RAQUEL GONZÁLEZ ARIAS.- Benjamin Kress y su socia Cristina Barón pusieron en marcha su estudio de arquitectura y diseño, Barronkress, tras la crisis de 2008. Ahora, su negocio atraviesa una nueva crisis aunque, en este caso, el origen no está en las bolsas sino en un virus que ha llevado al colapso global de los sistemas sanitarios, incluidos aquellos que se presumían más fuertes.
En medio de esta incertidumbre y del qué pasará con su actividad cuando todo esto haya pasado, Ben y su socia se encontraron con una oportunidad, la oportunidad de ayudar a aquellos que, a diferencia de otros profesionales, no sólo iban a trabajar sino que de ellos dependía en gran medida crear el muro de contención que permitiera superar esta crisis para seguir adelante: los profesionales sanitarios. Y lo hicieron gracias a la impresión 3D que, en realidad, nos dice Ben, “nosotros utilizamos para el rapid prototyping, es decir, para hacer pruebas de diseño con mayor rapidez”. “Cuando nos enteramos de que con ello podíamos ayudar a mejorar la situación de aquellos que están en primera línea, nos pareció obvio que debíamos subirnos a ese tren. Justo recibimos un cargamento de filamento, el hilo de plástico que se usa para imprimir y nos pusimos en marcha”, nos cuenta.
Desde entonces, han impreso 60 pantallas y 200 salvaorejas, una cifra que podría parecer pequeña si ellos hubieran sido los únicos, pero no lo fueron. El de Ben y su socia es sólo un ejemplo de otros que, como ellos, pusieron su tiempo y recursos al servicio de otros. En total, nos cuenta, han sido 20.000 ‘makers’ que, organizados en el grupo Coronavirus Makers, han impreso en este tiempo nada menos que 840.872 pantallas protectoras, 236.099 salvaorejas y 132.262 abrepuertas.
En su caso, nos dice, su pequeña pero valiosa producción, ha supuesto 240 horas de trabajo: cada pantalla, nos dice, se imprime en unas dos horas y los salvaorejas, que se imprimen de siete en siete, en unas tres horas y media. Basta multiplicar, para valorar un poquito más el esfuerzo de todos estos ‘makers’ que, de forma anónima, no han dudado en ayudar a quienes lo estaban dando todo en nuestros hospitales, centros de salud, residencias, hoteles medicalizados…
Actuar, producir y distribuir rápidamente
Lo bueno de la impresión 3D, nos dice Ben, es que no hay que adecuar una planta de producción de una fábrica sino que “permite reaccionar rápidamente y pasar del dibujo a la producción sin necesidad de crear herramientas nuevas. Es muy ágil y se puede cambiar de modelo de un día para otro”.
Tanto la demanda como la distribución se han ido coordinando desde Corona Makers. Los materiales se han ido almacenando en puntos centrales que, gracias también a grupos de voluntarios, se han desinfectado periódica y adecuadamente. Policía local y Guardia Civil, por su parte, han hecho posible las entregas por lotes en distintos centros sanitarios.
El estudio de Ben está en Madrid, pero él tiene su residencia en Segovia, así que allí fue donde puso en marcha la impresión de pantallas y salvaorejas que fueron al Hospital General de Segovia, servicios de emergencias de la provincia, Policía Nacional… Pronto les llegaron pedidos de enfermeras que conocían en Madrid, del Hospital Universitario La Paz y del Hospital Nuestra Señora del Rosario. “Para evitar los envíos y agilizarlo, involucramos al primo de Cristina, Javier Arroyo, que se puso a imprimir directamente en Madrid. La descentralización es otro de los fuertes de la impresión 3D”.
Salvaorejas con mensaje
Los salvaorejas, nos cuenta Ben, contribuyen a aliviar el roce que las mascarillas pueden causar detrás de las orejas tras muchas horas de uso. “Ha sido una idea fantástica para aliviar la vida del personal que ya estaba bastante al límite por la situación”, explica.

Ben muestra uno de sus salvaorejas con mensaje
Aunque lo importante es la funcionalidad, sus salvaorejas, como los de algunos otros ‘makers’, contienen distintos mensajes de apoyo para las enfermeras y resto de profesionales sanitarios como el de “héroe” o “heroína”. “Queremos que se sientan orgullosos los que lo llevan, porque lo pueden estar”, apunta Ben que cuenta además cómo muchos profesionales les han pedido una impresión extra para guardar como recuerdo.
En estos momentos, ya han detenido máquinas porque, explica, las fábricas están suministrando los materiales y “ya no tiene sentido”, pero, reconoce, “estamos todos listos para ponernos en marcha de nuevo si hubiera alguna necesidad”.
Los gastos de la producción total de estas pantallas, salvaorejas, abrepuertas y también piezas para respiradores de los 20.000 ‘makers’ que han participado se estiman en unos 600.000 euros, gasto que se ha sufragado, explica Ben, gracias a donaciones de particulares y de familiares y amigos que han querido colaborar.
El futuro
Preguntamos a Ben cómo ve el futuro de su negocio: “Está por ver. Nuestra facturación ha bajado a cero durante este tiempo. Esperamos que después del confinamiento la gente se anime a mover la economía local y, sobre todo, a reformar de nuevo. Empezamos nuestro negocio aquí, justo después de la última crisis, y pudimos llegar a donde estamos hoy, por lo tanto, vamos a poner nuestro empeño en ello. Las crisis sirven como oportunidades para reinventarse, adaptarse es muy importante, y estamos ilusionados y con ganas de afrontar lo que venga. Esta crisis ha sacado cosas muy positivas de la sociedad, así que miramos al futuro con optimismo”.
De esta experiencia, tanto él como su socia aseguran sentirse “muy satisfechos”. Aunque, “más que por nuestra colaboración, por ver que es posible un movimiento social tan importante, que haya tanta gente pensando en los demás. Obviamente, hay mucha miseria causada por la pandemia, pero la solidaridad mostrada, no sólo de los ‘makers’, da ánimo para pensar en futuras ocasiones en las que que pueda ser necesaria la unidad de la gente”.
Siempre le quedará, como él mismo nos dice, “el agradecimiento que nos han hecho llegar todos tanto los que han recibido nuestra pequeña ayuda como los policías y guardias civiles que venían que a recoger el material”.