MARIBEL RUIZ.- La última cinta del octogenario Woody Allen llega cargada de contrastes. Ligera y a la vez profunda, fresca al tiempo que intensa, y tan divertida como triste, Café Society se eleva en la filmografía del cineasta como una sublime re-flexión sobre el amor y sus intrincados derroteros.

El escenario idóneo en el que colocar las contradicciones de la vida se sitúa aquí a caballo entre el violento Nueva York y el pomposo Hollywood.

La época, los años treinta. Así, los espacios y el tiempo se conjugan con la genialidad del maestro, que convierte en fina, tierna y delicada una historia de la que otros sólo hubiesen hecho un drama más.

La película número 46 de Woody Allen tiene como protagonista a Bobby Dorfman (interpretado por Jesse Eisenberg), un joven que se traslada desde Nueva York hasta Hollywood persiguiendo el sueño de ser actor. Para ello recurre a su tío Phil Stern (Steve Carell), un feroz y todopoderoso magnate de la industria cinematográfica.

Es en este punto donde Bobby conoce a Vonnie (Kristen Stewart), la radiante secretaria de su pariente, y se enamora perdidamente de ella. Ambos inician un bonito noviazgo hasta que se descubre el secreto mejor guardado de la chica: un triángulo amoroso que da un giro inesperado a la relación entre ambos.

Universo propio

Se desencadena entonces la trama en un vaivén de flechazos y rupturas, mentiras, desengaños y reencuentros; y el director aprovecha para desplegar el arsenal de ese universo propio que ha ido tejiendo producción por producción. Su narración omnisciente, el jazz por banda sonora y el humor ácido de sus diálogos se intensifican en este momento del filme, en el que la sociedad es analizada en todos sus estratos y se intenta dar respuesta a los problemas existenciales del ser humano.

No faltan tampoco los chistes inteligentes y los guiños al espectador que comparan y/o contraponen, en tono jocoso, esos grandes temas trascendentales en la historia de la humanidad, que Allen aborda con sabiduría: el judaísmo ante la diversidad religiosa, ganarse la vida de una forma humilde o corrupta, el pacifismo frente a la violencia, las controversias entre capitalismo y marxismo.

Por encima de todo eso, el significado más puro que se puede extraer de Café Society es el amor y los sentimientos, en la presencia y en la ausencia, pero siempre en el pensamiento. La psicología humana de la fatalidad, de ese quiero y no puedo, plasmada en una buena película.