RAQUEL GONZÁLEZ ARIAS.- Se centró inicialmente en el maltrato infantil; lo hizo en su primer libro, “La mirada de Sara Nosly”. Luego llegaría “El faro de Santa Cruz”, donde pondría el foco en la violencia que se ejerce sobre la mujer. Ahora, Maite Soy Andrade, enfermera y profesora de la Universidad Francisco de Vitoria, cierra su trilogía visibilizando un maltrato del que apenas se habla, el que se ejerce sobre nuestros mayores. Se trata de “Historias de una orquesta desafinada” (Editorial Nueva Estrella), un libro que parte, al igual que los anteriores, de un estudio de investigación y presenta al lector la situación que sufren estas víctimas a través de historias reales.

Un tema tabú

Del porqué no se habla del maltrato a nuestros mayores como se hace con otros tipos de maltrato, Maite Soy apunta a la vulnerabilidad: “en este caso, nos encontramos con un escenario muy silenciado porque el maltrato a los ancianos es un tema aún más tabú que en los otros casos y esto es así, fundamentalmente, por la vulnerabilidad que conlleva cumplir años y la dependencia asociada. Esta dependencia hace que se tienda a invisibilizar a la persona mayor. Es algo que arrastra nuestra cultura, una cultura en la que la persona mayor no siempre es respetada y querida sino que tiende a olvidarse, a dejarse a un lado, como si estorbara”. Por ello, con este libro Maite Soy pretende reivindicar la figura de nuestros mayores porque, como ella misma dice, “también tienen derechos, entre ellos, el derecho a vivir y, además, han dado mucho a la sociedad y tienen que seguir dándolo”.

La ley del más fuerte

Para Maite Soy, los tres tipos de maltrato sobre los que ha profundizado en su obra forman parte de una “violencia estructural”, fruto de unas “relaciones humanas de convivencia equivocadas, donde impera la ley del más fuerte”. Pero el maltrato, asegura, puede prevenirse y la prevención pasa por la educación, tanto de niños como de mayores.

De la evidencia al relato

Toda la trilogía sigue un mismo esquema, nos explica: “primero, recojo la evidencia científica y luego lo plasmo a través de testimonios, algunos, vividos personalmente y otros que me han contado”. Esta enfermera huye del sensacionalismo, ese no es su estilo, aunque no por ello huye de intentar abordar el tema de un modo atractivo, que enganche al lector. “No quiero que deje de ser atractivo, es un tema que hay que tocar, del que intento también sacar el lado positivo y en el que, por supuesto, me pongo en el lugar de las víctimas”.