FERNANDO RUIZ.- Pasaban apenas unos minutos de las tres y cuarto de la tarde del domingo 19 de septiembre cuando, en la zona conocida como Montaña Rajada, en la isla canaria de La Palma, una enorme columna de ceniza se alzaba varios centenares de metros, confirmando lo que todos esperaban desde hacía semanas: la erupción del volcán de Cumbre Vieja. Comenzaba así una auténtica pesadilla para muchos palmeros que veían como sus casas quedaban sepultadas bajo la lava.
A esa hora, la enfermera palmera Paula González de la Cruz, no podía imaginar el frenético trabajo que se le venía encima. Ella es una de las profesionales que está atendiendo in situ, en esta situación de catástrofe, a toda la población que lo requiere, y en ese momento contemplaba atónita como poco a poco la colada se iba abriendo paso, primero entre los pinos de la cumbre isleña, y luego arrastrando todo lo que encontraba a su paso. No se lo podía creer. Los días posteriores no ha parado de trabajar. La atención de las personas con problemas respiratorios por la ceniza, o de afecciones oculares por el humo que expulsa el volcán, han sido una constante en su día a día. “Hemos tenido que reforzar turnos porque al principio no dábamos abasto” afirma Paula “En una primera fase de esta emergencia nos desplazaron a los diferentes puntos de evacuación, como el campo de fútbol de El Paso, para atender directamente a las personas que están siendo desalojadas de sus viviendas” añade
“En el plano profesional, nosotras nos encargamos de la atención directa de las personas, en función de las necesidades y de la evaluación de su estado, pero esta situación también nos afecta a todos en el ámbito personal, pues hay compañeros que han perdido sus casas” asegura Paula, para confesar también que tienen que tratar “a muchas personas con crisis de ansiedad, pánico y afectaciones de salud y con movilidad reducida”
“Sin embargo -confiesa- tratamos de lidiar con esta situación con la máxima profesionalidad, pero también con todo el cariño del mundo” afirma Paula con el corazón encogido porque no se sabe a ciencia cierta cuando se va a acabar esta emergencia.
Con mucha preocupación y expectación sigue también el enfermero Luis Cairós la erupción del Cumbre Vieja. Desde su puesto de trabajo trata de estar pendiente de lo que ocurre al otro lado de la isla. “Tenemos una enorme sensación de incertidumbre, de impotencia, de no saber qué hacer, de no saber qué va a pasar de no saber cómo ayudar mejor” confiesa Luis.
Este enfermero de Atención Primaria que trabaja en La Palma confirma que hay incluso algunos profesionales sanitarios de la isla que han perdido sus casas bajo la lava, que lo han perdido todo, y se emociona al acordarse de sus compañeros que han sufrido directamente las fatales consecuencias de esta erupción.
En cuanto a los problemas de salud causados por el volcán a los que se enfrentan las enfermeras, Luis Cairós confirma que “hay mucha ceniza en el ambiente, y con la llegada del magma está empezando a haber diversos tipos de gases que pueden llegar a ser perjudiciales para la salud”
“En estos momentos, nuestra labor se centra en el acompañamiento a los pacientes, satisfacer las necesidades inmediatas tales como medicación, apósito e incluso pañales para las personas dependientes y ahora estamos a la expectativa, cruzando los dedos, para que no ocurra nada más y no se convierta esto en una emergencia sanitaria”, asegura este enfermero palmero que no ha parado ni un momento desde que el volcán comenzara a expulsar lava por una de sus bocas.
Para los afectados por esta emergencia, Cruz Roja a puesto a su disposición un teléfono de atención psicológica completamente gratuita y anónima, que es muy útil para afrontar una situación tan complicada como esta. El numero habilitado es el 900 107 917
Esta erupción del volcán Cumbre Vieja está resultando ser imprevisible, es imposible averiguar cuando se va a detener, pero a buen seguro estas enfermeras seguirán hasta la última gota de lava “al pie del volcán”, preparadas para cualquier emergencia que pueda surgir en la que, a pesar de todo, siempre será la “isla bonita”.