A. ALMENDROS / D. RUIPÉREZ.- Casi 3 millones de personas padecen EPOC en nuestro país, una enfermedad que en el 90% de los casos tiene como origen el consumo de tabaco. Actualmente, los retos pasan por la prevención, el diagnóstico precoz y la adherencia a los tratamientos.
Leopoldo Palacios, coordinador de la “Guía de recomendaciones prácticas enfermeras EPOC” que acaba de publicar el Consejo General de Enfermería, habla de la importancia de la educación en salud para evitar que la población, desde edades tempranas, se inicie en el consumo de tabaco; de cómo en un gran número de pacientes el diagnóstico llega incluso 20 años más tarde de las primeras consultas y de la importancia de promover la adherencia terapéutica.
¿Qué aporta este manual a otros sanitarios?
Para mí, trabajando en Atención Primaria ha sido un privilegio el compartir tiempo de trabajo con el resto de los compañeros para elaborar este documento que pretende fundamentalmente disminuir la variabilidad clínica que está en la actividad que desarrollamos diariamente.
Hoy en día, la idea de elaborar documentos de consulta y de recomendaciones lo que busca es unificar el conjunto de actividades que desarrollamos con los pacientes e intentar que esas actividades estén sustentadas en la mejor evidencia posible.
Lo ideal es que lo que hagamos con nuestros pacientes lo hagamos todos igual y que esté sustentado en recomendaciones con evidencia científica. Así, con esta guía damos recomendaciones para que los profesionales sepan cómo abordar al paciente con EPOC y, además, lo hemos hecho desde la prevención y el diagnóstico, hasta la etapa final de la vida.
Algunos estudios sugieren que, en un horizonte cercano, esta patología puede causar en el mundo 4,5 millones de muertes, que podría ser equivalente a la población de países como Irlanda o Croacia; y, sin embargo, está infra diagnosticada. ¿Cómo se puede diagnosticar la EPOC de forma temprana?
La primera estrategia es la prevención, es decir, el 90% de la causa que genera la EPOC, además de otra genética y de biomasa, es el consumo de tabaco; con lo cual si consiguiéramos eliminar el consumo de tabaco, que es perjudicial para otras muchas patologías, no sólo para la EPOC, los niveles de incidencia y de prevalencia serían distintos. Tenemos un reto importante en la prevención.
El diagnóstico también es un problema: hay un 74% de pacientes a los que estamos llegando tarde con el diagnóstico. Hay estudios que dicen que hay pacientes que empiezan a consultar porque tienen síntomas respiratorios, incluso 20 años antes de haberle diagnosticado la enfermedad.
¿Cómo se diagnostica la EPOC?
Para el diagnóstico requerimos de una prueba concreta que es la espirometría que cuesta trabajo realizar, requiere de la colaboración del paciente. Además, no siempre hay una buena cualificación de los profesionales en Atención Primaria, motivado también por ese desconocimiento. En definitiva, la espirometría es una herramienta del siglo XVIII usada en el siglo XXI y que posiblemente necesitaríamos un elemento nuevo — biomarcadores fundamentalmente, biopsia líquida…— que nos permita identificar la de forma más precoz.
Mientras tanto, mucha prevención e insistir a la población en la importancia de dejar de fumar y el efecto negativo que tiene el tabaco para el pulmón como principal órgano y por otro, a la mínima que aparezcan sintomatología intentar una buena implemen tación de la espirometría en la Atención Primaria, que es ahora mismo la herramienta clave para decir si un paciente tiene o no EPOC.
¿Crees que en la situación de pandemia se ha dejado mucho más de lado la detección de la EPOC, el seguimiento de los pacientes y demás?
Sí, creo que la pandemia ha dado una vuelta como un calcetín al sistema sanitario. También ha demostrado la capacidad de flexibilidad que tiene el sistema, porque en un momento se ha convertido un paritorio en una UCI o profesionales de un área que no tiene nada que ver con la patología respiratoria han atendido a pacientes COVID con patología respiratoria.
La cronicidad se dejaba aparcada y más aún la EPOC, donde el tratamiento o el diagnóstico de la enfermedad requería de pruebas funcionales o respira- La mitad de toria que estaban «prohibidas» por cuestiones de riesgo. Es decir, era imposible atender a un paciente respiratorio donde la terapia inhalada, la movilización y el soplar generaba una posible contaminación ambiental. Con lo cual los efectos en morbilidad y mortalidad habrá que analizarlos dentro de unos años.
Además, la tasa de adherencia al tratamiento no es muy elevada, ¿cuáles pueden ser la estrategias para mejorar
esa tasa?
El problema de la adherencia es un problema general de la cronicidad. La mitad de los pacientes crónicos incumple el tratamiento. Y en el caso de la patología respiratoria que la base es la terapia es inhalada existe ese factor inherente a los propios dispositivos de inhalación. Es decir, si a un paciente le cuesta tener adherencia a una pastilla pues al uso de un dispositivo de inhalación con una técnica concreta aumenta hasta el 70%. Sólo el 32% de los pacientes realiza bien la base del tratamiento de la terapia inhalada.
En lo que se refiere al tabaco se trata de un problema diferente, al hablar de drogadicción, donde los mecanismos son distintos, donde no hay solo ayuda farmacológica si no también cognitivo conductual. La única forma de conseguir que yo a ti como paciente te motive para conseguir una mejor adherencia al tratamiento es ganando una relación de confianza con él. Evidentemente las enfermeras creo que estamos en un punto de partida por nuestra visión más holística y humanista del de la de la enfermedad para trabajar con el paciente.