ÁNGEL M. GREGORIS.- El duelo es la respuesta natural, psicológica y necesaria que tiene todo ser humano ante una pérdida significativa de alguien o algo. Aunque la mayoría de las personas consigue sobreponerse a este duelo y rehacerse, para algunas (entre un 10 y un 20%) se puede complicar, sobre todo en aquellos casos que carecen de apoyos donde expresar el dolor que viven. “La falta de apoyos puede acabar haciendo que no se sobrepongan al dolor y puede llegar a tener consecuencias mentales y físicas que afectan a la salud y relaciones personales. Es decir, el duelo se puede llegar a enquistar y el afectado puede enfermar a pesar de que en principio no es una patología”, afirma Izaskun Andonegui, enfermera y fundadora de la asociación Bidegin de apoyo al duelo de Guipúzcoa, que ha participado en una de las charlas organizadas por el Colegio de Enfermería de Guipúzcoa.
Por el contrario, un duelo con unos buenos apoyos, con la elección de la persona de querer vivir con el dolor y salir adelante, dándole el espacio y el tiempo necesario, derivará en que el afectado logre soltar el dolor.

Imagen: Mila Arce e Izaskun Andonegui, en la conferencia ofrecida por el Colegio de Enfermería de Guipúzcoa.
Igual o más importante si cabe es ayudar a superar el duelo a los niños que lo sufren porque negar o esconder el problema no ayuda en absoluto a que estos puedan salir adelante. “Actualmente, los padres o adultos tienen a ocultar estas situaciones. Antes, sin embargo, la gente moría en las casas y los niños participaban en esa vivencia, se consolaban con los mayores y estaban presentes”, explica Mila Arce, enfermera especialista en Salud Mental.
Para ella, es fundamental que los niños superen este problema, ya que hay muchas secuelas de adulto que tienen el origen en un duelo no resuelto, no apoyado o no seguido. “En ocasiones, cuando son personas muy cercanas como un hermano, los padres se estancan en su propio duelo y no atienden a las necesidades del resto de hijos”, destaca Arce, que apunta que esto el niño se lo guarda, lo llora como puede e incluso a veces se siente un poco responsable de cuidar a sus padres.
Para afrontar estas situaciones, la enfermería debe acompañar a estas personas y apoyarlos en todo momento. En el caso de los niños, Mila Arce considera que es fundamental estar ahí porque a veces la familia no puede hacerlo y somos nosotros los que suplimos ese papel. “Lo primero que tenemos que hacer nosotros los enfermeros es cuestionarnos el propio tema de la muerte. Debemos atrevernos, ser valientes, escuchar las necesidades del niño, detectar su estado, leer entre líneas y permitirles que expresen sus emociones”, cuenta la enfermera.