REDACCIÓN.- “Los cuidados de enfermería son fundamentales para la mejora de la calidad de vida del paciente TEA desde la niñez a la edad adulta, tanto para él como para su familia”, así empieza Toñi Rivera, enfermera especialista en Salud Mental que trabaja en la consulta de diagnóstico de Trastornos del Espectro Autista (TEA) y atención Temprana del Complejo Hospitalario Universitario de Ourense, a contar la importancia de su profesión en la detección precoz de pacientes con Trastorno del Espectro Autista.

La enfermera especialista en Salud Mental está considerada como la profesional mejor preparada para diagnosticar y cuidar a estos pacientes, y su formación debe ser continuada para ofrecer la mejor asistencia a nivel pediátrico, juvenil y adulto. A su vez, la detección precoz es fundamental para poder mejorar la calidad de vida del niño, pero también la de su familia. “El papel de la enfermera es imprescindible, ya que está presente en todo el proceso de desarrollo del niño. No solo desde los servicios de salud mental sino también desde las diferentes especialidades en las que son atendidas estas personas”, continúa Rivera.

¿En qué consiste este tipo de trastorno?

Los trastornos del espectro autista afectan al sistema nervioso y al funcionamiento cerebral. Las personas que lo sufren presentan dificultades en la comunicación social y comportamientos e intereses restringidos y repetitivos. “El síndrome de Asperger, el trastorno autista, el trastorno desintegrativo de la infancia, el trastorno de Rett, el trastorno generalizado del desarrollo no especificado y el trastorno de autismo atípico se engloban de forma conjunta en la categoría diagnóstica TEA, cuya gravedad puede ser leve, moderada o severa. Por supuesto, se debe completar con una descripción detallada del perfil de cada individuo, incluyendo sus síntomas y las dificultades específicas que tengan”, apunta Rivera. Se estima que en España 450.000 personas sufren alguno de estos tipos de TEA.

“Ofrecer una mayor visibilización de este síndrome ayudaría a comprender mejor la sintomatología predominante y facilitaría una adaptación de la persona al entorno social. Se favorecería de este modo la intervención temprana por parte de los profesionales y eso repercutiría en una mejora de la calidad de vida tanto de las personas como de su familia”, asegura Rivera.

La enfermera, una figura clave

La enfermera especialista en Salud Mental no es la única profesional preparada para atender a este tipo de pacientes. En este sentido, la enfermería de Atención Primaria también juega un papel esencial, ya que se encargan de observar e identificar los signos que indican que un niño puede presentar algún tipo de TEA. “Merece especial atención la enfermera de Atención Primaria en coordinación con otros profesionales como agente importante en la detección precoz de los signos de alerta para una consiguiente atención integral a los niños y niñas y a sus familias, proporcionando asesoramiento, orientación y apoyo”, recuerda la enfermera.

Y es que, el diagnóstico supone un impacto para el entorno más cercano del paciente y sus allegados, que tendrán que pasar por un proceso de adaptación. Esta enfermera especialista en Salud Mental insiste en la importancia de prestar apoyo psicológico a la familia, pero también en enseñarles el camino para ayudar al niño y para que su desarrollo sea el mejor posible. “No debemos olvidarnos de los padres de estos pacientes, éstos van a requerir de mucha ayuda y de entrenamiento de estrategias y recursos para el manejo adecuado de estos niños. Deben tener una participación activa tanto en la decisión de iniciar el proceso como en los contenidos. Debemos hacer entender que estas personas son diferentes y por tanto únicas en sus intereses, carácter, fuerzas y debilidades”, afirma Rivera.

La vida adulta con TEA

Los cuidados enfermeros y la implicación de las familias deben estar presentes no solo en la infancia, sino también en la edad adulta. Rivera cuenta, además, las claves para hacer más fácil la vida de una persona con algún tipo de TEA. “Mejorar la autoestima y favorecer un autoconcepto positivo y realista, enseñar relaciones sociales en general, ayudar a generar estrategias para desarrollo social y laboral, ofrecer trabajos con baja implicación social o dar tareas bien secuenciadas con un principio y un fin claros son algunas de las claves. Una discapacidad no puede curarse, pero se pueden hacer muchas cosas para ayudar a la persona a que tenga una vida lo más normal posible”, concluye Rivera.