REDACCIÓN.- Siempre han vivido el cáncer de cerca, pero en poco tiempo pasaron de ser cuidadoras a sufrir la enfermedad desde dentro. Cuatro enfermeras cuentan su experiencia con el tumor.
En 2012 se diagnosticaron más de 200.000 nuevos casos de cáncer en España. Colorrectal, próstata, pulmón, mama y vejiga ocupan los primeros puestos del ránking de esta enfermedad. Aprovechando el Día Mundial del Cáncer, la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) actualizó las cifras del cáncer, con los últimos datos sobre incidencia, prevalencia y mortalidad. La radiografía muestra que casi 7.500.000 de hombres y algo más de 6.600.000 de mujeres fueron diagnosticados en 2012; y que la predicción de incidencia de esta patología para el 2015 es de 227.076 nuevos casos, con un crecimiento que se produce en mayor medida por las características de la población.
Pero no todo son datos malos, ya que la tasa de mortalidad por cáncer en España ha disminuido un 13% en las últimas dos décadas. Pilar Garrido, presidenta de SEOM, incide en la importancia de que “se hable con normalidad de cáncer y no estigmatizarlo”.
El incremento de la población, la esperanza de vida y el envejecimiento provoca que los casos de cáncer crezcan año tras año. Según un estudio de la OCDE que muestra los cambios de tasas de mortalidad por esta enfermedad entre 1990 y 2011, aumenta la incidencia pero baja la mortalidad.
Superación
La vida de muchos pacientes cambia de un día para otro. “Era una persona sana hasta que en un momento
determinado la enfermedad se manifestó”, explica Isabel Díaz- Macaya, informadora en el Hospital Clínico San Carlos. Y es que tras muchos años en el epicentro del hospital, y conocer la perspectiva de pacientes y sanitarios, fue ella misma la afectada por un cáncer intestinal.
“El cáncer no debe condicionarnos la vida. Ahora estoy bien, y si volviese a aparecer el tumor, lo volveremos
a atacar, pero de momento no quiero que esa idea me afecte”, finaliza.
Almudena Arenas, enfermera de la Unidad de Anestesiología y Reanimación del Hospital de La Princesa (Madrid): “Veo a los pacientes con otros ojos”
Acababa de terminar la carrera y fue contratada en el Hospital Ramón y Cajal, donde había hecho las prácticas. A esa edad, un cáncer es el último invitado que uno espera que llame a su puerta y en su caso llegó de una forma inusual. “Un día estaba trabajando pusieron el aire acondicionado muy alto, me empezó a doler mucho la garganta y se me inflamó el cuello. Lo comenté con el médico y me hicieron pruebas, pensaba que sería alguna infección. Sospechaban de un linfoma, pero tras la biopsia diagnosticaron algo benigno, la enfermedad de Kukuchi-Fujimoto. El problema es que era un diagnóstico erróneo”.
La joven no se encontraba mal y siguió con su vida, “sólo se me hinchaba mucho el cuello y sentía como si tuviera fiebre. Me estuvieron dando corticoides durante tres años y haciéndome TAC, pero siempre estaba todo igual”. Pero la no remisión aumentó las sospechas y finalmente le diagnosticaron un linfoma de Hodgkin que, lógicamente, no había sido tratado al menos en los últimos tres años. “Yo ya sospechaba lo que podía ser, tenía una corazonada de que no era bueno. Con la última biopsia que me hicieron yo lo até todo, me dijeron de practicar la biopsia y la retrasé un mes, quería que me renovaran el contrato porque yo creía que era lo que finalmente me dijeron”. Ahí comenzaron los tratamientos, no siempre agradables. “Al principio me hablaron de darme quimioterapia, porque el linfoma de Hodgkin lo tenía cervical y en el mediastino también estaba localizado. Las enfermeras me recomendaron conservar óvulos congelados porque era muy joven y a lo mejor querría tener niños en el futuro. La quimio la llevé bastante mal, es acumulativo y cada vez lo llevaba peor. Ya en la puerta del hospital vomitaba. La radioterapia me la dieron con una máquina de tomoterapia del Puerta de Hierro, sólo había tres en España y era más precisa. Tras 17 sesiones de radio, la revisión mostró que todo iba bien.
“Ahora valoro más las cosas… A mi madre y a mí, nos unió mucho la enfermedad. En el ámbito profesional me ha ido bien, estuve tres años en consulta de Maxilofacial y ahora en Reanimación y Anestesiología y con ganas de formarme más, pero con calma”. ¿Trabajaría en el área de Oncología o Hematología? “Cuando volví a trabajar pedí a la supervisora no trabajar en esa unidad. No era por los pacientes, era por el olor de la quimioterapia. La hueles a distancia. Veo con otros ojos a las personas con cáncer y puedo hablar con ellos sensaciones que otros no conocen”.
