ÁNGEL M. GREGORIS.- “Hace días ya saqué a mis hijos del colegio y mi marido estaba teletrabajando. Yo sabía que esto se iba a disparar y para mi hija era mucho más arriesgado seguir yendo a clase”. Así de dura, pero a la vez contundente, se muestra Natalia Sánchez, matrona de un centro de salud de Málaga, que tiene una hija trasplantada de cinco órganos e inmunodeprimida.
Ella, aunque no se encuentra en primera línea con los pacientes infectados por coronavirus, continúa en su día a día haciendo posible que el sistema sanitario siga adelante en estos momentos tan duros para todos los profesionales en particular y el resto de la población en general.
Pero, a pesar de no tener un contacto directo, sabe que sí está expuesta al coronavirus y desde hace semanas ha puesto muchas más medidas de seguridad en su consulta. No por ella, sino por su hija Adriana. Porque un diagnóstico de COVID-19 podría ser fatal para la pequeña de seis años. “Personalmente, estoy viviendo este momento un poco nerviosa porque tengo que ir a trabajar, sólo la mitad de jornada por el cuidado de mi hija, pero basta que vaya una sola hora para estar expuesta”, apunta.
Cuando ella misma decretó en su casa las medidas que ahora ha puesto en marcha el Gobierno, tuvo todo el apoyo de la Asociación española de ayuda a niños, adultos y familias afectadas de fallo intestinal, trasplante multivisceral y nutrición parenteral, NUPA, que desde el primer momento le asesoraron con esta medida que quiso tomar para salvaguardar la salud de la menor. “Al principio a mi hija le costó más entender la decisión, pero yo le explique con sus palabras que como ella tiene un tratamiento especial, tenía más riesgo de coger cualquier infección. Ahora que ha visto que todo el mundo está igual, ya lo ve de otra manera”, explica.
Y en este momento, en el que se ha decretado el estado de alarma y la ciudadanía se ha visto sometida a estrictos controles para lograr combatir al coronavirus, Natalia pide una y otra vez que la gente cumpla las normas, que nos quedemos en casa porque “cualquier contacto que tengamos puede suponer un contagio”. Aun así, siente que a lo mejor los mensajes que se han lanzado desde el gobierno central y los autonómicos no han transmitido lo que deberían para no sembrar el miedo. “No se puede decir un jueves que vamos a cerrar los colegios el lunes, hay que hacerlo desde ya porque esos días son vitales para no duplicar la transmisión”, recalca.
Mientras tanto, sólo queda esperar. Una espera dura, pero que, si la gente hace un esfuerzo, tendrá un final feliz para la mayoría. Y, sobre todo, para esos niños y adultos que, como Adriana, tienen unas necesidades especiales y deben extremar mucho las precauciones.
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