ÁNGEL M. GREGORIS.- La Atención Primaria, al igual que todas las unidades y servicios de la sanidad, está sufriendo un cambio brutal con motivo de la lucha contra el coronavirus. Faltan camas, recursos materiales y recursos humanos, que han causado estragos a todos los niveles. Esta situación la está viviendo Daniel González, número 1 del EIR 2018, que realiza su residencia en el centro de salud Fuente de San Luis, en Valencia. “Se han hecho cambios muy importantes, tanto a nivel de atención como estructurales. Tenemos dos circuitos, uno de respiratoria en el que se deriva a todos los pacientes con sintomatología de posible caso de COVID-19; otro para el resto de los pacientes sin sintomatología. Por otra parte, estructuralmente, el grueso de la atención ahora es seguimiento telefónico”, afirma.

Sumidos en la crisis del coronavirus, la atención a pacientes crónicas ha pasado a ocupar un segundo plano y es que hace días se les explicó la situación, se valoró cómo se encontraban y se les avisó de que podían contactar si había complicaciones. Ahora, están prácticamente centrados al cien por cien en identificar a pacientes con COVID-19. “Lo que hacemos desde Atención Primaria es aislar adecuadamente a esos pacientes en sus domicilios, que es donde mejor pueden estar y tienen un riesgo mínimo de contagio. En cuanto al seguimiento telefónico, la primera consulta la hace el médico de familia y básicamente se suele hacer un diagnóstico de presunción de posible caso COVID-19. Cuando esto ya está hecho, el paciente pasa a enfermería, que realiza un seguimiento en función de sus características. Enfermería lleva el peso en el seguimiento telefónico de estos pacientes”, explica Daniel.

Es en ese momento cuando se divide en dos grupos a estos pacientes, con y sin factores de riesgo. “También tenemos en cuenta características puntuales como si tienen personas dependientes a su cargo que les dificulte el aislamiento domiciliario. Una vez que ya tenemos determinado este aspecto, se pautan seguimientos por teléfono cada 24 o 48 horas. Hasta el día 6 que comprobamos si hay signos de empeoramiento clínico y, dependiendo de la valoración, vuelve al médico o espaciamos el seguimiento hasta que los enfermeros damos el alta de seguimiento”, señala.

Cuando se habla de miedo, Daniel apunta que los afectados y sus familias sí tienen y mucho. “Las llamadas son bastante duras, mucha gente tiene información sesgada y tenemos que resolver muchas dudas. Nos encontramos con personas que han perdido a familiares, que tienen a su pareja ingresada en la UCI… tenemos que llevar a cabo un gran soporte emocional”, puntualiza. Por su parte, cree que más pronto que tarde los trasladarán a los hospitales de campaña, algo que considera “un error porque la mejor opción no es desmantelar la Atención Primaria, que somos los encargados de hacer un poco de contención de estos pacientes que no acuden al hospital”.

También tiene claro que no puede haber otra razón que no sea económica para prorrogar los contratos a los EIR. “Mi residencia termina en mayo y no habría problema en que se me hiciese un contrato de especialista o de generalista, pero no tiene sentido prorrogarlo cuando ya me he formado durante dos años”, concluye.

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