ANA MUÑOZ.- Pasan desapercibidos en el ajetreo, entre viajeros, maletas, despedidas y bienvenidas. Se les ve poco, incluso hay quien desconoce su existencia, pero cuando intervienen, su actuación es clave. Están formados en emergencias y saben cómo comportarse en caso de catástrofe. Son Alexia Font y Nelson Mifsut, enfermeros de aeropuerto en Madrid y Barcelona, respectivamente.

Alexia y Nelson

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Nelson Mifsut y Alexia Font, enfermeros en los aeropuertos de Barcelona El Prat y Madrid Barajas, respectivamente

Alexia tiene 32 años y empezó a trabajar como enfermera en el Aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas en el año 2008. Había pasado muy poco tiempo desde el accidente de Spanair, la catástrofe aérea en España con más muertos en 25 años. Fallecieron 154 personas. “Faltaba poco para que yo llegara”, explica Alexia. “Fue un ejemplo de situación extrema. Estamos formados para ello. En un caso así, somos los primeros en llegar y desempeñar las labores de triage. Clasificamos a los heridos por su gravedad para prestar asistencia en función de las necesidades”. Pero el día a día en el aeropuerto es mucho más sencillo y las dolencias más comunes son las relacionadas con el aparato digestivo, traumatismos y lesiones por golpes y caídas.

Nelson, enfermero de 30 años que trabaja en el Aeropuerto de Barcelona-El Prat, asegura que una de las primeras cosas que le explicaron cuando llegó “es que hay mucha gente que no pide asistencia sanitaria porque no sabe que existe un servicio médico”, y añade algunas patologías más a la lista de frecuentes,“otitis, hipertensiones, problemas derivados de la diferencia de presión durante el despegue y el aterrizaje… También atendemos patologías psiquiátricas, ataques de pánico a volar y a gente que llega muy bebida o incluso drogada. Y hemos tenido casos de quemaduras graves de turistas que se han pasado tomando el sol, además de caídas en las escaleras mecánicas”.

Ciudades en pequeño

Por el aeropuerto de Madrid pasan cada año 40 millones de pasajeros, unos cien mil al día. Para dar cobertura a todos ellos, cuenta con tres servicios médicos —en los que se integran 18 enfermeros— distribuidos en las distintas terminales. El año pasado atendieron a 11.446 personas.

Aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas

Aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas

El Aeropuerto de Barcelona- El Prat registró más de 35 millones de pasajeros el año pasado. Su servicio médico lo forman seis enfermeros, seis médicos y otros tantos técnicos. Nelson explica que en un día normal pueden tener dos o tres salidas en ambulancia y el mismo número de visitas que llegan por su propio pie. La cifra puede duplicarse o incluso triplicarse en las jornadas más intensas. “Esos días ni comemos”, asegura el enfermero.

Aeropuerto de Barcelona-El Prat

Aeropuerto de Barcelona-El Prat

En nuestra visita a Barajas nos encontramos con Alexia en la planta cero, en la parte de llegadas, donde está su servicio, estratégicamente situado para tener acceso rápido tanto a la zona de pista como al interior del edificio. Junto a la puerta cuelgan el casco y la chaqueta reflectante de uso obligatorio para salir a pista. Las paredes están cubiertas de mapas y planos del aeropuerto que les sirven para orientarse. “Esto es como una ciudad, es un lugar muy grande. Y atendemos a pasajeros, a empleados, a miembros de la tripulación, a personas que vienen acompañando a familiares…”, explica la enfermera.

“Brindamos asistencia en cualquier lugar. Esto significa que si un comandante lo solicita, vamos a la aeronave. Si hay un accidente de tráfico en las cercanías, el aviso nos salta a nosotros. Y, por ejemplo, si uno de los halconeros del aeropuerto necesita asistencia, pues acudimos a su zona de trabajo, que está muy lejos y es prácticamente todo campo”. Lo más complejo de su trabajo, para ella, es que abarca todas las edades: atienden desde un recién nacido hasta personas mayores, y eso implica todo tipo de patologías.

El servicio médico tiene varias dependencias. La que llama más la atención es la llamada “sala de pacientes en tránsito”, pensada para aquellos que necesitan descansar entre un vuelo y otro porque padecen alguna enfermedad. También hay un almacén donde se guarda la medicación y el material, una consulta donde se desarrollan la mayoría de las atenciones y un box avanzado para los pacientes más graves. El servicio cuenta, además, con un despacho para el trabajo administrativo y una sala de descanso para los profesionales. Cada aeropuerto tiene un hospital de referencia que está a unos diez minutos en ambulancia.

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Alexia muestra la Unidad Sanitaria de Urgencia

El escenario más difícil

La mayoría de pacientes llegan por su propio pie al servicio médico en busca de asistencia, pero el trabajo del enfermero conlleva traslados a todos los edificios del aeropuerto, a la pista, al hospital y, por supuesto, a la aeronaves. “Trabajar en un avión es muy difícil. Casi no hay espacio ni para nosotros mismos”, explica Alexia.

