IRENE BALLESTEROS.- “No me lo pensé dos veces. Cuando supe que estaba en estado de shock, dije: ¡vamos a buscarla ya!”, esta fue la reacción de Aida Lecina cuando se enteró de que Nastia, su hermana ucraniana de acogida, estaba en un campo de refugiados huyendo de la guerra.
Sin miedo, con dos mudas y con muchas ganas de ayudar, Aida Lecina, enfermera del Hospital Universitario San Jorge de Huesca, se ha recorrido junto a su marido más de 3.000 kilómetros en coche para ayudar a Nastia, una de las tantas jóvenes que han huido de Ucrania tras el estallido de la guerra. Cuando las tropas de Putin bombardearon Petropalivsce, el pueblo de la joven, toda la población comenzó una huida sin precedentes, dejando los campos de refugiados atestados de personas sin recursos y con consecuencias psicológicas devastadoras.
La historia de Aida y Nastia se remonta muchos años atrás. Desde los 5 y hasta los 18 años Nastia ha pasado veranos y navidades enteras con Aida y su familia. Ahora, con 27 años se ha vuelto a reencontrar con la que fue durante mucho tiempo su familia de acogida que tantos buenos momentos le ha regalado. “Siempre hemos tenido contacto con ella. Cada semana nos llamábamos o nos escribíamos mensajes. Cuando estalló la guerra estuvimos varios días pendientes del móvil porque ella vive en un pueblo al lado de Kiev. De pronto, de madrugada, mi madre me dijo que tenía muchas llamadas perdidas de Nastia y supimos que algo pasaba. La llamábamos y no dimos con ella. Hasta que de pronto saltó un mensaje en mi teléfono que decía: “Tata, policía, Praga”. Bombardearon su pueblo y ella tuvo que huir en tren sin saber dónde iría. Finalmente conseguimos hablar con un policía que nos dijo que se encontraba en el campo de refugiados de la frontera de la República Checa en estado de shock. Fue entonces cuando decidimos que teníamos que ir a por ella, no me lo pensé dos veces”, cuenta la enfermera.
Hasta el estallido de la guerra, Nastia sólo vivía con su padre en un humilde pueblo ucraniano. Desde que huyó en tren sin billete de vuelta, no ha tenido la oportunidad de volver a verle, pero le llama diariamente desde España para saber “si sigue vivo”, explica la enfermera. Ya que él, como el resto de civiles ucranianos, se ha tenido que quedar en su tierra para luchar día y noche en una guerra sin sentido.
La situación actual de la población ucraniana es devastadora. Las imágenes y los testimonios lo corroboran. Nastia cuenta que la noche es la parte más dura. Es cuando se escuchan perfectamente los bombardeos. También cuenta cómo los últimos días ya no tenían ni siquiera comida. Sólo agua y pan les mantenía con fuerzas para comenzar su huida. Sin embargo, en medio de todo el caos, esta enfermera de Huesca ha podido vivir varios momentos especiales. “No sabíamos lo que nos íbamos a encontrar en el centro de acogida donde estaba Nastia con el resto de ucranianos, pero al entrar nos llamó muchísimo la atención que los niños estaban en una esquina jugando ajenos a todo lo que pasaba a su alrededor, pero a la vez, veías mesas con muchas señoras mayores y mujeres jóvenes sentadas sin hablar, con el rostro serio, triste y totalmente desencajadas. Había gente con maletas y muchos otros que salieron como Nastia, con lo puesto. El reencuentro fue impactante. A pesar de que Nastia no expresa mucho sus sentimientos, el abrazo que me dio al vernos al grito de “¡Tata!” fue mágico. A ella se le abrió el mundo al vernos.”, cuenta emocionada Aida.
Aida y su familia se lanzaron a la aventura de la acogida con la ilusión de ayudar. Por entonces, la situación de Nastia era muy precaria y tomaron la decisión de acogerla en su casa el tiempo que fuese necesario. “Con el apoyo de toda la familia la acogimos en su día y ahora ha pasado lo mismo, entre todos estamos intentando ayudarle en todo lo posible, por ejemplo, para que encuentre trabajo y que se sienta útil”, continúa. Con el estallido de la guerra, la familia de Aida quería ayudar y cuidar de alguna forma al pueblo ucraniano y enterarse de la situación de Nastia fue la mejor de las excusas.
Enfermera de profesión y de corazón
Aida se suma al resto de enfermeras del mundo que siguen llevando a cabo una verdadera misión de solidaridad para ayudar al pueblo ucraniano. En medio de una crisis humanitaria en la que las personas no tienen acceso a cobertura sanitaria, educación, electricidad y refugio, la labor enfermera se vuelve esencial. Cuidar, ayudar, acompañar… eso es lo que Aida ha hecho con Nastia y lo que le hubiera gustado hacer con más personas. “Nos queda ese sabor agridulce de no poder ayudar a más gente. Ofrecimos nuestra ayuda a mucha gente, preguntamos a los policías y hablamos durante el viaje con diferentes asociaciones para poder traer a más personas a España, pero la realidad es que ellos tienen la esperanza de poder volver a su país lo antes posible”, cuenta.
A pesar de que Nastia tiene el deseo de volver pronto con su padre, Aida y toda su familia le da las herramientas para que pueda ayudar a su pueblo en esta nueva vida que le ha tocado vivir. “Ella ahora hace de traductora en un hotel de Huesca donde están alojados muchos ucranianos que han llegado de la guerra. Si finalmente todo pasa y decide quedarse con nosotros para siempre, la ayudaremos en todo lo que necesite sin dudarlo”, concluye Aida.