REDACCIÓN.- Sandra y Antonio son dos estudiantes de cuarto curso de enfermería de la Universidad de Almería. Hace dos semanas estaban de viaje “alternativo” de fin de curso en Londres y el destino los llevó a enfrentarse a una situación real para poner en práctica todos sus conocimientos. Estaban visitando el British Museum cuando, antes de irse a comer, vieron cómo una chica de 18 años se cayó al suelo desfallecida e inconsciente.
Antonio fue el primero en tirarse al suelo para auxiliar a la chica, tendida junto a la tienda de recuerdos. Como responsables, solo personal de seguridad, sin que compareciera durante casi una hora ningún sanitario: “Preguntamos si necesitaban ayuda, nos dijeron que no, pero al identificarnos como enfermeros nos dejaron actuar”. Posteriormente, comprobó que no respiraba, pero sí tenía pulso. “La estaban desnudando para aplicarle el DEA y los paré por dos motivos, porque era una chica musulmana, solicitando que pusieran un biombo para preservar su intimidad, y porque no era necesaria la descarga”. Fue el único momento en el que Díaz creyó que la situación le “sobrepasaba un poco”, pero se incorporó entonces Sandra: “Llegó, se tiró también al suelo conmigo y vi la luz”.
Maniobra
Ya en equipo, “la pusimos boca arriba, le hicimos la ‘maniobra frente-mentón’ y al colocarle bien la cabeza, la chica inspiró por fin y comenzó a tener una respiración correcta, muy flojita, pero correcta”. Lo siguiente fue “ponerla de nuevo en la posición lateral de seguridad, seguir comprobando periódicamente las constantes, de la manera más básica por la falta de instrumental, para que no las perdiera, e intentar averiguar por qué había ocurrido ese desfallecimiento”. Fue complicado, “en ningún momento recobró la consciencia”, y gracias a otro compañero, a Álvaro, se le pudo medir la glucosa, “la tenía correcta”, si bien pidieron “cualquier otro instrumental que pudiera haber en el museo, un esfigmomanómetro, un tensiómetro, lo que fuera, pero no tenían absolutamente nada y no podíamos medir más constantes; no pudimos hacer nada más, pero sí estar con ella y vigilarla por si perdía el pulso”.
Ambulancia
Hicieron caso omiso a que “algunas personas pidieron que le hiciésemos la RCP para grabarlo en móvil” porque no era necesario, soportando también la presión externa durante los 50 minutos que tardó en llegar la ambulancia: “Vino solo un paramédico, figura intermedia allí entre el enfermero y el médico, y realmente lo que hizo fue una toma de constantes y le puso un suero y unas gafas nasales”. La clave para salvar esta vida estuvo sencillamente en la maniobra de abrirle la vía aérea, “porque realmente iba a morir asfixiada”, ha precisado Sandra Aliaga, sin precipitarse con otras acciones que podrían haber sido hasta contraproducentes: “El desfibrilador, en principio, no habría descargado al detectar automáticamente que había ritmo cardíaco, pero si por casualidad sí lo hubiesen hecho, podría haber entrado en parada”.