En España el 22,2% de los pacientes que lo padecen sufren este trastorno mental
Isabel lleva viviendo con dolor más de 17 años. Cuando cumplió los 40 empezó a medicarse, las lumbalgias no le dejaban vivir con plenitud y se sentía frenada a cada paso que daba. Ocho años después, el diagnóstico llegó a su vida, tenía uno de los discos lumbares partidos. Se sometió a una intervención, pero lejos de haber desaparecido el problema, éste se incrementó, y el dolor crónico le sumió en la desesperación. Las crisis, o “brotes”, como ella lo denomina, le dejaban incapacitada entre 15 y 20 días seguidos. Periodos donde la dependencia era total. Desde entonces, la ansiedad, el estrés, la angustia y la depresión le visitaban cada semana, cada día, incluso. Y, casi siempre se quedaban a vivir con ella y con su dolor.
Esta es parte de la historia de Isabel, quien, gracias a un tratamiento ha encontrado la vida que el dolor crónico le había robado. Pero también es la historia de vida de casi el 30% de la población que en España sufre dolor crónico, tal y como indica el último barómetro del dolor crónico en España elaborado por la Fundación Grünenthal y el Observatorio del Dolor de la Universidad de Cádiz. Más de nueve millones de personas en España sufren dolor, que varía en su intensidad y frecuencia, afectando a la calidad de vida de quienes lo padecen. Actualmente, las consultas por dolor suponen el 80% de las visitas en Atención Primaria. Normalmente, el dolor suele tener un origen diagnosticado, siendo el lumbar el más habitual, afectando a casi el 60% de los pacientes.
Lo peor del dolor no es solo padecerlo, lo cual ya supone un reto para quienes lo sufren. Más allá del dolor fisiológico y de las limitaciones que éste puede llegar a provocar, el dolor también impacta en la salud emocional y social de la población, tanto que un 22,2% de los pacientes que lo padecen sufren depresión y un 27,6% padece ansiedad, lo que refleja la clara relación entre salud mental y dolor crónico, y la necesidad de establecer estrategias de prevención que logren paliarlo. “Los pacientes que vivimos con dolor estamos apartados, también nos apartamos nosotros mismos. El dolor, al no ser visible a los ojos se infravalora. A mí muchas veces me tomaban por loca. Además, te hace sentir inútil, sientes angustia, ansiedad, depresión y un malestar general contigo misma que hace que te encierres en tu propio mundo y terminas por hundirte. Al final, los pacientes asumimos que tenemos que vivir con ese dolor”, cuenta Isabel Macías, paciente con dolor crónico que ha querido compartir su historia de vida con DIARIO ENFERMERO para visibilizar las barreras sociales y emocionales a las que se enfrentan estos pacientes en su día a día.
Desafíos
A pesar de tener una base fisiológica, el dolor muchas veces es subjetivo. Uno de los principales desafíos a los que se enfrentan las personas que padecen dolor crónico es a la vergüenza de tener que expresar su malestar, sus dolencias. Para atajar estos desafíos y ofrecer herramientas de apoyo a estos pacientes, María González, enfermera, investigadora y profesora en la Facultad de Enfermería de Gijón (Universidad de Oviedo), ha desarrollado junto a un equipo de investigadores e ingenieros un dispositivo que facilita la atención centrada en la persona que padece este tipo de dolencias. “CuboLab es un sistema de monitorización remota del dolor y las emociones. A través de un dispositivo en forma de cubo, de fácil manejo, permite mantener una comunicación directa entre individuo y la persona. Creemos que el tratamiento de los datos almacenados nos permitirá predecir situaciones como la depresión, además de facilitar la información pertinente para aplicar unos cuidados personalizados”, explica la investigadora principal.
Potenciales pacientes
Cada una de las caras de CuboLab identifica el grado de dolor de la persona en un momento determinado. El paciente se comunica de forma directa con la enfermera girando el dado en función de sus sensaciones y sentimientos, de forma que, el grado de dolor de la cara superior se envía directamente a su enfermera, quien recibe una notificación en tiempo real a través de una app específica. Esa información se almacena en una base de datos que ofrecerá a las enfermeras información clave para el tratamiento.
“Este dispositivo facilita la comunicación de aquellos pacientes que tienen dificultad para expresar con claridad el malestar que tienen, por ejemplo, personas con afasias, alteraciones neurológicas o incluso para aquellos que tienen barreras en la comunicación con la presencia, por ejemplo, de traqueotomías. También está dirigido para cualquier paciente que padece dolor físico o emocional, porque fomenta la autonomía y la libertad de manifestar lo que sienten sin esperar a que un profesional les pregunte”, sigue. La inmediatez que ofrece CuboLab también es relevante de cara al diagnóstico. “Gracias a la emisión inmediata de los datos nos permite una atención rápida. Podemos consultar los datos, independientemente si el paciente tiene cita o no, nos facilita ofrecer una atención personalizada y también detectar episodios relevantes, adecuar los cuidados y los tratamientos a cada persona, con un mayor control en el consumo de medicamentos. Y, por supuesto nos permite realizar predicciones que nos facilitarán la toma de decisiones”, asegura González.
