EUROPA PRESS.- En todo el mundo, las mujeres con enfermedades cardiovasculares (ECV) suelen tener peores resultados y menos probabilidades de asistir a programas de prevención y rehabilitación que los hombres. Por ello, un grupo de expertos reunido por el Consejo Internacional de Prevención y Rehabilitación Cardiovascular (ICCPR) ha elaborado una guía de práctica clínica respaldada por 24 sociedades clínicas de todo el mundo para orientar a la comunidad de la rehabilitación cardíaca sobre cómo ofrecer una programación más eficaz centrada en las mujeres.
«Hace tiempo que se sabe que las mujeres tienen muchas menos probabilidades de acceder a la rehabilitación cardiaca (RC) y de completarla, y que sus resultados son a menudo peores, a pesar de necesitarla más que los hombres», recuerda la autora principal, Sherry L. Grace, de la Facultad de Salud de la Universidad de York y el Instituto de Rehabilitación KITE-Toronto y el Centro Cardiológico Peter Munk, de la Red Universitaria de Salud de la Universidad de Toronto (Canadá).
«En consecuencia, se han desarrollado modelos de RC ‘centrados en la mujer’ para involucrarla mejor y optimizar sus resultados. En la actualidad hay suficientes pruebas sobre la RC centrada en la mujer para hacer recomendaciones a la comunidad de la RC», añade.
Esta guía de práctica clínica del ICCPR, publicada en el «Canadian Journal of Cardiology», ofrece orientación a la comunidad de RC sobre la mejor manera de diseñar programas para mujeres con ECV, incluidos el ictus y la enfermedad arterial periférica (EAP), y cómo aumentar su compromiso, con el objetivo de optimizar los resultados de las mujeres (es decir, muerte, hospitalización, función, bienestar psicosocial y calidad de vida). El coste, las implicaciones de los recursos, la viabilidad y las preferencias de las pacientes son consideraciones primordiales en las recomendaciones.
El ICCPR identificó a los investigadores de la RC centrada en la mujer a través de una revisión de la literatura científica y de los programas que ofrecen RC centrada en la mujer en todo el mundo, identificados a través de la Auditoría Global del ICCPR.
Las personas y los programas que consintieron en participar formaron un panel de redacción y consenso que incluía a expertos con representación geográfica diversa que son proveedores de atención sanitaria multidisciplinar, un responsable político y socios pacientes.
Este grupo redactó y revisó las recomendaciones y a continuación, el borrador se sometió a una revisión externa por parte de las sociedades de RC a nivel internacional y se publicó en Internet para que el público hiciera comentarios antes de su finalización. Un tercio de los estudios identificados en la revisión que sirvió de base para la directriz procedía de Canadá, país considerado líder en la RC centrada en la mujer.
La guía presenta 15 recomendaciones relativas a la derivación (es decir, automática y de fomento), el entorno (por ejemplo, la elección del modo de prestación, el entorno, la adaptación y la formación del personal) y la prestación (por ejemplo, las opciones de horarios de las sesiones, la forma preferida de ejercicio, la evaluación y la atención psicosocial, y la educación sobre las mujeres y las enfermedades cardíacas). Cuando se adoptan, estas recomendaciones y las herramientas asociadas recopiladas pueden apoyar de forma viable algún grado de RC centrado en la mujer como parte de cualquier programa.
La guía recomienda, entre otras cuestiones que, a la hora de desarrollar un plan de rehabilitación a medida para una mujer, se tenga en cuenta su historial clínico completo y contextual, como los problemas de salud mental y psicosociales, el estado de la menopausia, la fragilidad, los antecedentes de cáncer y las preocupaciones sobre la incontinencia urinaria, el riesgo de caídas, así como las enfermedades autoinmunes.
Además, según la guía, todos los programas deben ofrecer una programación centrada en la mujer, que incluya tantos elementos definitorios de la RC centrada en la mujer como sea posible. Cuando los recursos sean limitados, esto podría incluir la oferta, por ejemplo, de algunas sesiones virtuales de educación o ejercicio para mujeres o programas de apoyo entre pares.
Asimismo, indica que las mujeres deberían poder elegir entre participar en un centro (clínico o comunitario) o en el hogar, en un entorno favorable a las mujeres, y sus necesidades y preferencias deberían tenerse en cuenta a la hora de formular sus programas.
Finalmente, aboga por que los programas deben incluir un fuerte componente psicosocial, la elección de las modalidades de ejercicio, así como una educación específica sobre las mujeres y la ECV. Las necesidades psicosociales de las mujeres deben ser evaluadas y abordadas de una manera basada en la evidencia como por ejemplo, el apoyo social, la salud de las relaciones, la depresión, la ansiedad, el estrés, las cuestiones socioeconómicas o las actividades de cuidado informal.
«Por primera vez, existe una definición y unas recomendaciones consensuadas para la RC centrada en la mujer, por lo que ahora se espera que muchos programas incorporen estos elementos en sus programas, resalta Grace. «Si se ponen en práctica, más mujeres podrán participar en la RC, y como resultado tendrán una calidad y cantidad de vida significativamente mayor«.
«El ICCPR reconoce que en todo el mundo las mujeres han experimentado peores resultados de ECV y una peor aceptación de los programas de prevención y rehabilitación», comenta Robyn Gallagher, Presidenta del ICCPR, y de la Escuela de Enfermería de la Universidad de Sydney (Australia). «La Guía de Práctica Clínica de Prevención y Rehabilitación Cardiovascular Centrada en la Mujer proporciona recomendaciones que ayudarán a los clínicos y a los diseñadores de servicios sanitarios a desarrollar y ofrecer programas que aborden esta desigualdad para las mujeres, independientemente de los contextos de recursos».
La ECV es la principal causa de muerte entre las mujeres en todo el mundo, con una prevalencia de más de 6.400 casos por cada 100.000. Si bien la carga de ECV a nivel mundial ha disminuido desde 1990, ha aumentado en muchos países de África, Asia y el Pacífico Occidental, y el descenso de la prevalencia a nivel mundial se ha estancado desde 2010. En comparación con los hombres, menos mujeres con ECV reciben pruebas de diagnóstico, medicamentos de prevención secundaria y procedimientos de revascularización.