RAQUEL GONZÁLZEZ ARIAS.- Desde que el coronavirus empezara a expandirse por todo el mundo, uno de los principales temores ha sido el de que la infección llegue a los países más desfavorecidos, a aquellos cuyos sistemas sanitarios, en condiciones normales, ya están de por sí mermados. Es el caso del continente africano. Belén Mobley Martín es enfermera y llegó a Angola con la ONG Médicos del Mundo hace algo más de ocho meses. Allí es coordinadora sanitaria de un campo de refugiados procedentes de la República Democrática del Congo.
Restricciones inmediatas
A diferencia de lo que ha sucedido en España y en otros países de nuestro entorno, cuenta Belén, “las medidas de restricción en Angola se tomaron antes incluso de que se confirmara el primer positivo”. Se habían detectado los primeros pacientes en otros países limítrofes como, precisamente, la República Democrática del Congo, y eso les llevó a decretar el cierre inmediato de fronteras. “El gobierno -explica- es consciente de que si otros sistemas sanitarios más fuertes no han podido hacer frente a la situación, este aún menos. Y eso les ha llevado a actuar rápidamente en cuanto a las restricciones”.
El día 20 de marzo se detectaba el primer caso positivo en la capital, Luanda, la más afectada hasta el momento y que, el día en que hablamos con Belén, el 4 de abril, registraba diez casos confirmados y dos muertes: un paciente de unos 50 años y otro en la treintena. Ninguno de ellos tenía patologías previas, nos explica, y uno de ellos había sido atendido en el mejor hospital privado del país por lo que “nos tememos lo peor”. En este caso, se trata de casos importados de vuelos procedentes, principalmente, de Suráfrica y Portugal.
Pocos días después, las restricciones se ampliaban, el gobierno decretaba el Estado de Emergencia y se prohibían los desplazamientos dentro del país. Esta semana comenzaba su segunda semana de confinamiento, confinamiento que, al igual que hemos visto en el resto de países afectados, es previsible haya que prorrogar.
En cuanto a si se cumple o no el Estado de Emergencia, Belén reconoce que se hace “de aquella manera”. “Son muchas las personas que viven al día y no pueden permitirse quedarse en casa, tienen que salir a vender”, apunta.
Sin opciones a hacer test
En el momento de nuestra conversación, Belén nos comenta que el número de test que se están realizando en todo el país es de 400, aunque, en realidad estos se circunscriben a la capital. “Aquí se tardó mucho en empezar a hacer test. Al principio, se tenían que enviar las pruebas a Suráfrica. Ahora ya se hacen en la capital, pero de manera exclusiva”, nos cuenta. Donde ella se encuentra, al Noreste del país, en Dundo, provincia de Lunda Norte, no hay opción a confirmar ningún caso. “Aquí no tenemos test ni tampoco opción de enviar las muestras a Luanda. Tenemos a unas 40 personas en aislamiento, aunque es verdad que, de momento, están asintomáticas, pero estamos a la espera de que puedan presentar síntomas en cualquier momento. Son personas que llegaron en los últimos vuelos, sobre todo, procedentes de Portugal y Suráfrica”.
Recursos: ni humanos ni materiales
Desde un primer momento, señala Belén, el Gobierno ha trabajado en un plan de contingencia nacional que ahora se está adaptando a las provincias. Así, en Dundo, “hay un hospital que se está adaptando para atender los casos más graves y se está preparando un centro de aislamiento. En el campo de refugiados también estamos preparando una zona de aislamiento y hemos mejorado todas las medidas de control y prevención de infecciones, hemos instalado un triaje antes de entrar en la clínica… pero es a nivel de síntomas y epidemiológico porque sabemos que siempre vamos a trabajar con casos sospechosos, en ningún caso confirmados”.
Aunque la mayoría de las personas que están en cuarentena en Dundo están en sus domicilios, ya hay algunos en el centro de aislamiento, entre ellas, dos que fueron sorprendidas saltándose la cuarentena.
En cuanto a los recursos, en Angola son conscientes de lo que tienen o, más bien, de lo que no tienen y eso abarca tanto recursos humanos como materiales. Faltan profesionales, nos dice Belén, “sobre todo enfermeras con conocimientos en Cuidados Intensivos”.
¿Y si hablamos de materiales? En el campo de refugiados, reconoce, “contamos con ventaja” y aún así hay grandes carencias: “cuando comenzó todo hicimos una compra urgente de guantes, mascarillas e hidroalcohol, pero ya en ese momento las existencias eran limitadas y se habían cuadriplicado los precios”. Disponen de mascarillas, pero poco mejores que las quirúrgicas de papel, y en ningún caso de mascarillas N-95. También de guantes, algunas batas, aunque “de no muy buena calidad”, y de la protección ocular ni hablar, “ha sido imposible conseguir gafas”.
Fuera de ahí, en el municipio, afirma que se dispone de algunos materiales que se habían adquirido tras el último brote de ébola en el Congo pero “hablamos de que a lo mejor hay un termómetro láser por municipio, mascarillas nada o muy pocas y los guantes son siempre un problema. La escasez de material es una constante. Antes ya era así y ahora no hemos visto mucha mejora”, aunque reconoce que el Gobierno habla de un gran presupuesto para adquirir material.
Lo que se espera
Ante este panorama, el escenario es incierto, pero poco alentador. De un lado, nos dice Belén, “al haberse tomado las medidas de restricción tan pronto, tenemos la esperanza de que los contagios no avancen de forma tan exponencial como en otros países y más o menos se pueda manejar”. Sin embargo, en el fondo, afirma que “no sabemos hasta qué punto tenemos toda la información de lo que está pasando en cuanto a contagios, contactos… y quizás en las provincias no llegue a tanto pero en Luanda esperamos una catástrofe. Ya nos pasó hace algunos años con la fiebre amarilla…”
Además, en este escenario surgen interrogantes como cuál va a ser la respuesta de los niños al virus y es que si bien en otros países se ha visto que no hay gran afectación, aquí hablamos de muchos niños con malnutrición, anemias falciformes y otras patologías. “No sabemos si eso va a afectar o no”.
Contacto diario con España
En este campo de refugiados, el contacto con sus compañeros, nos dice Belén, es diario. De hecho, reconoce que gracias al hospital de campaña que su ONG ha montado en el Hospital Universitario Gregorio Marañón para ayudarles a descongestionar las urgencias, “estamos viendo en primera línea cómo se está trabajando allí y eso nos está viniendo muy bien para saber qué debemos y qué no debemos hacer”.