ALICIA ALMENDROS.- Carmen Garcia Talles es enfermera, actualmente trabaja en la UCI del Hospital Universitario Fundación Alcorcón desde su apertura. Ha desempeñado puestos de supervisión y dirección de Enfermería y en estos momentos compagina su labor asistencial con la docencia. Además, es Instructora de Medicina Aeronáutica, especialidad para la que ha escrito varios libros. Trabajar en la UCI le ha hecho conocer de cerca la situación vivida por el COVID-19. A través de su mirada, ha publicado el libro El ojo de la pandemia:

¿Cómo surge la idea de escribir un libro sobre la pandemia?

Creo que fue un efecto secundario del confinamiento. Los primeros días de marzo creo que estaba como en shock emocional y con estrés físico por agotamiento. Cuando estaba en casa lo único que hacía era ver series, una tras otra, para no pensar. Pero a los pocos días (seguramente se me acabaron las series interesantes), decidí buscar el porqué de todo aquello. Era una necesidad de justificar todo aquel dolor. Encontré cosas que me parecieron interesantes y quise compartirlas. En realidad, fue algo terapéutico para mí.

Escribir este libro, ¿ha sido una forma de desahogarse y, de alguna manera, poder continuar?

Efectivamente, también fue un escape… y una queja. Algunos capítulos me sirvieron de desahogo emocional, otros para decirle a los medios lo equivocado de sus noticias, porque desde casa, por más que me enfadara con la televisión no me oían, y otros para informar, educar y hacer reflexionar sobre cómo vivimos. Yo, para poder continuar, tiré de “entraña enfermera”, esa que nos hace auxiliar a un tráfico por tremendo que sea o atender a un niño gravemente quemado. No piensas, no te bloqueas, simplemente actúas, curas y salvas. Cuando llegaba a casa me hartaba a llorar (porque no podíamos salvar a muchos), dormía, y al día siguiente vuelta a empezar.

En el libro comienzas explicando que nunca soñaste con ser enfermera, ¿te alegras de, finalmente, haber elegido esta profesión y haber contribuido en el cuidado de los pacientes en una pandemia como esta?

Sin dudarlo ni un segundo. También digo que 100 años que naciera 100 veces volvería a ser enfermera. Es una profesión que me gusta, me llena y me satisface enormemente. En ningún momento de la pandemia pensé en dejarlo, ni siquiera apartarme momentáneamente. Me sorprendió cuando me enteré de que había compañeras que se estaban planteando no seguir en la profesión. Yo tengo que decir que con 56 años ni temí por mí ni di un paso atrás.

Combinas experiencias vividas en el hospital durante estos meses a la vez que analizas estudios científicos y posibles causas de la aparición del virus, ¿cómo podías sacar fuerzas después de esas jornadas interminables de trabajo para indagar en estudios?

En la UCI tenemos turnos de 12 horas. A pesar de hacer muchas guardias en marzo, a partir de abril se normalizaron y volvimos a las 11-12 guardias al mes. Quedan muchos días libres y estábamos sin poder salir, sin ver a la familia, teniendo que llenar ese tiempo.

En el capítulo del simulacro que tuvo meses antes de que comenzase la pandemia expones que no participó ningún agente sanitario, ¿crees que de cara a un futuro se contará también con los sanitarios para que participen ya no solo en simulacros sino en decisiones que puedan repercutir a la sociedad?

Claro que nos iría mejor. Es inconcebible que se haga un simulacro de alerta sanitaria sin contar con la voz de los sanitarios. ¿Acaso sabían las necesidades reales que tendríamos? Calcularon muy bien los problemas económicos que surgirían y surgieron. Pero ¿y las necesidades de los hospitales? Ni siquiera se las plantearon. Mira, por poner un ejemplo más insignificante, mi hospital es más o menos de reciente construcción (20 años), y sufrimos cosas como baños geriátricos en la planta de pediatría o puertas en los boxes de la UCI por las que no entran las camas articuladas que necesitamos. Si se hubiera asesorado correctamente por los sanitarios, esto y otras tantas cosas no se habrían hecho mal. Pero, a veces, el egocentrismo y el orgullo les puede.

¿Consideras que los gobiernos han aprendido o al menos han entendido que la Sanidad debe ocupar un puesto importante en las prioridades?

Para nada. Este episodio nos ha ratificado que lo más importante en la vida es la salud, porque sin ella no hay ni trabajo ni dinero, y si lo hay, no se disfruta. Pero no hemos salido de la pandemia y ya se nos ha olvidado. No aprenden porque no les interesa aprender. No invertirán más en investigación ni en prevención, no reforzarán los centros de Atención Primaria para que sean auténticos educadores en salud. No somos mejores porque curemos mejor. Seríamos mejores si previniéramos o evitáramos muchas de las enfermedades. Pero seguiremos gastando el dinero en “cambiar” lo que el partido anterior hizo, para que se note que ahora estoy yo. Es bastante desalentador.

En el libro hablas de pacientes con nombres exactos, ¿emocionalmente está siendo muy duro?

Los hechos son reales, pero los nombres son “ficticios”, para preservar el anonimato. Pero si, es muy duro estar junto a alguien 2 meses y que no termine bien, porque creas un vínculo. Por otro lado, tenemos a los que han vencido. Es una alegría enorme cuando vienen a vernos aprovechando una revisión o su sesión de rehabilitación. Eso es lo que emocionalmente nos mantiene.

Como enfermera, ¿crees que la profesión ha salido fortalecida tras la pandemia?

Yo creo que sí. Los equipos hemos sido más equipo que nunca, nos hemos esforzado juntos, hemos llorado juntos, reído juntos, aprendido juntos… y como profesión hemos madurado. Se nos ha reconocido públicamente, han depositado todas sus esperanzas en nosotros y durante unos meses hemos sido sus “héroes”. Los únicos que podían cuidarles y salvarles. Dice un refrán: “Tu siembra que algo quedará”. Pues eso.