ÁNGEL M. GREGORIS.- Cuenta la leyenda que el reloj de la Torre de Belchite (Zaragoza) dejó de funcionar el día que murió la primera mujer en la batalla que se libró en el pueblo durante la Guerra Civil. Desde entonces, la maquinaria nunca volvió a dar la hora correctamente y, a día de hoy, sigue sin hacerlo. Fue entre el 26 de agosto y el 6 de septiembre de 1937 cuando el ejército republicano, con el fin de evitar el avance de las tropas franquistas, tomó el municipio aragonés en una contienda que dejó hasta 6.000 muertos. Esta ofensiva tuvo una cruenta réplica en marzo de 1938 por el ejército sublevado, que acabaría con más muertes y el triunfo de estos. Posteriormente, y tras ganar la guerra e instaurar la dictadura, Franco ordenó que la zona no se reconstruyese. En su lugar, el Servicio Nacional de Regiones Devastadas y Reparaciones mandó levantar un pueblo nuevo para que pudieran volver las familias exiliadas tras el conflicto. La realidad era otra muy distinta. El dictador buscó con esta estrategia lanzar un mensaje para que todo el mundo conociese lo que para él fue la barbarie roja que destruyó una población rural sin ninguna culpa. Convirtió así Belchite en un símbolo de propaganda contra el bando republicano.

En una de las últimas casas del pueblo viejo nació la madre de Joan Manuel Serrat. Imagen: David C. Gimeno
Misterio
Más allá de cuestiones políticas, desde ese verano del 37, el pueblo zaragozano alberga algunas de las historias más tenebrosas que se recuerdan. Son muchos los que aseguran que las almas de todos aquellos muertos siguen vagando por las calles aún hoy destruidas. Desde 2013, cuando el ayuntamiento decidió acotar los márgenes de las ruinas, los más valientes pueden comprobar por ellos mismos si de verdad estos ruidos y voces siguen existiendo gracias a las visitas guiadas nocturnas, que se celebran los fines de semana. Los más supersticiosos afirman que aquellos valientes que se atreven a llevar a sus perras (porque sólo afecta a las hembras) pueden comprobar en primera mano el misticismo del lugar. Estas mascotas, al llegar a la puerta de la Iglesia de San Martín de Tours, no se atreven a entrar en su interior y siempre intentan huir. Numerosos investigadores y amantes de lo esotérico se han acercado hasta allí para conocer más sobre las supuestas psicofonías y ruidos extraños que habitan la zona. Aunque las versiones distan mucho dependiendo de quien las cuente, sí es verdad que pasear por Belchite es, cuanto menos, estremecedor.
Deterioro
Como anécdota, en una de las últimas casas del pueblo viejo nació la madre de Joan Manuel Serrat. Tras la batalla se exilió a Cataluña y nunca quiso volver porque allí habían sido asesinados más de 20 familiares. Aunque, actualmente, los edificios más emblemáticos están bastante deteriorados por culpa del vandalismo y del poco cuidado que ha tenido la sociedad con ellos, escuchar la historia y todo lo que sucedió en la localidad a la vez que te adentras en ella es una de las grandes visitas que ofrece Aragón.

Muchos aseguran que las almas de todos aquellos muertos siguen vagando por las calles. Imagen: David C. Gimeno
Prácticamente rodeando el pueblo viejo se encuentra el nuevo, que, tal y como explica Juan Galindo, coordinador de equipos de Belchite Turismo, fue una de las obras magnas de
l organismo que se creó para reconstruir las regiones devastadas. Los presos republicanos fueron los encargados de llevar a cabo este trabajo por imposición directa del régimen. “No fue sólo arreglar la destrucción, sino que hubo que reconstruirlo entero y, en ese momento, no quisieron hacer algo funcional sin ningún tipo de decoración. Se hicieron algunos conjuntos monumentales bastante importantes como la plaza del Ayuntamiento, la biblioteca, el casino o el teatro, que nunca se ha llegado a inaugurar”, cuenta Galindo.
Imitación
En ningún momento se buscó hacer un pueblo gemelo al destruido en la guerra, pero sí es verdad que Belchite nuevo imita ciertas formas del antiguo como pueden ser los arcos de la entrada. Las zonas y elementos arquitectónicos se intentaron trasladar conceptualmente, pero sin calcarlos.
El reloj que con esa primera muerte dejó de funcionar, y por los misterios que rodean a Belchite nada ni nadie ha podido arreglarlo, está ahora presidiendo la torre del pueblo nuevo. Fueron muchos los que intentaron que la maquinaria volviese a dar la hora, pero, de alguna manera, la catástrofe que dio lugar a la destrucción y abandono del municipio impide hoy que el tiempo en Belchite transcurra de forma natural.