Además de personas con barreras comunicativas, esta herramienta tiene una elevada potencialidad, pues puede ser empleada por pacientes que acaban de ser diagnosticados de una neoplasia, para monitorizar sus emociones y dolores no solo en los primeros momentos de la enfermedad, sino durante las sesiones de quimioterapia, o al final de la vida. Otro tipo de pacientes pueden ser mujeres embarazadas que van a dar a luz, para controlar sus emociones durante el parto y en el propio postparto.
Los pacientes que lo usen “pueden sentir tranquilidad sabiendo que hay alguien al otro lado del dispositivo a quien les preocupa lo que ellos transmiten, y que les atiende, sobre todo. El tratamiento adecuado y personalizado del cubo mejora su calidad de vida. Y lo más importante, puede ser un agente preventivo, permitiendo tras el análisis de datos la detección de patrones como la depresión”, continúa la enfermera.
Gestión del dolor
CuboLab no solo mejoraría la calidad de vida de pacientes que sufren dolor crónico. Con su uso, el trabajo de los sanitarios, especialmente el de las enfermeras, como profesional más cercano al paciente, se ve impulsado. “La inteligencia artificial es una herramienta por explorar e implantar en el mundo sanitario que puede facilitar los procesos asistenciales, liberando tiempos enfermeros que faciliten el trato humano y cercano. Sin duda, este tipo de herramientas facilitarían la gestión de tiempo de los profesionales implicados, así como los canales de comunicación establecidos. Este hecho posibilitaría poder atender con mayor celeridad las demandas y, por tanto, mejorar la sostenibilidad del sistema. Pero no podemos pasar por alto la necesidad de incorporar equipos multidisciplinares que realicen un enfoque holístico del problema de salud planteado, algo que sería un gran éxito en el abordaje del dolor”, explica Mª Ángeles Merchán, supervisora de área Funcional del Bloque Quirúrgico del Hospital Universitario de Móstoles (Madrid).
En la gestión del dolor crónico la presencia enfermera abarca todas las fases. Están presentes en su detección, alertan de la aparición del mismo, participan en el diagnóstico y son claves en su tratamiento. “Cobra especial relevancia el papel de enfermería en la Unidad del Dolor, como agente de salud experto en materia de manejo del dolor. Además de considerarse un formador de formadores dentro del centro, sirviendo de apoyo y asesoramiento al resto de profesionales”, sigue la experta en dolor.
Las enfermeras participan en los planes terapéuticos, aplican tratamientos ambulatorios, realizan el intervencionismo en quirófano y revisan también la historia clínica de los pacientes, además de ofrecer la educación para la salud clave para la gestión del dolor. Sin embargo, todavía queda un largo camino por recorrer para lograr una gestión óptima desde enfermería. “Seguimos echando en falta el desarrollo de procesos y herramientas que automaticen ciertos procesos rutinarios para poder ser más eficientes en el manejo de las listas de espera, por lo tanto, pedimos inversión en nuevas tecnologías. Así, como también el reconocimiento de la especialidad de estos profesionales, existiendo formación superior especializada en la materia”, demanda Merchán.
Quizá CuboLab pueda ser la llave que dé paso a una gestión del dolor pensada por y para los pacientes sin perder de vista las necesidades de los profesionales sanitarios. Quizá la aplicación de la Inteligencia Artificial y las nuevas tecnologías, de una vez por todas, nos sirva para aprender a manejar nuestras propias emociones. Quizá, por una vez la tecnología también facilite el trabajo de las más de 345.000 enfermeras que en España velan por nuestra salud, y que a día de hoy ven en su trabajo multitud de barreras, como las que siguen encontrando los pacientes con dolor crónico en nuestro país. “Todo lo que se genere en beneficio del paciente, sin duda, ayuda. El dolor te frena, te para, y si creamos dispositivos que nos hagan vivir mejor, es una gran ayuda. Pero, hay que invertir en el factor humano también, porque el contacto con otros enfermos, y también con las propias enfermeras que se ponen en nuestra piel, resuelven nuestras dudas y nos animan en el proceso, es fundamental para pacientes con dolor crónico”, concluye Isabel Merchán, paciente con dolor crónico desde hace más de 10 años.