IRENE BALLESTEROS.- Falsificación, plagio, duplicación y fuentes no fiables. Cada año se detecta un mayor número de malas conductas en la elaboración de artículos científicos e investigaciones. Una mala praxis que está poniendo en juego la calidad de la ciencia, y no solo en nuestro país.
Cuando se realiza una investigación científica bajo malas conductas se lleva a cabo un proceso de retractación, donde se indica que la publicación contiene conclusiones, resultados y datos que no son fiables y, por lo tanto, se solicita su corrección o se confirma que no pueden usarse para su reproducción, así como tampoco deberían servir como referencias para otros trabajos. Lo cierto es que, a pesar de parecer una actividad propia de las nuevas tecnologías, la retractación de publicaciones lleva existiendo muchos años. «Desde finales de los años 70 la retractación de artículos se ha llevado a cabo y el proceso de detección e investigación de las publicaciones se ha ido perfeccionando desde entonces», explica Roberto Guerrero, doctor en enfermería y miembro del Instituto Español de Investigación Enfermera del Consejo General de Enfermería (CGE).
Pero ¿por qué se está incrementando esta mala práctica si ya existen herramientas potentes para evitarla? «Que haya un mayor número de retractaciones se puede entender desde tres aspectos relevantes: que se incrementen los casos de mala conducta científica debido a la presión por publicar, que la cantidad de artículos publicados al año haya aumentado considerablemente y porque los sistemas de detección de artículos erróneos se hayan perfeccionado, gracias a la disponibilidad de tecnología específica para ello», continúa el enfermero.
Impacto directo en la sanidad
La retractación es el único proceso que permite detectar y corregir las malas conductas en la investigación científica. En total, este estudio ha logrado detectar, hasta el 26 de enero de 2023, 374 retractaciones, un número que hace especial daño a la ciencia y, por lo tanto, impacta de forma directa en la sanidad, pues es un claro indicador de la falta de credibilidad y veracidad de sus investigaciones. «La mala práctica científica da lugar a la aparición de mala ciencia, de la que se sacan conclusiones erróneas sobre los problemas de salud y su abordaje. Esto, sin duda, tiene un impacto negativo en la atención sanitaria, dado que los profesionales pueden tener una base de evidencia errónea y sus intervenciones pueden tener efectos nocivos en la salud de las personas», afirma Guerrero.
Un claro ejemplo de su impacto en el ámbito sanitario es el COVID-19. La pandemia trajo consigo la inmediatez y obligó a toda una humanidad a consumir y fabricar contenido científico sobre el avance del virus y sus causas desconocidas. Los artículos científicos publicados con COVID-19 en sus titulares se cuentan por millones. Lo cierto es que una gran parte de ellos han sido retractados. Retraction Watch, un blog dedicado a informar sobre retractaciones de artículos científicos y temas relacionados, ha podido detectar 369 artículos sobre COVID-19 que han sido retractados.
Investigación enfermera
Ni todas las retractaciones son iguales, ni todas tienen la misma repercusión e impacto. Tal y como apunta el Código de Buenas Prácticas Científicas, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, «las violaciones más serias de la buena práctica científica son la fabricación y falsificación«. Dentro de las malas conductas practicadas también se encuentra el plagio, la duplicación, los problemas éticos o legales y los datos o resultados no veraces y, por tanto, tampoco fiables.
De las 374 retractaciones detectadas, el 77% de ellas son biomédicas. Pero ¿cómo se presenta el panorama en el ámbito de la enfermería? «De momento, la investigación enfermera no está situada entre las que sufren más retractaciones, en comparación con la investigación médica o farmacéutica. No obstante, se debe realizar un seguimiento sobre los casos de retractación que van apareciendo y analizar los ejemplos de mala práctica investigadora para realizar una labor de concienciación sobre ello», continúa el enfermero investigador.
¿Soluciones?
Más allá del uso de herramientas específicas, la duda más repetida es cómo mejorar la calidad de las publicaciones científicas.
«En primer lugar, debemos entender nuestra responsabilidad en la corrección de errores detectados, ya se detecten en publicaciones propias o en ajenas. Desde el mundo editorial se deben mejorar los esfuerzos sobre procesos de revisión más robustos, mediante la formación y el reconocimiento oficial de los revisores. Hoy en día hay disponibles plataformas para el reconocimiento y la formación de revisores científicos, como Publons, Clarivate o Elsevier», explica Guerrero.
Para contribuir a una buena práctica investigadora, los enfermeros «desde el Instituto Español de Investigación Enfermera queremos promover la contribución proactiva para velar por la buena práctica investigadora, ya sea mediante la comunicación de errores propios de la investigación y su corrección, como la comunicación a editores sobre sospechas de mala conducta detectadas en los trabajos que consumimos. Al fin y al cabo, nuestro objetivo como investigadores no es otro que crear conocimiento de la realidad tal y como es«, concluye este enfermero investigador.