MARINA VIEIRA.- Una ciudad que se encuentra dentro del top diez de pueblos más bonitos de España y no lo decimos nosotros, lo dijo The Traveler en el último ranking que publicó en 2015 y que elabora anualmente.

Las razones son obvias: es una ciudad en miniatura muy asequible para una escapada de fin de semana. Si lo que el visitante busca es comodidad, buena gastronomía y naturaleza por doquier. Además, cualquier época del año es buena para organizar un fin de semana. En invierno puede pasear por sus frías calles a la vez que disfrutar del ambiente más castellano. También es un buen momento para organizar un viaje el verano, época de más animación en la ciudad, donde año a año veraneantes de todas las regiones españolas acuden para descansar.

Para pasear

No hay que perderse su catedral, donde se puede observar el impacto de bombas de la Guerra de la Independencia, entre la inmensidad de una catedral mitad románica, mitad gótica. En las paredes de sus alrededores, el visitante podrá apreciar diferentes pintadas en rojo: son lo que se conoce como vítores y que pintaban los estudiantes de la época tras convertirse en doctores. Se podría decir que son los primeros grafitis de la historia.

Plaza mayor de Ciudad Rodrigo.

Plaza mayor de Ciudad Rodrigo.

También de visita obligada son sus murallas, donde hay una vista formidable del río Águeda. Se recomienda comenzar el paseo por el parador y continuar hasta llegar al lugar donde se observa Portugal en el horizonte.

Después de conocer su catedral y su muralla, si no se está alojando en el parador, debería ir a visitarlo. El torreón del castillo que salvaguardaba la ciudad es el edificio principal de este hotel, sus jardines son parte de las murallas y el foso de la ciudad medieval.

Además, a lo largo de toda la ciudad podrá observar la magia de la piedra que viste los edificios de Ciudad Rodrigo, de color cobrizo que brilla al atardecer y los escudos torcidos en sus portadas. Las malas lenguas atribuyen esta característica a que tales palacios eran propiedad de hijos bastardos.

Para comer

Tras un paseo por sus impactantes calles, deberá dirigirse a la Plaza Mayor de la ciudad, punto de encuentro de todos los agricultores y ganaderos de la zona y lugar donde se pueden encontrar los mejores bares para degustar sus platos típicos.
Desde aquí, se recomienda no abandonar el lugar sin probar los famosos morros de El Sanatorio. La mejor forma de acompañar este curioso plato es bañarlo con un vino de la tierra o una cerveza bien fría. En El Sanatorio también podrá degustar un plato de huevos con farinato, plato por excelencia de Ciudad Rodrigo.

En la misma plaza se recomienda también acudir al Bar Ángel y, si tienen suerte, prueben las croquetas con farinato; no las tienen siempre, pero son una auténtica delicia. Si no es tan afortunado de encontrarlas, toda su variedad de croquetas (que se piden por unidad) es excelente y el trato de sus camareros, inmejorable.

Si lo que busca es comer en restaurante, en vez de ir de tapas, cualquiera de los restaurantes de los alrededores es bueno. Lo que le recomendamos es que pida carne de vaca morucha —la raza típica de la zona— y que de entrante pida embutidos salmantinos, de cerdos curados y alimentados bajo las encinas que rodean todo el campo que linda con Ciudad Rodrigo.

Para visitar

Sus alrededores también forman parte de las razones por las que no puede dejar de visitar este lugar. Los que quieran disfrutar de la naturaleza, a escasos kilómetros se encuentran las arribes del Duero, un paraje singular poblado de buitres leonados y escarpadas rocas. Si por el contrario el viajero busca rutas gastronómicas, es recomendable acudir un día a comer a Portugal.

Ciudad Rodrigo se encuentra a tan sólo veinte kilómetros del país vecino y al poco tiempo de cruzar la frontera se encuentra Almeida. Este lugar ha sido calificado por muchos como la versión portuguesa de Ciudad Rodrigo, que cambia palacios imperiales por típicos azulejos portugueses y donde se puede degustar un delicioso bacalao a bras en su Pousada —los Paradores de turismo a la portuguesa— edificios que comparten la singularidad y tradición que sus homónimos españoles.