GEMA ROMERO/EUROPA PRESS.- Los pacientes que han sufrido un ictus durante la pandemia han sufrido mayores secuelas que en años anteriores, debido al miedo por acudir a los hospitales y por los tiempos de respuesta de los servicios. Esta afirmación la ha realizado el coordinador del Grupo de Trabajo Neuro-Ictus de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (SEMES), Francisco Aranda, con motivo del Día Mundial del Ictus (29 de octubre). Esta enfermedad, apunta el experto, provoca que, en Europa, cada 40 segundos alguien la padezca y fallecen una de cada tres personas.
Por ello, los expertos del SEMES han reconocido que es necesario profundizar en las necesidades de los profesionales de Urgencias y Emergencias para poder dar respuesta a la atención de los pacientes. Asimismo, la creación de la especialidad en Medicina y Enfermería de Urgencias y Emergencias supondría una ayuda para abordar estos casos.
«En un ictus, un minuto puede salvar una vida y los profesionales de Emergencias y Urgencias somos los responsables de ese minuto», ha comentado el vicepresidente de SEMES, César Carballo. Además, ha detallado que, por cada isquemia que se sufre, «se pierden casi 2 millones de neuronas y 14 billones de conexiones neuronales».
En España, alrededor de 120.000 personas sufren ictus al año, de las que 40.000 fallecen. Además, cerca de un 30 por ciento de los pacientes sufren algún tipo de discapacidad tras él.
De hecho, desde el Consejo General de Enfermería han vuelto a reiterar que “el ictus es una emergencia sanitaria que requiere atención urgente en las primeras 3-6 horas, pues la actuación precoz es fundamental para evitar muertes y reducir las consecuencias de las secuelas que provoca, por ello resulta de vital importancia detectar sus síntomas y actuar con celeridad. Sin embargo, durante la pandemia muchas personas han cogido miedo a acudir a urgencias o pedir asistencia sanitaria, lo que puede ser fatal en una patología tan tiempo-dependiente como esta, máxime cuando se ha comprobado que el COVID-19 es un factor de riesgo”, explica Florentino Pérez Raya, presidente del Consejo General de Enfermería.
Cómo detectarlo
Si una persona al sonreír o enseñando los dientes tiene la boca torcida, presenta dificultades de movimiento para sentarse o levantarse, no puede levantar los brazos o coger algún objeto con cada mano, tiene problemas para hablar o lo hace sin sentido, pierde la visión de forma total o parcial, con sensación de vértigo o desequilibrio y dolor de cabeza intenso y repentino, puede estar sufriendo un ictus. Por ello, en la infografía y el vídeo animado elaborados por el CGE se dan unas sencillas instrucciones para comprobar los síntomas, tales como pedirle sonreír, que conteste a alguna pregunta o que levante ambos brazos. Indicaciones que podemos realizar con una tercera persona, o frente a un espejo si estamos solos. “Ante estos síntomas es imprescindible buscar asistencia sanitaria urgente”, destaca el presidente de las enfermeras españolas.
El ictus puede darse a cualquier edad, pues si bien su incidencia aumenta a partir de los 60-65 años, entre un 25 y un 30% de los afectados tiene menos de 65 años. Pero también hay que tener en cuenta que está en nuestras manos prevenirlo. Para ello las enfermeras recuerdan que “tener unos hábitos de vida saludables, abandonar el tabaco, controlar el colesterol y la diabetes, cumplir con los tratamientos prescritos o evitar el consumo de alcohol son claves para la prevención”. Además, “especialmente importante, por el riesgo asociado que supone, es prestar atención a nuestra presión arterial, para la detección precoz de la hipertensión, sobre todo si tenemos antecedentes familiares, de tal forma que sea posible el establecer un tratamiento para su control”, subrayan.