M.VIEIRA / D. RUIPÉREZ.- En 2012 terminó su carrera como enfermera, pero nunca había ejercido como tal hasta que llegó la pandemia en 2020. Actriz destacada, especialmente por su interpretación en “La casa de papel”, se había dedicado en exclusiva al mundo del cine, el teatro e incluso la música, con su grupo “Biuti Bambú”. La llegada del COVID-19, el confinamiento y la imperiosa necesidad de ayudar la llevaron a “sacar el título del cajón” y ofrecer su ayuda.
¿Estudiaste Enfermería por vocación?
Estudié por iniciativa propia, porque me gusta desde pequeña. Mi padre es enferme-ro, recién jubilado, mi madre es auxiliar de enfermería. Tengo un tío veterinario, otro médico. El ámbito del cuida-do ha estado muy vinculado a mi infancia. También es cierto que estudié música y hacía teatro. No te voy a negar que tuve mi crisis de los 18 y en el momento de decidir universidad no sabía qué elegir. El componente de carrera estable a largo plazo influye y me animé a venirme a Madrid a estudiar a la Complutense. Fue en tercero de Enfermería cuando floreció el germen que tengo inquieto del mundo de la actuación y empecé Arte Dramático, compaginándolo con Enfermería.
Empiezas a trabajar como actriz, pero viene la pandemia. Tú eres enfermera y te ofreces como voluntaria para ayudar ¿Cómo fue tu experiencia?
Ha sido un ejercicio de introspección muy fuerte. Yo no había trabajado como enfermera. Veía las noticias en Madrid, las cifras a las que estábamos llegando. El día 21 o 22 de marzo empecé a darme cuenta de que estaba pasando algo muy gordo y me estaba generando ansiedad estar en casa. Pensaba ‘tengo la carrera de Enfermería, no tengo experiencia, pero todo es ponerse en la vida. Todo es aprender y tener actitud’. A través de una amiga conseguí el contacto de un hospital, me llamaron para una UCI. Fui realista y dije que no estaba preparada para entrar en una UCI porque también hay que saber dónde puedes estar y dónde no. Acto seguido me llamaron para medicina interna en el Hospital de Cantoblanco, que pertenece a La Paz. Me incorporé al 25 de marzo con muchísima incertidumbre, mucha expectación y mucho miedo, no lo voy a negar. No tanto miedo al contagio si no miedo a ser un estorbo. Yo iba con toda mi buena intención, pero claro, me faltaban muchísimos conocimientos. Di con un equipo maravilloso de enfermeras, el supervisor, la planta y tuve mis semanas de adaptación, ahora mismo puedo decir que ha sido una de las mejores decisiones que he tomado en la vida.
Además, te has quedado y ya no eres esa enfermera novata que arrancó, ¿no?
Cuando viene alguien nuevo, digo ‘yo soy nueva’. Y me dicen: ‘nueva, ¡llevas un año!’. De hecho, cuando pienso que he cumplido un año de mi vida trabajando como enfermera, alucino. Ahora todas las técnicas de enfermería las tengo aprendidas. Se puede decir que sí, soy enfermera. Me daba hasta cosa decirlo. Antes decía que había estudiado Enfermería, ahora digo que soy enfermera. Tengo mis pacientes, estudio sus casos y me voy feliz a mi casa porque ejerzo la profesión, los cuidados de enfermería. Esta sensación de gratitud y realización es algo que yo no había sentido con nada anteriormente.
¿Fue muy duro ver a pacientes tan graves?
Salía del hospital y como muchos compañeros tenía ese shock. Pero el shock para mi era más intenso porque no te-nía mucho contacto con la muerte. No lo incorporamos como parte de la vida, como un proceso final de cuidados. Tiene que ser igual de digno y hay que cuidarlo. Cuando hice ese click, al ver que llegaban pacientes y no tenían a sus familias y estaban solos. Tú eras la persona que estabas ahí. Se entraba con mucho miedo a las habitaciones. Estuve en una planta de medicina interna. Por aquél entonces, muchos pacientes se quedaron fuera de asistencia especializa-da de una UCI, de un respirador. Te topas de frente con un electrocardiograma plano. Algo que yo sólo había visto en las películas. La primera vez que das al botón y ves que hay una línea plana de verdad es impactante. Un día esto se acaba y hay que vivir.
¿De alguna manera la enfermería te aporta algo a la faceta artística? Y, al contrario, ¿la vocación artística te ayuda a mejorar el trabajo como enfermera?
Te vas a reír, pero canto mucho a los pacientes. Me parece que, a través de la música, se consigue mucho. A veces tengo que medir porque me paso de sensible. Historias como la de la señora Carmen que me decía que no quería morir porque llevaba muchos años con su marido me emocionan demasiado. Ver a esa señora consciente, orientada, con el COVID, que quería superarlo y lo consiguió. Con una placa completamente desastrosa de pulmones salió adelante diciendo que el amor es lo más importante. Y yo, llorando. Todas mis compañeras ya me tomaban el pelo: ‘ay la llorona, ay la artista’, me decían.
¿Esto te da material para canciones?
Claro, inspira muchísimo. La inspiración no sólo está en uno mismo. También está en la observación y en las historias de los demás. No sólo eres tú. Cuando te olvidas de ti mismo abres el abanico a otras emociones, tanto positivas como negativas, de personas que no conoces que de repente te aportan otra visión, otra idea.
¿Cuáles son tus proyectos a medio y largo plazo?
A medio corto plazo tengo mi grupo, Biuti Bambú. Grabamos el disco ahora a finales de verano. Además, continúo con mis castings y tengo un proyecto de teatro a largo plazo. Tiene que ver mucho con la música, somos tres artistas y si todo va bien, podremos disfrutarlo a finales del año que viene. También quiero continuar en el hospital.