ÁNGEL M. GREGORIS.- María Ferrer fue una de las 223 enfermeras que logró hacerse con una plaza para el EIR de Pediatría en 2022. Ahora, dos años después, le toca comenzar su vida como especialista y reconoce que quiere seguir trabajando de ello, en Madrid o en su tierra natal, Pontevedra. “Tanto en Madrid como en Galicia hay bolsas para especialistas, entonces espero poder optar a contratos en Pediatría. Mi deseo es seguir trabajando y con un buen contrato”, afirma la enfermera, que ha desarrollado su residencia en Hospital Niño Jesús de Madrid.

Si echa la vista atrás, recuerda con mucha emoción ese momento en el que supo que podría conseguir la plaza. Además, tenía clara su primera opción en Pediatría. Aunque la decisión de marcharse de casa fue más complicada, Madrid era lo que más se adaptaba a lo que ella quería. “Tuve que valorar dónde iba a estar más cómoda y, finalmente, el Niño Jesús fue mi primera opción. En Madrid, en cualquier hospital hay mucho volumen de niños donde se puede aprender mucho, pero elegí este por las referencias, por cómo funciona la unidad docente y por la libertad que me iban a dar. No me arrepiento”, puntualiza.

Etapa laboral

Durante 24 meses ha tenido que compaginar la etapa asistencial con la parte más teórica y luego su vida personal, pero le ha merecido la pena porque ha conocido a fondo todo el sistema sanitario y ha podido ver de cerca cómo se trabaja en cada una de las unidades. “Durante el primer año pasamos por muchas plantas como la de Hospitalización, Cirugía, Pediatría, Urgencias… también rotamos por Atención Primaria y por cuidados medios neonatales en el Gregorio Marañón. Ya en el segundo año tenemos muchos meses de UCI Pediátrica y Neonatal, también por Urgencias, Paliativos… Ya al final el hospital nos deja elegir, los dos últimos meses, dónde queremos estar”, explica la enfermera.

Además de la labor más asistencial tiene que preparar distintos trabajos evaluables para la especialidad, así como pósteres o comunicaciones para distintos congresos. “Han sido dos años muy enriquecedores, de mucho trabajo, pero he aprendido muchísimo. He pasado por sitios superdiferentes en los que nunca pensé que podría trabajar y la especialidad te abre un abanico de posibilidades”, recalca.

Tutoras

Junto a ella, un equipo de tutoras ya especialistas que han estado pendientes y ayudando para que su formación fuera lo más enriquecedora posible. Irene Martín es una de ellas. Enfermera de la Unidad de Cuidados Paliativos Pediátricos del hospital y tutora de residentes, considera que es “un trabajo muy gratificante porque acompañas a los residentes que empiezan con mucha ilusión el proceso”. “Durante dos años estás a su lado para lo que necesiten. Nos reunimos con ellas nada más empezar la residencia y vemos cómo quieren planear su residencia porque dentro de las rotaciones hay alguna obligatoria y otras optativas. Acompañamos en todo el proceso, que tiene muchos altibajos, con muchos momentos duros y muchos momentos también muy gratificantes”, explica.

En el Niño Jesús las tutoras no son las que organizan las planillas de las residentes, ese trabajo lo lleva a cabo la coordinadora de residentes. “Nosotras nos encargamos más de ver qué necesitan los residentes porque hay algunos, por ejemplo, que vienen de trabajar en UCI, entonces no es tan necesario que roten por esa unidad. Intentamos encaminar un poco los dos años de residencia a lo que más necesitan para completar su formación. Y luego también estamos ahí para apoyar durante las rotaciones porque pueden surgir problemas, dudas o lo que les pase en su día a día”, concluye.

¿Lo mejor y lo peor de la especialidad?

  • Lo mejor: esa libertad de poder irme donde he querido y a aprender lo que he querido.
  • Lo peor: ahora al final, sobre todo, la carga de trabajo que tenemos, pero merece la pena.