DAVID RUIPÉREZ.- Una nueva investigación internacional concluye que en la mayor parte de los países del mundo, el consumo diario de sodio oscila entre 3 a 5 gramos, es decir, entre 1,5 y 2,5 cucharaditas de café. Pero cuando se excede ese límite -lo que básicamente sólo ocurre en China- existe un probado riesgo de sufrir todo tipo de dolencias cardiovasculares, incluyendo el infarto de miocardio y el ictus. Así se desprende de la investigación publicada en el último número de la prestigiosa revista médica The Lancet y llevada a cabo por un equipo internacional de investigadores dirigidos por el Instituto de Investigación de la Salud de la Población (PHRI) de la Universidad McMaster y el grupo de hospitales Hamilton Health Science de Canadá.
Otra de las conclusiones del estudio es que el riesgo de consumir una excesiva cantidad de sal prácticamente se anula si el individuo mejora la calidad de su dieta añadiendo fruta, verdura, lácteos, patatas, nueces, judías y otros alimentos ricos en potasio.
El estudio ha involucrado a unas 94.000 personas de entre 35 y 70 años, a los que se ha hecho un seguimiento a lo largo de un periodo medio de ocho años. Los sujetos eran originarios de hasta 18 países distintos. China es la única nación de las participantes en la que sus habitantes presentan un alarmante consumo de sodio. El 80 por ciento de los encuestados tomaban más de cinco gramos diarios.
España no figura entre los países analizados, pero según algunos estudios nacionales, la media de ingesta en adultos superaría con creces -o habría superado en el pasado- a las que la investigación publicada en The Lancet considera peligrosa, con casi 10 gramos por persona/día,
“La Organización Mundial de la Salud recomienda ingerir menos de dos gramos -una cucharadita- como medida preventiva contra las enfermedades cardiovasculares, pero no hay mucha evidencia científica en términos de mejora del destado de salud de los individuos que alcanzan esos niveles tan bajos de consumo”, asegura Andrew Mente, autor principal del artículo que recoge The Lancet.
Menos aún
De hecho, la Asociación Americana del Corazón recomienda incluso menos sal, apenas 1,5 gramos. “En las comunidades con mayor ingesta de sodio, en este caso Chima, encontramos una relación directa entre ese consumo excesivo y eventos carsiovasculares como el infarto agudo de miocardio y el ictus. Todo lo contrario ocurren en los países donde se toma menos sal”, añade Mente.
En España, donde el consumo de sodio preocupa desde hace más de quince años a especialistas y autoridades sanitarias, se han puesto en marcha iniciativas para reducir la cantidad de sal en los alimentos. Por ejemplo “de la mano de la Agencia española de Consumo, Seguridad alimentaria y Nutrición (AECOSAN) del Ministerio de Sanidad y su famosa Estrategia NAOS se consiguió que las asociaciones de fabricantes de pan y de fabricantes de masas de pan congeladas disminuyeran la cantidad de sal en la masa para elaborar el pan, que de 22 g de Cl Na/kg de harina bajó hasta los 16g. También se ha trabajado con la industria en la disminución del sodio en los productos procesados como los derivados cárnicos (jamón cocido extra, pechuga de pavo, salchichas, mortadela, chorizo…) precocinados (croquetas, empanadillas, nuggets, canelones/lasañas, productos de surimi…) e incluso en salsas como la mayonesa, el tomate frito y, en menor medida, el ketchup”, explica Mari Lourdes de Torres, supervisora de la Unidad de Nutrición del Hospital Miguel Servet de Zaragoza y vocal de Nutrición del Consejo General de Ennfermería.
Con los datos en la mano, los investigadores del estudio internacional sugieren centrar las políticas de salud pública orientadas a reducir el consumo de sodio en las comunidades con niveles más elevados de consumo y coordinarlo con estrategias para mejorar la calidad de su dieta en general. No existe evidencia de que las personas que ingieren una cantidad de sal moderada deban reducirla aún más para prevenir el ictus o el infarto, porque no están en riesgo.
El papel de la enfermería
El rol de las enfermeras para garantizar que la población adquiera los hábitos correctos en cuanto a su consumo de sodio pasa porque las intervenciones enfermeras sean la respuesta a los objetivos de salud pública, así como a la demanda actual de los consumidores con compromiso, consenso y experiencia.
“Las enfermeras de Nutrición, -añade de Torres- junto con las enfermeras de Atención Primaria y de Sociosanitaria, tenemos las herramientas y la oportunidad de hacer que estos mensajes lleguen a la población adulta y ancianos, mediante programas de educación para la salud. Pero las enfermeras de pediatría tienen una labor importante en conseguir que los padres no añadan sal en la introducción de los alimentos de la primera infancia. Los lactantes no conocen la sal ni el azúcar y son capaces de ir degustando los primeros alimentos simplemente cocinados y con un poco de aceite de oliva virgen. La sal intrínseca que llevan las hortalizas, carnes, pescados, huevos, como el azúcar propia de las frutas, la leche y los yogures, ya es suficiente para el mantenimiento intracelular, no es necesario añadir más”.