ÁNGEL M. GREGORIS.- Varanasi, la ciudad sagrada por excelencia de la India, descansa ante el imponente río Ganges y es una de las visitas obligadas para cualquiera que pise el país asiático. También conocida como Benarés, algunos dicen que fue fundada por el dios Shiva, pero la verdadera historia apunta a su creación en el año 1.200 a.C. No fue hasta el siglo VIII cuando Shankaracharya, un reformador del hinduismo, instituyó allí el culto a Shiva. Después, los afganos y el emperador mogol Aurangzeb la destruyeron casi por completo hasta que, hace aproximadamente dos siglos, familias adineradas de la India se levantaron palacios a lo largo de los ghats (entradas al río).

Miles de visitantes acuden cada día hasta la orilla del río. Imagen: David Cubero Gimeno

Actualmente, poco queda de esas megaconstrucciones y todo da sensación de decadencia. Eso sí, una decadencia mágica y que transporta al viajero a un lugar especial y diferente. Miles de peregrinos llegan cada día hasta orillas del río para purificarse, para entrar en contacto con el agua sagrada y expiar sus pecados. Levantarse a las 5 de la mañana para tomar una barca y ver amanecer desde el Ganges es una de las experiencias más enriquecedoras de la ciudad. A pesar del madrugón, es alucinante ver cómo decenas de personas ya están despiertos, bañándose en el río, lavando la ropa o, simplemente, observando el horizonte. Una hora muy espiritual y mística si no fuese porque hay decenas de botes llenos de turistas en la misma situación. A pesar de todo, es increíble el paseo.

Ceremonia

En este mismo lugar, a orillas del río, se lleva a cabo otra de las grandes atracciones de Benarés, la ceremonia Ganga Aarti. Es cierto que se realiza en numerosos ghats, pero la de Dashashwamedh Ghat es una de las más famosas y concurridas. Fuego, aire, pétalos de flores y rezos se entremezclan en una hora alucinante. Ahí no se escuchan las bocinas de los coches y motos, sólo se oye la oración. Al final, los organizadores se encargan de pasar el cestillo para conseguir donaciones. Como buen sitio turístico es importante tener mucho cuidado con los timos y con aquellos comerciantes que quieren cobrar por souvenirs o recuerdos diez veces más de lo que cuestan. Si dentro del ghat se respira alegría y creencias, una vez acabada la ceremonia, la calle se convierte en una fila larguísima de niños, mujeres y hombres pidiendo limosna. Después de una experiencia tan enriquecedora es duro salir de allí entre la multitud y ver una realidad paralela, pero muy presente en la India.

El amanecer en el Ganges, uno de los grandes atractivos de la ciudad. Imagen: David Cubero Gimeno

Sarnath

 

Dejando el Ganges a un lado, a tan sólo 10 kilómetros, se encuentra Sarnath, el lugar donde, supuestamente porque tampoco está probado, Buda dio su primer sermón. Y al lado de esta zona se encuentra un parque precioso con una estatua gigante del religioso que, de tener tiempo, bien serviría para descansar y desconectar de la caótica ciudad.

De vuelta a Varanasi, una de las visitas obligadas es el templo de Vishwanath. Con una cúpula de 800 kg de oro es uno de los más venerados del país y parada imprescindible para cualquier turista. La entrada a este lugar es de lo más surrealista que puede pasar en la India. Prohibido acceder con cámaras, mochilas, móviles, zapatos, bolígrafos… Los extranjeros no pasan por cualquier puerta, sólo por la 2 y la zona está plagada de soldados porque, por lo visto, es un lugar conflictivo por las tensiones entre las diferentes confesiones religiosas. Cuando atraviesas el primer control, cacheo incluido, tienes que llegar a una especie de reservado donde un hombre y un policía te hacen sentarte y te copian los datos del pasaporte. Una vez este trámite está completo, te mandan a otra puerta en la que vuelven a cachearte antes de entrar. Las largas colas de indios hacen que la seguridad cuele a los turistas, así que nada más atravesar el último control entrarás a ver y tocar el lingam (símbolo fálico de Shiva). Es ahí cuando, entre empujones, tendrás tan sólo cuatro o cinco segundos para acercarte.

Lassi

Entre visita y visita, hay un lugar especial para descansar y degustar uno de las bebidas tradicionales del país, el lassi, hecho a base de yogur. En Blue lassi, la tienda donde los venden, se encuentra uno de los mejores del norte de la India y, además, puedes dejar tu foto de carné en la pared para la posteridad.

Si el paseo en bote o la ceremonia Aarti acercan al visitante hasta una parte importante de la ciudad, es también necesario conocer los ghats crematorios. El de Manikarnika es el más transitado y en él son habituales durante todo el día las ceremonias de incineración de los fallecidos que quieren que sus días acaben en el Ganges. Aquí no hay bailes, sólo hay despedida.

Varanasi es ese lugar en el que se une vida y muerte, la vida de los que se bañan buscando purificarse y la muerte de los que dicen adiós, quedándose para siempre entre las aguas del río sagrado.

Los colores y olores de Benarés dan una imagen única a la ciudad. Imagen: David Cubero Gimeno