ÁNGEL M. GREGORIS.- La prematuridad es una condición de salud muy desconocida por parte de la sociedad, que conlleva una inmadurez de órganos y sistemas y hace más vulnerables a los recién nacidos a las enfermedades y más sensibles a los agentes externos. Se estima que un 7% de los nacimientos españoles son prematuros, según datos del Instituto Nacional de Estadística. De hecho, en 2021, hay contabilizados 18.701 neonatos prematuros.
Esta situación altera de manera cruel todas las expectativas creadas antes del nacimiento y viene acompañada de una falta de información para los progenitores. Contar con enfermeras expertas en este ámbito es imprescindible para brindar una red de seguridad y cuidado al neonato sano o enfermo y a sus familias. “Las intervenciones tempranas y específicas de la enfermería neonatal reducen el estrés de los progenitores durante la hospitalización y en la transición al domicilio. Asimismo, brindan una atención y unos cuidados específicos a fin de prevenir la morbimortalidad y aumentar el índice vital”, afirma Leticia Bazo, presidenta de la Sociedad Española de Enfermería Neonatal (SEEN).
Crucial
Para ella, el rol de la enfermería neonatal es crucial, “especialmente en los que presentan riesgo o alteración real de su salud”. “Somos los profesionales capacitados para llevar a cabo el cuidado que precisan estos neonatos, aplicar los Cuidados Centrados en el Desarrollo y programas más específicos en neurodesarrollo como el programa NIDCAP, entre otras terapias específicas como hipotermia, depuración renal continua, oxigenación por membrana extracorpórea, pre y post cirugía cardiaca, trasplantes, finales de vida…”, subraya.
En este sentido, apunta que “todos los lugares de trabajo de las Unidades de Neonatología deben estar ocupados por enfermeras especialistas en Pediatría”. “Actualmente, nos encontramos que en muchas unidades el perfil de conocimientos y habilidades de las enfermeras no siempre se ajusta a lo que realmente necesitan los neonatos. Debemos luchar para que se reconozca la especialidad en estas unidades”, puntualiza.
Unidades perinatales
Desde la SEEN instan a crear las llamadas unidades perinatales con alojamiento conjunto madre-bebé para promover la iniciativa ‘separación zero’, ya que la instauración de este modelo todavía es muy incipiente en el país. “También tenemos que buscar favorecer un entorno, dentro de la unidad neonatal, lo más similar posible al que le tocaría en el útero materno. Hemos de adecuar el entorno donde se acabará de desarrollar ese neonato prematuro tanto a nivel de luz, sonido, temperatura, olores, como con los cuidados que hay que realizarle como la alimentación, cambio de pañal, terapias específicas…”, asevera la enfermera.
Tan importante como el recién nacido es su familia y el apoyo de las enfermeras se convierte en algo indispensable durante todo el proceso. “Es fundamental integrar a la familia en los cuidados, independientemente del contexto sociocultural y económico. Este modelo de atención promueve la inclusión de los padres como parte del equipo sanitario, fomentando su participación en todos los cuidados relacionados con su bebé. Esto supone un cambio de rol del profesional de la salud, dando mayor protagonismo a las familias, empoderándolas en el cuidado de su hijo/a, fortaleciendo a la vez el vínculo familia & bebé y facilitando su transición y crianza en su hogar”, concluye.
Salud mental
En otro orden de cosas, dentro de esos cuidados a las familias, hay que prestar especial atención a la salud mental, que supone un reto pendiente a la atención neonatal. María Teresa Montes y Nuria Herranz, enfermeras especialistas en Pediatría, coordinadoras de Enfermería NeNe y patronas de la Fundación NeNe, apuntan que más allá de la hospitalización del bebé, hasta un 30% de los progenitores presenta trastornos de estrés postraumático, ansiedad y depresión durante el primer año.
“A la frustración por las expectativas rotas y la tristeza por la separación, se suma el miedo a la gravedad de la enfermedad, la pérdida del bebé soñado, el riesgo por los resultados neurológicos adversos y en casos extremos el fallecimiento de su hijo o hija. En este escenario complejo, la familia convive con estados de labilidad emocional, bloqueo afectivo, e incluso de hipervigilancia, que ponen en riesgo su bienestar emocional. Ante esta realidad, es esencial proporcionar un marco de cuidado que soporte el neurodesarrollo del bebe y coloque la salud psicoemocional de madres-padres-recién nacido en el centro de la atención”, manifiestan Montes y Herranz.