MARCOS GÓMEZ JIMÉNEZ.- El pasado 25 de agosto, un escalador sufrió una luxación de rodilla, una lesión a priori leve, pero que en cualquier momento se puede complicar, más teniendo en cuenta que el hombre se encontraba en un punto remoto de la Montaña Palentina. Aunque la situación no fuese crítica requería no solo de precisión, también de una gran destreza, cualidades que debe tener una enfermera rescatadora, como la que intervino en este caso en concreto, Eva González López, que forma parte del Grupo de Rescate de la Junta de Castilla y León, la primera administración en incluir enfermeras en este tipo de operaciones, desde 2017.
Como suele ser común, en este último rescate, tanto González como otro rescatador bajaron en la grúa que desplegó el helicóptero, de unos 90 metros, y descendió para brindar al accidentado una primera asistencia médica.
González es una enfermera que ha decidido llevar su vocación sanitaria a un entorno completamente diferente, y es que, ser enfermera rescatadora no es una tarea ni sencilla ni común, «Para trabajar en Castilla y León en este campo, es imprescindible tener no solo la carrera de enfermería, sino también un máster en medicina de montaña«, explica la profesional.
Este máster, de tres años de duración en el caso de González, es una formación reglada que ofrece la posibilidad de especializarse en ambientes hostiles y situaciones extremas. Además, es necesario ser Técnico Deportivo de Media Montaña, una certificación que asegura que el personal no solo está preparado para asistir médicamente, sino también para moverse con seguridad y eficiencia en terrenos complicados.
La rutina diaria de una enfermera rescatadora es tan variada como los paisajes que sobrevuela. «Estamos localizados hasta el ocaso porque el helicóptero no vuela de noche. A las 10 de la mañana ya estamos en la base, listos para cualquier eventualidad». El día puede transcurrir entre entrenamientos con el helicóptero, mantenimiento del material o esperando una llamada que movilice al equipo en menos de cinco minutos, «somos rápidos, cada segundo cuenta. Muchas veces salimos a ciegas porque desconocemos la gravedad de los hechos, o en una búsqueda, con poca información, pero siempre estamos preparados para lo peor«, afirma la enfermera.
Un trabajo distinto
Aunque la gran mayoría de rescates son casos leves, como el mencionado, en el que rápidamente el escalador fue estabilizado y trasladado a la localidad de Aguilar de Campoo, hay situaciones que requieren de la calma y la pericia de estos profesionales. «Los rescates más complicados son con pacientes críticos en zonas de difícil acceso, donde hay que hacer reanimación, administrar sueros o inmovilizar a la persona, todo ello lo hacemos colgados de una cuerda», explica González.
A pesar de estas dificultades, que pueden darse en terrenos muy complicados y paredes de montaña, la enfermera define su trabajo como increíblemente gratificante: «Es muy agradecido, sobre todo cuando ves la mirada de alguien que está solo, asustado, en un entorno hostil, y sabe que su vida depende de que lo saques de allí».
“Súper chulo”, así es como define González su trabajo, ya que combina su amor por la montaña y su vocación enfermera. Su carrera comenzó en la UCI de un hospital y a día de hoy no se plantea cambiar de trabajo, aunque reconoce que no es una labor que pueda prolongar indefinidamente debido a las exigencias físicas. «Sin duda lo recomiendo para quienes les guste la montaña y los rescates. Creemos que en enfermería solo podemos hacer labores hospitalarias, pero podemos hacer mucho por los demás en otros entornos, es una profesión muy amplía y con distintas aristas», concluye.