MARINA VIEIRA.- La expresión latina mens sana in corpore sano, no ha estado nunca de más actualidad. Ya no los lo decían los romanos. Ahora, hay un estudio científico que lo certifica. Y es que, según un estudio de investigadores del Hospital General de Massachusetts (Estados Unidos) que ha sido publicado en JAMA Neurology, los altos niveles de ejercicio físico diario nos pueden proteger contra el deterioro cognitivo y la neurodegeneración -pérdida de tejido cerebral- de la enfermedad de Alzheimer que altera la vida de muchas personas mayores. Por su parte, el equipo también demostró que la reducción de los factores de riesgo vascular pueden ofrecer una protección adicional contra el Alzheimer y retrasar la progresión de la devastadora enfermedad. Los resultados de este estudio se presentarán en la Conferencia Internacional de la Asociación de Alzheimer (AAIC) que tendrá lugar en Los Ángeles. «Uno de los hallazgos de más relevancia ha sido descubrir que no sólo parecía que la actividad física parecía tener efectos positivos en la disminución del deterioro cognitivo, sino también en la reducción de la tasa de pérdida de tejido cerebral», explica Jasmeer Chhatwal del Departamento de Neurología de MGH y uno de los principales investigadores del estudio.
Actividad física para frenar la pérdida de tejido cerebral
El informe presentado sugiere que la actividad física podría reducir el adelgazamiento cortical relacionado con b-amiloide (Ab) y preservar la estructura de la materia gris en las regiones del cerebro que se han relacionado con la pérdida de memoria episódica y la neurodegeneración relacionada con el Alzheimer. El proceso fisiopatológico de la EA comienza décadas antes de que aparezcan los síntomas clínicos y se caracteriza por la acumulación temprana de la proteína b-amiloide. El estudio MGH es uno de los primeros en demostrar los efectos protectores de la actividad física y el manejo del riesgo vascular en la «etapa preclínica» de la enfermedad de Alzheimer, mientras que existe la oportunidad de intervenir antes del inicio de una pérdida neuronal sustancial y deterioro clínico. «Debido a que actualmente no existen terapias que modifiquen la enfermedad para la enfermedad de Alzheimer, existe una necesidad crítica de identificar posibles factores que alteren el riesgo que podrían retrasar la progresión de la enfermedad», concreta Chhatwal.
182 personas analizadas
El Harvard Aging Brain Study fue el encargado de evaluar la actividad física de los participantes en el estudio, 182 adultos mayores, incluidos aquellos con niveles elevados de amiloide que fueron juzgados con alto riesgo de deterioro cognitivo. Unos podómetros instalados en la cadera de los participantes contaban los pasos que daban en un día. «Los efectos beneficiosos se observaron incluso en niveles modestos de actividad física, pero fueron más destacables cuando superaban los 8.900 pasos, que es solo un poco menos que los 10.000 que muchos de nosotros luchamos por lograr diariamente», señala la coautora Reisa Sperling, MD, directora de el Centro para la Investigación y Tratamiento del Alzheimer, el Hospital Brigham y el Hospital General de Massachusetts y coinvestigador principal del Harvard Aging Brain Study.
Pero esto es sólo el inicio, ya que a través de otros estudios en curso, MGH está trabajando para caracterizar otras formas de actividad física y cambios en el estilo de vida que pueden ayudar a retardar el progreso de la enfermedad de Alzheimer. «La acumulación de beta amiloides y de proteína tau ciertamente establece el escenario para el deterioro cognitivo en una edad avanzada, pero no debemos olvidar que hay pasos que podemos tomar ahora para reducir el riesgo en el futuro, incluso en personas con acumulación de este tipo de proteínas «, explica Chhatwal. «La enfermedad de Alzheimer y la aparición de deterioro cognitivo son multifactoriales y requieren un enfoque multifactorial si esperamos cambiar su trayectoria», concreta el investigador principal del estudio.
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