ÁNGEL M. GREGORIS.- “El campo de los españoles”, decían de Mauthausen. Entre 1940 y 1945 pasaron por allí más de 7.000 españoles, que huyendo del régimen franquista fueron apresados en Francia y enviados al campo que los nazis habían construido en la localidad austriaca. Marcados con el triángulo azul de los apátridas (el dictador Francisco Franco no los reconoció como españoles cuando los alemanes los detuvieron), fueron llegando al campo en donde les hacían trabajar en una cantera de granito. 186 peldaños separaban la cantera de los barracones y ellos se veían obligados a subirla entre 10 y 12 veces al día. Evidentemente, la mayoría morían de agotamiento, pero entre todos aquellos españoles encarcelados y torturados hasta la extenuación se encontraba Francisco Boix, un catalán que fue nombrado fotógrafo del campo y que gracias a él se pudieron conocer las tremendas barbaridades que se realizaban allí.
Pruebas
Es a él al que la directora Mar Targarona ha querido rendirle un homenaje en la película El fotógrafo de Mauthausen. A él y a todos esos españoles que pasaron por allí y que se dejaron la vida con la esperanza de que algún día ese infierno terminase. Mario Casas, en el papel protagonista, ayuda a comprender un poco más cómo vivieron esa época y cómo Boix fue ingeniándoselas para esconder todas las pruebas que los nazis nunca hubiesen querido que saliesen a la luz. El filme es, sin duda, un merecido reconocimiento a todos ellos, y narra muy bien cómo los trataron esos años. Eso sí, cuando sale Casas a escena es complicado no pensar en que estás viendo al mismo personaje que ya ha hecho en otras de sus interpretaciones.
Son muchas las voces que piensan que esta película tenía que haber llegado hace mucho tiempo. En una filmografía plagada de largometrajes sobre la crueldad de los nazis en distintos puntos de Europa, faltaba contar esta historia, desconocida para muchos, pero muy necesaria porque fue clave para encarcelar a alguno de los altos cargos durante el juicio de Núremberg.