ÁNGEL M. GREGORIS.- Excéntrico, histriónico, extravagante, grandilocuente… Así era Freddie Mercury y así lo refleja Bohemian Rhapsody, la película que narra la vida y ascenso de la archiconocida estrella del rock. De origen parsi, él siempre quiso triunfar y lo logró. En 1970 inició su andadura como cantante de Queen, el grupo que le llevó hasta el olimpo de la música y con el que creó éxitos mundiales como la canción que da nombre al filme, We are the champions o We will rock you. Mucho más que un cantante, Mercury se convirtió rápidamente en un Dios, un ser al cual adoraban millones de personas y llenaba estadios a lo ancho y largo del planeta. Una voz prodigiosa que, a día de hoy, 27 años después de su muerte, sigue siendo inolvidable.
Momentos complicados
El largometraje, dirigido por Bryan Singer, se adentra de manera muy cuidada en la vida del artista, sin ahondar en los momentos más complicados y peligrosos de su existencia. Un magistral Rami Malek (protagonista) hace suyo el personaje de Mercury y logra que los espectadores crean tener en frente al mismísimo cantante, tanto física como emocionalmente. Una vida dedicada a la música, que compartió en parte con su gran amor, Mary Austin, una mujer que le apoyó siempre a pesar de conocer su clara orientación homosexual. Es de agradecer, sin duda, que el director haya decidido pasar por alto momentos de la vida del artista que podrían emborronar su figura. Probablemente, Mercury vio, conoció y experimentó momentos mucho más explícitos de los que se reflejan en la cinta.
No es de extrañar que la película esté siendo un éxito de taquilla sin igual, porque todo lo que tiene el nombre de Queen arrasa, pero tampoco sería raro verla nominada a algún premio Oscar. De hecho, sería de recibo que lo consiguiera porque se convertiría en un precioso homenaje al artista, poco antes de cumplirse tres décadas desde su pérdida.