ANA MUÑOZ.- El acoso escolar o bullying constituye un problema alarmante en España, donde, según los últimos datos de la Confederación de Centros de Enseñanza, el 35% de los alumnos lo ha sufrido en algún momento de su vida. La mayoría, sin embargo, nunca se lo dice a sus padres y eso dificulta mucho la detección.
Se considera que un niño o un adolescente sufre acoso escolar cuando otro estudiante o grupo de estudiantes le agreden física o verbalmente, se burlan repetidamente de él o si le marginan deliberadamente. Entre las consecuencias más frecuentes del bullying se cuentan, además de las lesiones físicas, la depresión y el absentismo.
La enfermería puede ser una pieza clave en la detección de casos de este tipo, tanto desde Atención Primaria como desde los centros de salud mental. Sin embargo, la formación que reciben los profesionales al respecto es prácticamente inexistente.
Es la denuncia que hace Iker Dios Oñativia, enfermero en el servicio de Psiquiatría del Hospital Donostia, en Guipúzcoa. Íker asegura que si ellos, los enfermeros, estuvieran formados, podrían a su vez formar e informar a padres, alumnos y profesores: “Sobre todo los enfermeros de los centros de salud, que son los que están en contacto con la comunidad. Ellos pueden darse cuenta de situaciones que los padres o profesores atribuyen a que los chicos son adolescentes, a que ‘es una fase’ o a que ‘ya se le pasará’. Cuando esto ocurre, los enfermeros deberían poder explicar que hay algo que no funciona, que a ese chico le pasa algo y que es importante. Hay que educar a los niños y explicarles que el acoso que sufren no es culpa suya, hacerles ver lo que ocurre, porque muchas veces, cuando son maltratados, no son conscientes. Eso genera ansiedad y depresión, les hace dejar de comer y de salir, les quita las ganas de ir al colegio. Pero la formación y los recursos de los profesionales se quedan cortos”.
Iker es autor del trabajo El Estrés y el Bullying como elemento estresor en adolescentes. Enfoque desde la Enfermedad SM, una revisión de todas las investigaciones enfermeras desarrolladas hasta la fecha en torno al problema del bullying, sus antecedentes y consecuencias. “Como enfermero de salud mental, era un tema que me llamaba mucho la atención y sobre el que apenas se había escrito. En el País Vasco, donde yo vivo, no hay programas de formación específicos, como tampoco los hay en la mayoría del territorio español. Cuando encontramos un caso de este tipo damos parte a los padres junto con el médico e intentamos trabajar con la familia, pero no hay protocolos ni guías. No sabes cómo actuar, faltan conocimientos”.
¿Hay más casos de acoso escolar ahora, que vemos cómo algunos saltan a las páginas de los periódicos, o los ha habido siempre pero ahora tienen más visibilidad? Iker cree que van en aumento: “Cada vez hay más, los porcentajes han ido creciendo. Los últimos estudios hablan de que entre un 20 y un 25% de los alumnos sufre bullying. Es muchísimo, antes no ocurría tanto. Además, se han ido perdiendo los límites y las diferencias entre el acoso ejercido por chicos y chicas. Ahora ellas también efectúan bullying de tipo violento, dan palizas”.
El acoso escolar provoca secuelas que pueden acompañar al sujeto a lo largo de toda su vida, asegura Iker. Existen casos de víctimas que siguen sufriendo depresión hasta diez años después de haber sufrido el maltrato, y muchos otros desarrollan patologías mentales cuyo origen está en el bullying. La formación de los profesionales se revela imprescindible ante un problema tan grave. Iker lo tiene claro: “Deberíamos sentarnos a elaborar protocolos de actuación. Aunque muchos nos formemos por nuestra cuenta, estamos ante un tema lo suficientemente importante como para que se nos prepare”.
En la memoria
El primer caso reconocido de suicidio por acoso escolar en España fue el de Jokin Ceberio, un adolescente que, sólo unos días antes de cumplir 14 años, acabó con su vida arrojándose al vacío desde la muralla de Hondarribia (Guipúzcoa). Años más tarde, en 2013, un caso similar volvía a saltar a las primeras páginas de los periódicos. Carla Díaz, de 14 años y que sufría el acoso de sus compañeros, se arrojó desde un acantilado en Gijón. Este mismo año la justicia ha reconocido por primera vez un 33% de discapacidad por estrés postraumático a un adolescente que sufrió bullying desde los cinco hasta los diez años. En nuestro país ya existen varias asociaciones nacionales y regionales que se dedican a luchar contra el acoso escolar.