ALICIA ALMENDROS.- Robin Cavendish (Andrew Garfielfd) era un hombre atractivo, inteligente y divertido. Tenía una vida perfecta, llena de amor y aventuras cuando a los 28 años la polio llamó a su puerta provocándole una parálisis en todo el cuerpo. Una puerta, que según los médicos nunca volvería abrirse y sin embargo su mujer Diana (Claire Foy) supo atrancar para traer de nuevo a la vida a su marido.
El primer paso de Diana fue traerlo a Reino Unido desde África donde vivían algunas temporadas, ya que Robin se dedicaba al comercio del té. Ingresado seguidamente en un hospital donde apenas le dieron meses de vida, Diana nunca se rindió a pesar de que el propio Robin quiso tirar la toalla en más de una ocasión. Fuerte y luchadora acudió cada día a ver a su marido, aprendió a cuidarle y consiguió finalmente llevarlo de vuelta a su casa donde ella misma ejercería de enfermera. El ingenio de esta pareja, la persistencia de Diana, las ganas de Robin de vivir y disfrutar de su hijo, y la ayuda de sus amigos hicieron que Robin aprendiese a disfrutar de la vida más allá de la parálisis que sufría.
Viajes, fiestas… nada era un obstáculo para este joven que pronto se convirtió en un ejemplo para otros pacientes y en un portavoz de los derechos de los discapacitados.
La película sucede en escenarios muy dispares, que en algún momento rozan el surrealismo. Y es que sorprende que, durante un viaje a España, Robin y su familia se vean envueltos en una fiesta flamenca en la que los “bailaores” y “cantaores” parecen recién llegados de México o de otros países de Latinoamérica.
Vacunación sí o no
La película está basada en una historia real. De hecho, su productor, Jonathan Cavendish, hijo de Robin y Diana, es quien decide hacer un homenaje a la historia de sus padres. Sin duda, un film que hace reflexionar al espectador sobre la importancia de la vacunación y como gracias a ella, enfermedades como la polio están prácticamente erradicadas en la actualidad.