Carmen Seguín, enfermera del Hospital Puerta del Mar (Cádiz): “Es una nueva etapa de mi vida e intento hacer otras cosas”
Carmen trabajaba en la Unidad de prematuros del Hospital Universitario de Puerta del Mar de Cádiz cuando le diagnosticaron un tumor de mama. “Noté un bulto en el pecho y se lo comenté a una compañera. Me había hecho una mamografía recientemente sin que detectasen nada, pero esta vez sí que vieron un ganglio inflamado más de lo normal”.
Era 2012. Aquel tumor “puñetero” que se escondía llevó a Carmen al quirófano, donde quitaron la mama y la cadena de ganglios. “Cuando te dan la noticia es un palo muy grande, porque aunque más o menos lo intuyas se te viene el mundo encima. Dices: «Dios mío yo quiero hacer todavía muchas cosas» yo lo único que pedía era que estuviera localizado pronto. Lo importante es no deprimirte porque si no el organismo genera el cortisol y eso lo que hace es bajar las defensas.
Le dieron quimioterapia. “No es fácil de sobrellevar, pero lo importante es que tu familia y amigos estén contigo. La radioterapia posterior fue mucho más llevadera. También, son muy importantes los profesionales que están contigo, tener fe en tu médico es primordial”.
Después me concedieron la invalidez. No podía trabajar con los prematuros en la UCI. No puedes coger peso, los cambios de temperatura van mal para el brazo. Hasta pasado un año del fin del tratamiento, no te sientes como eras.
“Echo de menos mi profesión, disfrutaba con mi trabajo… Pero ha llegado una nueva etapa de mi vida. Intento hacer otras actividades, voy a clase de pintura, pinto cuadros, de inglés y Tai Chi”.
Marian García, enfermera de urgencias del Hospital Universitario Insular de Gran Canaria: ““No puedo volver a la unidad en la que fui tratada”
Tenía seis años cuando le diagnosticaron una leucemia linfoblástica aguda. “Aunque era pequeña me acuerdo de todo”, explica Marian García, enfermera de Urgencias del Hospital Universitario Insular de Gran Canaria “Mis padres empezaron a sospechar que algo me pasaba porque de repente, dejé de comer, no quería jugar y me salieron muchos hematomas”, continúa. Tras una visita al hospital fuí en una primera analítica donde detectaron la enfermedad y fue ingresada automáticamente. “Me dieron quimioterapia durante un año y gracias a Dios no me hizo falta trasplante, ni nada, porque en casa nadie era compatible conmigo”, comenta García.
La enfermedad la marcó de tal manera que Marian es hoy enfermera. “Nunca tuve una mala imagen de los sanitarios, de hecho de esa época no tengo ningún mal recuerdo, incluso iba al médico y me sentía contenta, porque nos lo hacían todo muy fácil”.
Aunque ha trabajado en oncohematología, reconoce haber pedido el traslado “porque era demasiado duro trabajar en la unidad de la enfermedad por la que yo había pasado”.
Para ella, los enfermeros son los que están al pie del cañón o como ella dice “al pie de la cama”. “Muchas veces no sólo es el tratamiento, el apoyo emocional es muy importante. Hay muchos pacientes a los que el tratamiento ya no les hace nada, pero el simple hecho de estar ahí con ellos y con la familia les ayuda”, finaliza.
M.ª Carmen Aragón, auxiliar enfermería del MD Anderson Cancer Center de Madrid: “Lo mejor que hay en el mundo es la ignorancia”
M.ª Carmen Aragón lleva seis años trabajando en oncología paliativa, en el MD Anderson Cancer Center de Madrid, como auxiliar de enfermería. En el verano de 2012, tras varias noches con problemas en el cuello, se notó un bulto, pero “seguía pensando que se trataba de una contractura”. Esa misma mañana se lo comentó a una compañera y empezaron a hacerle pruebas en la propia clínica. El resultado: linfoma de Hodgkin, con el tamaño de una pelota de tenis. Su primera reacción fue de incredulidad absoluta. “Viendo y tratando pacientes con cáncer todos los días, nunca pensé que pudiera pasarme a mí. Siempre he sido muy reacia a ir al médico o a pensar que cualquier cosa que tuviese fuese a ser algo malo”. En su caso, todo fue muy rápido. Quince días después del diagnóstico la operaron en la propia clínica en la que trabaja y empezó lo realmente duro, el tratamiento con radio y quimio.
Ya ha superado el cáncer, pero sus secuelas todavía permanecen: “La quimio me ha afectado al contrario que a todo el mundo y me ha hecho engordar 24 kilos. Con la radio tuve una reacción en los nervios periféricos de la que todavía no estoy recuperada. Pero psicológicamente estoy machacada”.
Para ella lo peor es no poder volver a su actividad diaria. “Adoro mi trabajo, es una de las cosas más importantes para mí, pero no me siento capaz de volver y enfrentarme a los pacientes”. “No puedo volver a revivir todo lo que pasé. El cáncer me ha destrozado la vida. Quiero volver a ser yo y poder ayudar a la gente”.
Por fortuna, M.ª Carmen tiene el apoyo incondicional de su familia y de sus compañeros de trabajo. “Quiero recuperarme, pero a veces se hace un mundo, porque sabes lo que hay. Lo mejor que hay en el mundo es la ignorancia”.