MARCOS GÓMEZ JIMÉNEZ.- Según datos recopilados por el Plan de Adicciones de Madrid, el aumento de la atención de personas que practican chemsex ha aumentado en un 602% entre el año 2017 y el 2021, y sigue creciendo sin freno, lo que muchos ya consideran como un verdadero problema para la salud pública.
El chemsex es el uso intencionado de drogas durante las relaciones sexuales entre, generalmente, hombres gays, bisexuales y hombres que tienen sexo con otros hombres (HSH), con el fin de obtener más placer o para prolongar estos encuentros. En el caso del uso de drogas que son administradas por vía intravenosa (slamming), esta práctica puede durar varios días y, de esta forma, aumentar el riesgo de contraer enfermedades como el VIH o la hepatitis C.
Un estudio reciente de investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), publicado en la revista Nursing Report, titulado ‘Exploración de los elementos de salud mental en la conducta del chemsex: intervenciones, factores de influencia y actitudes hacia la reducción de riesgos y daños en España’ y liderado por el enfermero especialista en Salud Mental Pablo del Pozo ha creado una herramienta denominada Chem-Sex Inventory (CSI), que es capaz de estudiar los riesgos emocionales y de salud mental en quienes practican chemsex. El estudio también subraya la necesidad de atender mejor a la población vulnerable que realiza con frecuencia esta peligrosa práctica.
“El chemsex representa una emergencia de salud pública con implicaciones significativas para la práctica de la enfermería en diversos entornos sanitarios”, explica Raúl Juárez, uno de los autores del artículo, enfermero y profesor titular de investigador principal del Grupo de Investigación en Cuidados de la Universidad de La Rioja.
El experto considera fundamental la formación en chemsex de las enfermeras, principalmente de las que trabajan en Atención Primaria, servicios de Urgencias, servicios de Infecciosas o de Salud Mental.
Pone en valor que ese es el primer instrumento válido que ha sido publicado en nuestro país y que sirve como guía clínica para detectar los problemas mentales asociados a esta práctica. “Se realizó un estudio observacional y transversal en todas las Comunidades Autónomas de nuestro país entre enero y abril de 2023. Contó con un total de 563 participantes. Un 97% eran hombres cisgénero, y la Comunidad de Madrid fue la que mayor participación tuvo, con un 44,4%”, recuerda Juárez.
Prevención
La herramienta Chem-Sex Inventory (CSI) es una herramienta un cuestionario que los autores consideran “fundamental”, ya que no solo permite a los profesionales de la salud mental abordar a aquellos que realizan esta práctica, sino que también sirve para detectar conductas de riesgo, lo que puede proporcionar un abordaje temprano a ese problema.
Gracias al análisis factorial exploratorio que aporta el artículo, se ha conseguido detectar cuatro dimensiones que resultan clave a la hora de analizar los comportamientos de quienes practican chemsex.
“Por un lado, la inestabilidad emocional: la herramienta evalúa síntomas de ansiedad y depresión que están asociados a la práctica del chemsex”, comenta Juárez. Otro de los tres ítems restantes es riesgo de psicosis, en el que se ha analizado cómo impacta la práctica del chemsex en la conducta y el comportamiento, incluyendo posibles síntomas psicóticos.
CSI también evalúa la percepción alterada de la imagen corporal, la cual puede aparecer tras el uso de las drogas durante el acto sexual, así como la más grave de todas estas dimensiones, el riesgo de suicidio, asociado a la actitud impulsiva que pueden producir ciertos tipos de drogas.
El papel de la enfermera
El constante aumento del chemsex pone de manifiesto la necesidad de preparar a los profesionales de la salud, y en especial a las enfermeras, para lidiar y hacer frente a los efectos devastadores que esta práctica tiene sobre los pacientes. El papel de las enfermeras es crucial, puesto que, en los entornos ya mencionados, son las primeras en entrar en contacto con estas personas, las cuales, aunque muestren actitudes extremas, son vulnerables.
“Esta herramienta puede ayudar a las profesionales a abordar el problema de una manera más afectiva, también a entender a los enfermos y los riesgos asociados que mencionamos”, afirma Juárez, que también añade que de esta forma se podrá brindar “una mejor práctica clínica en lo referido a la elaboración de estrategias de salud pública, intervención y seguimiento de los pacientes”.
Las enfermeras, como “guardianas del bienestar” y mayores conocedoras de la ciencia del cuidado, son imprescindibles a la hora de reducir la incidencia de complicaciones graves asociadas a esta práctica, tales como las ITS y, como este estudio observacional refleja, los problemas de salud mental.