, debemos darles todo nuestro agradecimiento y apoyarles incondicionalmente”, afirma Florentino Pérez Raya, presidente del Consejo General de Enfermería.
Hasta el momento ya se han administrado más de 65 millones de dosis. Una evolución meteórica que, por desgracia, no es suficiente para controlar al SARS-CoV-2 y sus distintas variantes. Este porcentaje debe seguir aumentando y, a la vez, la población ya vacunada debe seguir cumpliendo con las medidas de salud como la mascarilla y la distancia física. “Es imprescindible que todos entendamos que la vacuna no frena el contagio, sino que minimiza los riesgos de enfermedad grave. Aun así, no tienen una efectividad del 100% y es evidente que, aun vacunados, podríamos llegar a sufrir el COVID-19 en su forma más cruel”, explica Pérez Raya, que destaca que “debemos ser conscientes de que el porcentaje de ingresados con la pauta completa es muchísimo menor que aquellos que no se han vacunado o todavía no tienen la segunda dosis”.
De la misma manera opina José Antonio Forcada, presidente de la Asociación Nacional de Enfermería y Vacunas (Anenvac), que recuerda que ninguna vacuna tiene una efectividad del 100%. “Tendremos que alcanzar tasas de cobertura mucho más altas. En el mejor de los casos, tendríamos que vacunar a entre el 90 y el 95% de la población. Incluso sería posible que ni con ese porcentaje se alcanzas”, explica.
Todos
Y este 95% sólo se conseguirá sin dejar a nadie atrás. Embarazadas, jóvenes, niños, enfermos crónicos… Todos, excepto aquellos que por prescripción médica no puedan ponérsela, deben acudir a los centros de vacunación.
Hospitales, centros de salud, estadios de fútbol, salas de conciertos, polideportivos… Las enfermeras han tenido que adaptar su día a día y trasladarse hasta lugares muy diferentes para hacer viable esta vacunación masiva. Pero además del mero gesto de la administración, los profesionales de enfermería son clave en todo el proceso vacunal: antes, durante y después. “Antes de vacunar hay que entrevistar y analizar las condiciones de salud de base del paciente, así como saber manipular y preparar las dosis. Las enfermeras estamos muy formadas en este campo. Después de la inoculación nuestra labor no termina. Entonces hay que estar alerta –y registrar– cualquier posible reacción adversa al virus atenuado o al ARN modificado, según la vacuna que reciba el ciudadano. Las enfermeras estamos preparadas para actuar ante una emergencia que podría darse como consecuencia de la vacuna o cualquier percance que pudiera sufrir cualquiera de las personas que aguardan su turno”, apunta el presidente de las 325.000 enfermeras de España.
Apostar
En este sentido, Pérez Raya quiere hacer un llamamiento a las administraciones porque es la hora de apostar de verdad por la enfermería. “Han estado en todos los momentos clave de la pandemia, han doblado turnos e incluso les han quitado vacaciones. Nadie ha tenido ninguna duda de que esta crisis se frenaba unidos, pero ahora son los gobiernos, tanto el central como los autonómicos, los que deben recompensar todo ese esfuerzo. España, a pesar de jugar en los primeros puestos de la liga de la vacunación, es uno de los países con la ratio enfermera/paciente más baja de Europa. Ya no podemos consentir esto más. Se ha demostrado que la Sanidad no funciona sin enfermeras y necesitamos que se haga una apuesta clara por contratar y mejorar las condiciones de estas”, puntualiza.
El presidente de Anenvac también se encuentra en sintonía con estas palabras y afirma que “las administraciones elogian mucho el trabajo realizado, pero estos elogios no nos sirven de nada y necesitamos aumentar mucho el número de enfermeras para tener una Sanidad de calidad y poder ofrecer a todos los usuarios la atención que demandan”. “Necesitamos un sistema sanitario público de calidad, que sea el eje de la sanidad nacional”, apunta Forcada.
Concienciar
Además de este proceso de vacunación, las enfermeras en general, pero sobre todo las de Atención Primaria, tienen también una labor esencial a la hora de que la población confíe en los tratamientos y, sobre todo, en vacunas de nueva creación como esta. “La mayoría de la población confía enormemente en la ciencia y en la investigación, pero hay una pequeña parte que puede negarse a recibir los tratamientos, entre ellos las vacunas. Y nosotros tenemos un papel fundamental en lo que se refiere a la concienciación y a la educación en salud. Recibimos formación durante toda nuestra trayectoria para el abordaje de distintos problemas de negación de tratamiento. Sobre todo, aprendemos a gestionar las dudas de los pacientes y debemos saber comunicar las ventajas de, en este caso, las vacunas. No se trata de obligar, sino de concienciar y de que la población comprenda la necesidad de confiar en tratamientos ampliamente probados como esta vacuna”, apunta Pérez Raya.
Datos
Para las enfermeras, la mejor manera de animar y concienciar a la vacunación es con los datos. De hecho, con una porcentaje de positividad del 16%, a finales de enero de 2021 se contabilizaron casi 3.000 fallecidos en una semana y 5.000 afectados en UCI, mientras que, con el mismo porcentaje de positividad, a finales de julio los muertos en una semana no llegaban a 300 y 1.700 en UCI. “Todo aquel que pueda ponerse la vacuna debe hacerlo. España ha demostrado ser un país comprometido y desde el primer momento la población se lanzó en masa para vacunarse. Es un orgullo ver cómo hemos reaccionado. Aun así, hay una minoría que han decidido no vacunarse. Es importante remarcar lo de ‘una minoría’, pero es cierto que esa minoría puede hacer mucho daño al bien común. Vacunarse en estos momentos no es una decisión por el bien individual, sino por el bien de todos”, asevera.
Forcada, por su parte, hace un llamamiento porque “los necesitamos”. “Necesitamos que sean solidarios, que colaboren y que aporten su granito de arena para protegerse ellos y proteger al resto”, puntualiza.
Pinchazo, foto y 15 minutos de espera por si surgen reacciones adversas. Esta es, sin duda, la estampa más repetida en los últimos meses. La alegría de la población al recibir la vacuna y la esperanza de que muy pronto volverán los besos y los abrazos suponen un alivio para muchos en un momento en el que la salud mental debe cuidarse más que nunca. Porque sí, volverán los besos y los abrazos, pero todavía hay que hacer un último esfuerzo para lograr que el COVID-19 se convierta en un mal sueño que dura ya más de año y medio.