ÁNGEL M. GREGORIS.- “Urge una deconstrucción en los mandatos de la feminidad y masculinidad tal y como los hemos codificado en el proceso de aprendizaje”. Con estas palabras se expresaba Henar Sastre, enfermera jubilada y presidenta del Fórum Feminista de Madrid, tras su ponencia en el XXXVI Congreso Nacional de Enfermería de Salud Mental. Para ella, “estos mandatos son construcciones que vamos haciendo a lo largo de nuestra vida. “Desde que nacemos, se nos condiciona nuestra subjetividad, ya que, desde las miradas, los abrazos y las palabras se nos indica cómo debemos pensar, sentir y actuar en cada sociedad. Es decir, la sociedad nos dice qué espera de los hombres y las mujeres”, afirma.
Actualmente, la población cada vez es más consciente de que las cosas deben cambiar. En lo que va de año son ya 18 mujeres las que han sido asesinadas por un hombre y tanto para las instituciones como para la sociedad en general, la violencia de género es una lacra contra la que hay que luchar. Estos mandatos que se interiorizan desde pequeños son los que han construido, de una forma u otra, una sociedad machista que se debe erradicar con formación, información y educación. “No está escrito en ninguna constitución qué es ser hombre y ser mujer, pero todos sabemos cómo debe ser un hombre y una mujer en todas las sociedades. Las mujeres somos seres para los demás y venimos al mundo con un proyecto que es ser madre-esposa. En algunos países ricos podemos decidir, además, tener otras profesiones, pero en los pobres no y, por ejemplo, no ser madre en algunas comunidades también es no ser persona. Por su parte, los mandatos de la masculinidad tradicional les obliga a ponerse en riesgo en los deportes, una exigencia de hipersexualidad. En definitiva, el gran mandato de la masculinidad es, básicamente, no ser mujer”, resalta Sastre.
Estas construcciones no sólo determinan nuestros hábitos de vida, sino que también lo hacen en lo que a enfermedades y la Salud Mental se refiere. “Tenemos datos que revelan, por ejemplo, que los infartos de miocardio en las mujeres se diagnostican muchísimo más tarde porque la mirada de la medicina siempre ha sido androcéntrica y la sintomatología de los procesos se ha estudiado en el cuerpo de los hombres”, explica la enfermera.
En el caso de la Salud Mental, ella resalta que “el DSM IV, que describe la depresión, presenta un sesgo de género para los varones. “Cuando los autores describen la depresión lo hacen con la sintomatología de las mujeres, pero en los hombres no tiene la misma sintomatología y se diagnostica tarde. Ellos se ponen irascibles, tensos, se acorazan en las emociones y convierten los sentimientos de vulnerabilidad, como el miedo y la angustia o la tristeza, en comportamientos violentos o agresividad, porque les cuesta contactar con su mundo emocional, tal y como se les ha enseñado en los mandatos de una masculinidad hegemónica”, comenta.
A partir de ahora, es imprescindible llevar a cabo esa tarea de deconstrucción. “Los hombres deben saber que tienen que renunciar a una serie de privilegios y las mujeres ya hemos dicho basta”, asevera Sastre.
Las enfermeras de Salud Mental, en las relaciones terapéuticas que establecen con los pacientes, deben conocer y valorar los mandatos de género, también los acontecimientos biográficos y modos de vida que dan lugar a los procesos de vulnerabilidad psicosociales y de género que enferman a los hombres y a las mujeres que a menudo son distintos.