ÁNGEL M. GREGORIS.- La denominada Ley de Eutanasia, publicada en el Boletín Oficial del Estado en marzo de 2021, pretende dar una respuesta jurídica sistemática, equilibrada y garantista, a una demanda sostenida de la sociedad actual como es la eutanasia. En el texto se repite en numerosas ocasiones la premisa “sufrimiento físico o psíquico”. Una premisa que deja desamparados a ciertos pacientes, que ven cómo la ley no recoge determinadas situaciones en las que poder solicitar esta ayuda. Son los pacientes con enfermedades de salud mental.
“Esta ley deja a estas personas un poco desprotegidas porque es una ley farragosa a la vez que garantista y no explicita la enfermedad mental”, explica Belén Maside, enfermera especialista en salud Mental y miembro del Comité de Ética Asistencial del Hospital Universitario de A Coruña.
Profilaxis activa contra el suicidio
Ella considera que el profesional de enfermería aquí tiene un papel clave. En primer lugar, “de profilaxis activa contra el suicidio”; y, en segundo lugar, “de escuchar esas demandas de acompañamiento en la muerte de los pacientes con enfermedad mental cuando ya ha transitado por muchos caminos, muchos profesionales, muchos tratamientos y muchas opciones terapéuticas”. “Este es un trabajo que requiere mucho tiempo, mucha prudencia y una escucha activa y basándose en la singularidad de cada paciente”, apunta.
Como especialista, considera fundamental esa escucha y conocer al paciente. Es fundamental saber diferenciar cuándo un paciente quiere morir porque ya no tiene otra opción o porque la propia patología puede llegar a tener ideación continua de muerte, pero esto último no es una petición de eutanasia. “Creo que aquí el papel de los profesionales, y en concreto enfermería es clave.
Día a día
Trabajamos con ellos día a día, hora a hora. La clave está en el tiempo de deliberación, en el trayecto de cada persona y no en un momento de opacidad. No se trata de afrontar esto en un momento en el que los síntomas sean muy claros o en un momento de desesperanza. Hay veces que los pacientes llevan una trayectoria de sufrimiento que es cuando toman la decisión. Creo que, tras un trabajo personal de esfuerzo, de honestidad y de decir ‘hasta aquí’. Antes de todo esto, tenemos que ver que se le haya ofertado al paciente todos los tratamientos posibles, desde una orientación farmacológica, hasta la biologicista, la cognitiva-conductual, la psicoanalítica… Después de probarlo todo es cuando habrá que, por lo menos, escuchar a ese paciente”, puntualiza.
Para Maside, “todavía queda un camino por recorrer y se irá viendo a medida que vaya habiendo casos de estos pacientes que lo soliciten”. “Tenemos que acompañarlos con prudencia y entenderlos”, concluye.