MIRIAM OLIVAS.- Las Fallas ya han comenzado después de más de un año y medio de espera por la pandemia. Un evento envuelto en la incertidumbre por la incidencia de COVID-19 pero que se esperaba con muchas ganas y expectación. Detrás de la celebración se encuentran meses de trabajo y dedicación y, detrás de ellos, muchas personas, con historias y profesiones diferentes. Es el caso de Cristina Morán, enfermera y artista fallera. Llegó a los dos lugares casi por casualidad. Cuando empezó el camino en ambos mundos, cuándo los vio de cerca, de repente supo que en su vida ocuparían todo el espacio. Es artista desde siempre, estudió acordeón en el Conservatorio de Música de su ciudad natal -León- y ese amor por la música desencadenó en otro: el amor por “el arte de cuidar”.

“Estudié Enfermería por casualidad. No conocía prácticamente nada de la profesión, pero las circunstancias me llevaron a elegir esta carrera. En León no hay Bellas Artes que era lo que más me gustaba, no podía irme fuera si quería terminar mis estudios en el Conservatorio, y entre mis opciones Enfermería parecía la mejor. Estudiando fui conociendo lo que significa y durante las prácticas surgió mi verdadera vocación. En ese momento descubrí que había tomado la mejor decisión”, asegura la enfermera.

Envuelta en la magia de las Fallas

Las Fallas también llegaron a su vida de forma más natural. Pisó Valencia y se enamoró. Las circunstancias de vida hicieron el resto. “Cuantas más veía, más ganas tenía de aprender a hacerlas. El hecho de poder trabajar como enfermera sólo durante el verano me dio la oportunidad perfecta para formarme como artista fallera durante el resto del año. Además, era una puerta para poder dedicarme en un futuro a algo artístico de forma profesional”, cuenta Cristina.

Desde que tomó esa decisión comprobó la magia de las Fallas, una magia que significa mucho para ella. “Es la combinación perfecta de distintas disciplinas, desde el diseño y bocetado de las ideas iniciales hasta la pintura final de los acabados, pasando por la carpintería o el modelado de todas y cada una de las figuras. El trabajo en equipo durante todo el proceso y el cuidado de cada detalle hasta el último momento, son la chispa que da vida a las Fallas”.

La pandemia resintió a los artistas

La pandemia supuso un freno en esta dinámica vital que llenaba a Cristina, el sector de artistas falleros se resintió y la situación empezaba a ser complicada. En ese momento comenzó su etapa como enfermera escolar a tiempo completo y eso le hizo alejarse – a la fuerza- del fuego de las fallas, pero siempre conserva el mismo pensamiento; volver a compaginar ambas cosas.

Mientras tanto todos miran con preocupación la celebración de la fiesta. Sin embargo, la enfermera lo tiene claro, con precaución, es algo que hay que hacer y que parte de la responsabilidad individual que no se convierta en una tragedia. “Hay muchas ganas de Fallas y hace falta plantarlas y quemarlas, que es para lo que han sido creadas. La ventaja es que la celebración es al aire libre y no debería haber mayor problema que en los conciertos o actos deportivos ya celebrados en todo”, asegura.

Dos mundos con mucho en común

Cristina tiene claro que no hay tanta diferencia entre sus dos pasiones. “Planificación, organización, constancia y esfuerzo para poder llegar a todo son cosas que le sonarán a cualquier enfermera, y también son los pilares fundamentales de cualquier taller fallero”. Una pasión que va dirigida hacia el ámbito de la enfermería escolar y que reivindica de forma tajante como base necesaria para proteger a los más pequeños ante virus como el COVID-19 pero, también, ante enfermedades que dificultan su día a día.

“Se está haciendo visible la figura de la enfermera escolar, algo tan importante ahora y tan necesario siempre. No solo para atender todo lo que pueda surgir a lo largo de la jornada escolar, sino para el control y seguimiento de los niños con patologías crónicas, para la administración de medicaciones cuando sean necesarias y para la realización de educación para la salud. Porque la enfermería escolar no es un lujo, es una necesidad», sentencia.