Nelson no puede estar más de acuerdo: “Hay muy poco espacio en un avión para poder trabajar, y demasiada gente. Si tenemos una persona inconsciente o que está tirada en el suelo, apenas tenemos movilidad con todo el material que llevamos. Es muy difícil. Por eso contamos con mecanismos de evacuación rápida, y los utilizamos siempre que podemos”.

“En general, en todo el aeropuerto, estamos muy condicionados por el espacio en el que trabajamos”, añade Alexia. “Es un espacio abierto y es muy complicado preservar la intimidad del paciente. Si tienes que atender a alguien en medio de una terminal, no puedes pedirle a todo el mundo que se marche. Un aeropuerto brinda un entorno muy bonito, pero muy complicado”.

Estamos muy condicionados por el espacio

Para los desplazamientos cuentan con un vehículo de intervención rápida. “Lo llamamos USU: Unidad Sanitaria de Urgencia. Lo usamos para llegar a zonas de difícil acceso con mayor rapidez. Es un todoterreno, no un vehículo para el traslado de pacientes, pero nos sirve para llevar todo lo que tiene una UVI”, dice Alexia. Los dos enfermeros coinciden en que los casos más difíciles a los que se han enfrentado han sido paradas cardíacas.

Entrenados

Trabajar en un lugar peculiar requiere una formación específica. La preparación de enfermeros con Nelson y Alexia se basa en cursos de emergencias y simulacros periódicos que contemplan todo tipo de escenarios. Necesitan reciclaje continuo en soporte vital avanzado, así como “conocimientos de cardiología, traumatología, neumología, neurología… Incluso pediatría, porque vemos a muchos niños. Aquí se ocupan de darnos formación”, explica Alexia. En la misma línea, Nelson asegura que “el aeropuerto nos está instruyendo desde que entramos. Dándonos cursos, clases sobre el plan de autoprotección, etc. Estamos muy actualizados”.

Enfermedades infecciosas

Ser enfermero en un lugar de tránsito entre diferentes países implica estar alerta a la posible entrada de enfermedades infecciosas. Existen protocolos para ello, explica Alexia: “Por ejemplo, cuando hubo la gripe A, o hace muy poco, con un brote de ébola. Nosotros, a través de Sanidad Exterior, estamos informados de cómo actuar en esos casos”. A veces los pacientes llegan preguntando si necesitan vacunarse para viajar a otras regiones, como países tropicales, “pero en esos casos tenemos que remitirles a otro lugar, porque aquí atendemos urgencias, no tenemos vacunas”, recalca Alexia.

“La alerta por ébola se mantiene estos días”, asegura Nelson. “En principio no existen conexiones directas con países afectados, pero tenemos que estar al tanto. Nos van avisando, nos envían planes de vuelo informando de todas las conexiones que se incluyen. Siempre los tenemos en cuenta y estamos atentos a los posibles
síntomas”.

Obstáculos

Gran parte de las dificultades del trabajo en el aeropuerto derivan de las barreras idiomáticas. ¿Cómo se comunican los enfermeros con ciudadanos de todas las partes del mundo? “Si nos vemos apurados podemos pedir ayuda a nuestro Centro de Gestión Aeroportuaria para que nos facilite un traductor”, explica Alexia, “pero lo cierto es que la mayoría del equipo hablamos, al menos, inglés. Nos las arreglamos bien incluso mediante signos, ayudándonos entre nosotros. El trabajo en equipo es importante para todo”, asegura.

Hay barreras de idioma y cultura

Al problema del idioma hay que sumar, además, las barreras culturales. Alexia pone un ejemplo: “No sería la primera vez que nos ocurre que un equipo sanitario cuyos miembros son todos hombres, no puede explorar a una mujer árabe porque su marido no lo permite. Ves que esa persona está grave y no puedes reconocerla. Al final, con experiencia y profesionalidad conseguimos llevarnos la situación a nuestro terreno”. Y otro caso peculiar: el trabajo de los enfermeros de aeropuerto incluye atender a pasajeros detenidos y prestar asistencia tanto a requerimiento de la Policía Nacional como de la Guardia Civil. En estos casos los agentes no se separan de los pacientes ni un segundo.

Pese a las dificultades, los largos turnos y la tensión ante cualquier eventualidad, tanto Alexia como Nelson se consideran felices en su trabajo. “A mí me encanta. Yo hice un máster de emergencias intra y extrahospitalarias, y es lo que andaba buscando: un trabajo en ambulancia”, asegura él. “Es un lugar muy bonito, y tenemos un ambiente muy bueno. A veces es difícil por los lugares donde tenemos que prestar asistencia, pero es un sitio muy recomendable para trabajar”, concluye ella.