LEIRE MARTÍN-BERDINOS.- Uno de los principios básicos de intervención de los proyectos de cooperación al desarrollo en general y de los de Enfermeras Para el Mundo (EPM) en particular es el respeto a la cultura del país y la identidad de los pueblos, en los aspectos que no vulneren los Derechos Humanos. Incluso la intervención podría ser ineficaz o incluso completamente rechazada si no se ajusta a los usos culturales y las creencias de cada lugar.

Bajo esta filosofía de actuación trabaja EPM en sus acciones formativas hacia personal local y en la labor de sensibilización a la población. Y aplica esos principios en un país especialmente complejo desde un punto de vista geográfico y social como es Mauritania.

Situado en pleno desierto del Sáhara, es la frontera entre el Magreb arabo-bereber, y los países subsaharianos negroafricanos, con su multiplicidad de etnias y culturas. En el país conviven, además de otros pequeños grupos minoritarios, una serie de grupos étnico-lingüísticos bien diferenciados: los bidani (blancos de origen arabo-bereber que hablan el dialecto árabe hassaniya) y los haratin (de origen étnico negroafricano, son arabófonos y han perdido sus raíces culturales africanas, y suponen el grupo étnico-demográfico mayoritario del país). Paralelamente entre las culturas negroafricanas encontramos a los halpu lar, a los soninkés, loswolofs y los bambara (muy minoritarios).

Cuando lo cultural influye en la salud materna.

Cuando lo cultural influye en la salud materna.

Además de las limitaciones materiales y estratégicas a las que se enfrenta el Ministerio de Salud de este país, como pueden ser la escasez de estructuras sanitarias y de material, el insuficiente número y la baja cualificación del personal sanitario, y las grandes distancias que tiene que recorrer la población para acceder a la atención, el cuidado de la salud se enfrenta a otros retos mucho más sutiles, como son las cuestiones étnico-lingüísticas o culturales. Mención especial, por su relevancia en todas las etnias, merece la salud reproductiva, materna e infantil, que refleja de forma especial la diversidad de enfoques y de costumbres que es necesario tener en cuenta. El tipo y ubicación de los centros de salud, la forma de atención, la procedencia étnica del personal sanitario o el conocimiento de las lenguas y culturas que se hablan en su radio de actuación, son algunos factores que pueden condicionar que las mujeres decidan o no acudir a las consultas sanitarias.

Riesgo

Las diferencias en cuanto a prácticas y creencias sobre la maternidad y el bebé son determinantes a la hora de implementar acciones de salud materna y tienen distinta re percusión en las diferentes etapas del embarazo. Por ejemplo, si bien en todas las etnias la concepción es recibida con una gran alegría y reconocen la importancia de los controles prenatales, en el caso de los halpular y los soninkés existe la creencia de que el embarazo no debe darse a conocer hasta que sus signos son evidentes, porque se ha de proteger a la madre y al feto del mal de ojo, y cuanto más avanzado está el embarazo menor es el riesgo. Por ello, las consultas de seguimiento pueden retrasarse más de lo conveniente al no querer ser vistas en la consulta de la matrona, cosa que no ocurre con los araboparlantes, tanto haratin negros como bidani blancos, que si bien también creen en el mal de ojo, en esta cuestión son más pragmáticos y dan más importancia al control de los riesgos en el embarazo que al “riesgo social”.

Cuando lo cultural influye en la salud materna.

Cuando lo cultural influye en la salud materna.

Otro momento de conflicto, y con gran riesgo, es el parto. Generalmente las mujeres dejan su casa para pasar los últimos días del embarazo y dar a luz con su familia de origen. Los traslados en esta etapa suponen que, en muchos casos, la mujer dé a luz en una localidad donde no ha tenido seguimiento y no conocen su historial médico.

En este momento las tradiciones juegan un papel especialmente determinante. Los soninkés opinan que la mujer está “a la vista de la muerte” 40 días antes y 40 después del parto y se le da una gran importancia a su salud y su estado. En cambio, entre los halpular la preocupación por la salud se mezcla con la consideración social; la mujer debe saber aguantar y gestionar el dolor. Cuanto menos exprese se la considerará más “femenina” y adquirirá un mayor status. En algunas zonas rurales todavía se conserva la costumbre de que la parturienta se sitúe en un árbol cercano a la casa mientras tiene los dolores del parto y sólo cuando el bebé va a salir se acerca alguna mujer a asistirla.

Por supuesto, si existe alguna complicación se detecta mucho más tarde y los partos asistidos por profesionales sanitarios son menos frecuentes. Por otra parte, entre los arabobereberes blancos y los haratín existen muchos tabús lingüísticos respecto a la sexualidad o la salud materna ,y por ello el personal sanitario debe comprender las expresiones eufemísticas que se usan e insistir haciendo preguntas sobre esas cuestiones para poder hacer un diagnóstico adecuado. En cuando al postparto, en general las atenciones se centran en la mujer y su recuperación. Si la familia no detecta nada inusual en el bebé es común que no se le lleve a la consulta de revisión postnatal, incluso en los casos en los que el parto se ha producido en un centro sanitario.

Es imposible determinar hasta qué punto la alta mortalidad materna en Mauritania, que es de 510 muertos por cada 100.000 nacidos vivos (datos 2010) tiene que ver con los hábitos culturales y hasta qué punto con la falta de medios y recursos, así que es importante tener en cuenta ambos factores, incluso cuando es necesario influir para que cambien ciertos hábitos que ponen en peligro a la madre y al bebé.