ÁNGEL M. GREGORIS.- Chucherías, bollos, helados, fritos, alcohol… Las vacaciones de verano son la época perfecta para olvidarse de la dieta y darle al cuerpo todas las alegrías, convertidas en grasas trans y saturadas, que durante el año se le han negado. El cambio de rutina y hábitos en la alimentación hacen que la báscula marque unos cuantos kilos más a la vuelta del descanso. Según numerosas estadísticas, tras un mes de vacaciones se suele engordar entre cuatro y seis kilos. Prevenir que esto pase y, en el caso de que suceda, poner remedio sin deteriorar la salud es uno de los objetivos de la enfermería, que se encarga de concienciar a los pacientes y ayudarles a volver a su peso ideal de la forma más sana posible.

“Desde las consultas tenemos que dejar claro que no interesa machacarse en un gimnasio o hacer una dieta estricta o cualquier dieta milagro después del verano porque cuando dejamos de hacerla, viene el efecto yo-yo; y es que no podemos meter al organismo tanta presión dándole poca comida y luego volver a actuar como siempre porque la recuperación de kilos es muy rápida”, afirma la enfermera Marilourdes de Torres, responsable de la Unidad funcional de dietética y nutrición en el Hospital Universitario Miguel Servet de Zaragoza.

Aunque cada vez la población está más concienciada de la necesidad de cuidarse, durante el periodo estival es habitual abusar de productos que normalmente no se consumen, entre ellos el alcohol. “El mensaje que tenemos que dar los nutriólogos es que hay que tener cuidado con el alcohol porque el verano es una temporada muy propicia para abusar de alcoholes blancos, con mucha graduación”, explica De Torres, que recuerda que “la sed se quita con agua y es necesario mantenernos hidratados”.

Cinco comidas al día

Para ella, una vez que el mal ya está hecho y se ha engordado, lo que no se puede querer es perder en cuatro días lo que se ha engordado en un mes. “Es importante llevar a cabo cinco ingestas al día (desayuno, media mañana, comida, merienda y cena), realizar presentaciones culinarias más suaves, comer verdura, los segundos al vapor, a la plancha, al microondas…”, resalta la enfermera.

Una de las premisas más importantes es conjugar lo que se come con lo que se cena y, sobre todo, no comer bollerías ni alimentos industriales. “Si nos apetece un día pasta, la podemos tomar, pero en vez de con chorizo, tenemos que intentar saltearla con un poco de aceite y ajo o jamón york. Lo mismo pasa si queremos hacer una fritada de patata y pimientos, que en vez de freírla, podemos hacerla al microondas”, aconseja la también profesora del Experto en Dietética, Dietoterapia y Nutrición de la Escuela Internacional de Ciencias de la Salud.

Asimismo, la enfermera considera imprescindible “acudir al centro de salud y preguntar al profesional de enfermería dos o tres meses antes de irse de vacaciones para que nos den unas indicaciones de cómo comer más sano e ir preparando así el cuerpo para ese mes de descanso”. Aun así, si no se han seguido las pautas, “lo importante es no tener prisa para eliminar esos kilos”, recalca De Torres.

Más allá de los kilos que se engorden en este periodo, la alimentación afecta muchísimo a la hora de volver a la rutina del trabajo. “Una alimentación en la que hay mucha grasa saturada, poca ingesta de agua y mucho dulce crea una toxicidad que hace a las personas un poco más agresivas y produce hiperactividad y falta de concentración. Además, si comemos demasiadas grasas saturadas, éstas nos crean una sensación de saciedad que hace que el trabajo nos produzca más tedio y no estemos tan ágiles”, puntualiza.