MIRIAM OLIVAS.- 166.433 llamadas de menores pidiendo auxilio durante la pandemia, 11.761 de ellas graves. Son datos registrados por la Fundación ANAR en su informe anual (El Teléfono/Chat ANAR en tiempos de COVID-19) que muestran la dura realidad de los más pequeños durante el estado de alarma y el confinamiento.
La pandemia ha pasado factura en la salud mental de niños y adolescentes con un aumento exponencial de las secuelas psicológicas derivadas por el COVID-19. La ideación suicida (+244,1%), la ansiedad (280,6%), la baja autoestima (+212,3%) y la depresión o tristeza (+87,7%) se dispararon enormemente. Durante las primeras fases de relajación del estado de alarma, los trastornos alimenticios aumentaron en un 826,3% y con la vuelta al cole lo hicieron las autolesiones (+246,2%), la agresividad (124,5%) y el duelo (+24,5%).
Estos impactantes datos se han generado por el ‘cóctel molotov’ que se ha creado en los hogares durante el confinamiento: un espacio reducido, una mayor presión -por el trabajo o por la ausencia de éste-, la incertidumbre, los problemas económicos, el miedo o el duelo por la pérdida de seres queridos han generado una situación de crisis que ha afectado de forma devastadora a los menores.
Mayor cronicidad
Además, no solo se han incrementado los casos, también la gravedad de estos. Las intervenciones de emergencia ascienden a 2.277 a lo largo de 2020 -una media de 6 diarias-, un 39,1% de urgencia alta y un 55,6% de máxima gravedad. La cronificación también ha aumentado llegando a 51,5% los casos que llevaban sucediendo desde hace más de un año.
Aumenta el maltrato físico y el peligro de internet
El maltrato físico también ha crecido del 13% al 15,8% siendo el más pronunciado junto al maltrato psicológico que comprende un 11,4%. La tecnología también ha influido en un mayor impacto negativo, la violencia por esta vía ha crecido del 23,3% en 2019 al 29,9% en 2020. Prácticas como el grooming -acoso y abuso sexual online- y la pornografía y prostitución infantil han aumentado pronunciadamente en un 60% y 41%, respectivamente. La pobreza infantil ha alcanzado su diferencia más aguda en el confinamiento (+307,2%).
Una situación desesperada y preocupante que demuestra las consecuencias colaterales y peligrosas que se han vivido durante la etapa más dura de la crisis sanitaria y como la situación ha afectado de forma más salvaje a los más débiles. Una situación para la que se deben abordar soluciones que pasarían por un mayor número de profesionales en el área de salud mental, entre otras medidas necesarias.