DAVID RUIPÉREZ.- Miriam Montero tiene una amplia experiencia de más de 15 años en cooperación y ha vivido circunstancias dramáticas en países de África enfrentándose a la epidemia de ébola. Actualmente coordina los proyectos para Bolivia desde Madrid. Por su parte, Sandra Martínez es la delegada de EPM en el país andino y lleva más de una década trabajando sobre el terreno allí. Nos hablan de las diferentes acciones que la ONG enfermera lleva a cabo en Bolivia, sobre todo en relación al drama de la trata de niñas y niños con fines de explotación sexual.
Bolivia es un país bastante desconocido para la población española más allá de los tópicos. Las grandes magnitudes y cifras relacionadas con la infancia ponen los pelos de punta. Unos 3.000 niños y niñas viven en la calle, casi un millón se ven obligados a trabajar, ocho de cada diez han sido maltratados en el seno del núcleo familiar. Un 23%de los niños y un 34% de las niñas han sufrido agresiones sexuales antes de los 18 años. Y la Justicia rara vez resuelve estos casos.
¿Cuáles son las principales líneas de trabajo de EPM en el país?
Miriam Montero: Llevamos trabajando en el país desde 2005, pero nos dimos cuenta de que todos los aspectos confluían en un problema que está creciendo en Bolivia: la trata de niños, niñas y adolescentes con fines de violencia sexual comercial o explotación sexual. Por eso, junto a las organizaciones locales con las que trabajamos, hemos decidido trazar una estrategia para acabar con esta trata en Bolivia.
Además de rescatar y sacar a los menores de las redes de prostitución ¿qué otras acciones son necesarias para acabar con esta lacra?
Sandra Martínez: Se trabaja en relación directa con la Defensoría de la Niñez. Los casos les llegan de la policía, tras rescatarlas de las casas de lenocinio y prostitución, y las transfieren a un refugio, donde las chicas están temporalmente. Se trabaja con una metodología de restauración: traen problemas psicológicos importantes tras soportar durante un largo periodo de tiempo muchos abusos y violencia. Se requiere un tratamiento largo y continuo. También se las acompaña a los juicios, si es que procede, y se da terapia familiar, porque también es un patrón común venir de familias desestructuradas. Ese patrón se repite.
¿Cómo se reintegran en la sociedad?
MM: Hay que tener en cuenta que cuando son captadas estas niñas tienen una edad media de nueve años. Las secuestran directamente o las engañan con la falsa promesa de que van a salir de la situación de pobreza y violencia en la que viven. Les ofrecen un futuro mejor, incluso un poco de cariño, pero luego acaban de la forma en la que acaban. Después no conocen otra cosa que la violencia sexual. En el centro con el que trabajamos, ya de adolescentes aprenden en talleres de cocina, costura, informática o aprenden cómo montar su propio negocio. Si son más pequeñas, obviamente la idea es que retornen al colegio. Si las sueltas sin más volverán a la prostitución.
Parte del proyecto es la publicación de unas innovadoras guías que se van a presentar en un par de semanas…
SM: La trata es un delito, no un problema social. Es importante rescatar a las chicas, pero para no llegar allí hay que prevenir, y una herramienta de prevención y sensibilización son estas guías innovadoras. Es tarea de todos, no sólo de la Policía, el rescatar víctimas en prostíbulos, y estos manuales sirven para formar a otros formadores y replicar el contenido. Hay una guía para adolescentes, otra para padres y madres, otra enfocada a docentes y otra para jóvenes líderes, que pueden replicar a sus padres toda esta información y saber qué hacer en posibles casos de trata de menores. Cuentan con una metodología innovadora.
MM: Incidimos mucho en los niños: si no hay clientes que demandan prostitución dejará de haber trata. Los adolescentes son los futuros clientes y entre ellos habrá también padres, docentes, policías… Hay que abrir los ojos y la idea es que estos manuales puedan ser utilizados tanto en La Paz como en Madrid: el delito es igual en todo el mundo.
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