A. ALMENDROS / D. RUIPÉREZ.- Alberto Luque, enfermero de urgencias extrahospitalarias del Hospital La Mancha Centro de Alcázar de San Juan (Ciudad Real), llegó a la escritura como una vía de escape para canalizar todas las emociones derivadas de su día a día en la ambulancia. Autor de Batallas de una ambulancia I y II, nos habla de los casos que más le han marcado y de su último proyecto literario.
¿Qué va a encontrar el lector en estos libros?
En Batallas de una ambulancia lo que hay son relatos cor-tos e independientes que narran lo que vivimos a pie de camilla en la extrahospitalaria y son relatos que se centran en el paciente y su entorno, principalmente. En todo momento, hablo como equipo porque creo mucho en la fortaleza del equipo y me centro mucho en la parte humana, en la parte más allá de la técnica, que creo que es fundamental para nuestra labor. No van a encontrar morbo.
Claro, porque son situaciones dramáticas en las que alguien puede morir…
Sí, hay drama, hay pena, dolor… pero también alegrías. Porque unas veces ganamos, y otras perdemos, aunque hay que recordar que la naturaleza siempre gana, pero se viven situaciones bonitas como ver, por ejemplo, que la línea del monitor pasa de plana a un ritmo inusal. Cuando vives esa situación y la vida vuelve al paciente cobra sentido todo y eso también está reflejado en la publicación. Y, sobre todo, la vida nueva, ese niño recién nacido en casa o en la ca-lle, da mucho sentido a la profesión.
¿Ha sido terapéutico escribir?
Sí, de hecho empiezo a escribir a raíz de esa posguerra yugoslava, y se convierte en necesidad tras cubrir un aviso concreto, un inicio, un ángel, una niña de un año que una noche de agosto no conseguimos ganarle la batalla “a la que nunca pierde”; y fue el padre el que, viéndonos tan destrozados a los miembros del equipo esa noche, nos di-jo que teníamos que reponer-nos, salir por la puerta y dar la oportunidad a otro niño o niña que lo pudiera necesitar. Eso nos lo dijo con una hija fallecida en un brazo y con otra de la misma edad, porque eran gemelas, en el otro. A mí aquello me hizo replantearme muchas cosas y una de ellas era la coraza con la que trabajaba, la distancia que mantenía con mis pacientes… y me di cuenta de que era mentira. Después de siete meses de gestión acabé en manos de un psicólogo que me llevó a la escritura terapéutica. Gracias a esto mandé una carta: “Carta de enferme-ro a un ángel”. Ahí nace el relatar los siguientes avisos, por mis propios avisos; por mi propia gestión y porque me doy cuenta de que muchos compañeros y compañeras han pasado por lo mismo que había pasado yo. Fruto de aquellos primeros relatos, me di cuenta de que nuestros pacientes están demandando una muy buena asistencia en lo técnico, pero quieren también que les trate un buen ser humano y eso he intentado reflejar en los dos libros.
¿Esos sentimientos acumulados estallan el día menos pensado?
Sí, en esos siete meses que te comentaba, aprendí muchas cosas. Y una de ellas de manos de los psicólogos fue que las emociones ni son buenas ni son malas y sobre todo no se discute con ellas. Después de una actuación puedes sentir ira o rabia o puedes sentir dolor y pena, pero eso no te hace ni mejor ni peor persona, ni mejor ni peor profesional. Lo que sí hay que hacer es saber gestionar esas emociones. Cuando aprendí esto, empecé a usar las emociones en beneficio mío y en beneficio del paciente.
En la vida civil, ¿qué otras historias te han marcado que nunca vas a olvidar?
Hay muchas y todas tienen nombre y apellidos porque yo, normalmente, detrás de cada guardia recojo todos los avisos que hago en un cuaderno y lo hago tanto con la par-te técnica como con la parte afectivoemocional y desgranando ese cuaderno me quedo con Domingo, un paciente muy mayor que ya llegando a un cateterismo urgente por un infarto agudo bastante importante, una hora de traslado donde hablamos de todo lo que él había vivido, y justo antes de llegar me agarra la mano y me dice “enfermero nunca olvides que tienes que vivir y que tienes que quererte, y yo si salgo de esta me voy a querer, me voy a querer, me voy a querer. Toda la vida queriendo y se me olvidó quererme”. Son reflexiones que siempre quedan. Por des-gracia, Domingo falleció a las dos horas.
¿Cuáles son tus próximos plantes? ¿Habrá una tercera parte?
La trilogía la voy a dejar para más adelante a pesar de que muchos compañeros me lo han pedido. Ahora estoy con “Felicidad Suave” que es muy tercer libro y surge de tamizar lo que vivimos dentro de la ambulancia y sacar conclusiones que en este caso dedico a mis hijos porque creo que son útiles para su vida futura. Es un libro totalmente diferente, está sacado de todo lo que hemos vivido como profesionales al lado de nuestros pacientes.