A. ALMENDROS / D. RUIPÉREZ.- Sana Chaer trabaja como enfermera en un centro penitenciario, donde además realiza investigaciones sobre cuestiones como los problemas de salud que afectan a esta población, en la que el consumo de drogas, psicofármacos e infecciones es muy superior al de la población general. En esta entrevista, nos habla de cómo es su día a día en el centro, de cómo tienen que ganarse la confianza de los reclusos y de cómo a veces tienen que enfrentarse a situaciones incómodas e incluso peligrosas. También nos habla de cómo sus condiciones laborales son muy mejorables y es que, asegura, “las enfermeras de prisiones estamos un poco abandonadas”.
¿Cómo es el trabajo de una enfermera en una prisión?
El trabajo en sí no deja ser el de una enfermera. Lo único peculiar es que ahí tenemos que trabajar más con lo que sería el régimen, los vigilantes, las limitaciones y las restricciones, por lo que sería combinar nuestro trabajo cuando todo va bien y todo lo permite. A veces quizás tenemos que dejar el trabajo a medias por alguna emergencia que haya surgido, pero en sí el trabajo no deja de ser un paciente y una enfermera que hace sus cuidados.
Hay gente que puede pensar que es un trabajo peligroso, ¿hay alguna situación a la que te hayas enfrentado en la que has necesito ayuda de los vigilantes?
Sí, esto es nuestra peculiaridad. Tenemos pacientes que son psiquiátricos que alguna vez pueden tener un brote, ponerse muy agitados y podemos sufrir un riesgo. Por ello, siempre hay personal vigilante que nos acompañan y sobre todo con pacientes que pueden tener algún tipo de material y nos pueden lesionar. Es un hándicap de nuestro trabajo, cuando entramos aquí sabes donde vas, pero siempre tienes varios sistemas de seguridad, como botones de seguridad para llamar si estás sola y pasa alguna cosa… entonces peligro no he tenido, situaciones de riesgo sí, es decir pacientes que me han tenido que reducir mientras les daba la medicación porque se negaban a medicarse y tenían un brote psiquiátrico y por tanto necesitaba esa medicación. Pero todo siempre dentro de una cierta seguridad. Es un peligro que está ahí y siempre tienes que ir con más ojos.
Los enfermeros de enfermería penitenciaria nos han trasladado el malestar de que son pocos y además su régimen laboral se parece más al de los ATS de hace muchos años que a las competencias y funciones de una enfermera en el día de hoy. ¿Compartes esa opinión?
Sí, en este sentido sí. Nosotros en Cataluña lo que sería el departamento de prisiones no está regido por el departamento de Justicia, lo rige el departamento de salud, entonces poco a poco se va viendo el cambio. Pero esto es reciente, desde 2014 o así fue cuando se fusionó. Entonces lo intentan, pero sigue siendo un sitio muy blindado, muchas cosas que fuera ya están muy adelantadas nosotros nos damos cuenta de que entre que somos pocos y no nos lo facilitan nos tienen un poco abandonados. En prisión hay mucho trabajo que hacer para conseguir todo el nivel que ya se está haciendo fuera en la calle.
¿Qué curas o cuidados son los que más realizáis?
En tema de urgencias lo que más vemos son pacientes autolesionados. El nivel a veces de agresividad contenida que no pueden descargar contra profesionales porque saben que eso les va a suponer una sanción y un aumento de la pena, lo descargan contra ellos mismos y se cortan, se dan golpes, fracturas… También podemos encontrar intoxicaciones por drogas como puede ser la heroína o cocaína, o por pastillas como podrían ser los ansiolíticos: hay un mercado que se los van vendiendo y pueden hacerse una sobredosis.
En lo que se refiere a paciente habitual lo que hacemos como enfermera es promover que tengan todo el calendario vacunal por tema de infecciones y luego el paciente crónico que siempre hay gente hipertensa, diabética… que los controlamos.
Seguro que tienes muchas anécdotas de estos años, ¿cuál destacarías?
Un caso que nunca me hubiera pensado encontrar dentro de prisión fue encontrarme a un paciente que se cosió la boca. Era un paciente psiquiátrico que estaba un poco al límite y según él había voces que tenía que decir, pero
no quería hacerlo porque eso iba hacer daño y se cosió el mismo la boca. Nuestra atención fue descoserle y enviarle al psiquiatra a que le regulase la medicación, pero nunca pensé que me iba a encontrar algo así.
¿Cómo te ves dentro de 10 años?
No sé muy bien donde estaré, pero la verdad que ahora mismo el mundo de las prisiones me está apasionando y quiero seguir avanzando, realizar proyectos en la prisión para mejorar la salud de nuestros pacientes y dar a conocer que nuestra función es muy buena.