AMAIA FERNÁNDEZ.- En los últimos meses, los medios de comunicación se han hecho eco de la situación de explotación laboral y violencia sexual que están sufriendo las mujeres migrantes que trabajan en la recolección de la fresa en los campos de Huelva. Es una realidad que, a pesar de las denuncias de las propias mujeres y de diferentes ONG, hasta ahora se ha encontrado silenciada y sin respuesta alguna por parte de las autoridades españolas.

Muchas de esas mujeres llegan desde las comunidades rurales de Marruecos buscando una fuente de ingresos para poder vivir el resto del año en su país, ya que el salario que reciben por este trabajo les permite afrontar los gastos de toda una familia. “El empresariado prefiere contratar a mujeres casadas o viudas y con cargas familiares. Frente a la idea estereotipada acerca de los temporeros marroquíes, hombres como personas conflictivas y problemáticas, se asume que las mujeres son más dóciles y no suelen dar problemas; del mismo modo, están más acostumbradas a trabajar largas horas en posturas forzadas y tienen más posibilidades de retornar a Marruecos una vez la campaña llega a su fin”, explica Abdellatif Maamri, presidente de la Asociación Marroquí de Planificación Familiar-Sección del Oriental (AMPFO). La situación en la que viven estas mujeres es, en muchas ocasiones, inhumana.

“Por lo general, residen en los espacios prefabricados junto a los campos donde trabajan, lejos de los núcleos de población, por lo que no tienen apenas contacto con otras personas residentes en la zona. Las casetas donde viven destacan, igualmente, por la falta de espacio e intimidad y la inexistencia de sistemas de aislamiento frente al frío o al calor”, denuncia Maamri. Desde la AMPFO expone que “las condiciones laborales vulneran claramente sus derechos. Además de las pésimas condiciones económicas que finalmente se ofrecen, se exige un excesivo rendimiento de trabajo en una jornada laboral que casi siempre supera las horas de trabajo reglamentarias y no se establecen medidas para la prevención de riesgos laborales”.

Abusos

Por otro lado, esta situación laboral precaria también está acompañada de otros abusos más graves. “Las agresiones sexuales, los abusos y las amenazas por parte de los jefes contra las mujeres trabajadoras se multiplican y refuerzan gozando de una impunidad total”, declara Maamri.

La AMPFO y EPM juegan un rol importante en la sensibilización para la prevención de la violencia de la sociedad civil y la formación de profesionales para la atención de las víctimas, y en particular, en el ámbito rural, que es de donde proceden las mujeres que emigran a España a trabajar. “Gracias a la labor que realizamos junto con otras organizaciones y en colaboración con las instituciones públicas, vamos logrando, por ejemplo, que muchos tabúes sobre la violencia contra las mujeres vayan desapareciendo, incluso en zonas de carácter tan conservador como Figuig, en la frontera con Argelia, donde se ha puesto en marcha la primera unidad de atención a las mujeres víctimas de violencia a nivel hospitalario”, relata el presidente de la AMPFO.

“Afortunadamente, como resultado del trabajo que realizamos, estamos constatando que la capacidad de agencia de muchas mujeres protagonistas de esta realidad ha permitido alzar las voces para dar a conocer su realidad, reclamar sus derechos y denunciar ante las autoridades la situación de abuso laboral y violencia que viven”, concluye el presidente de Asociación Marroquí de Planificación Familiar-Sección del Oriental (AMPFO).

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