ÁNGEL M. GREGORIS.- “No te muevas de la silla porque te puedes caer”, “Ya no hay papeles protagonistas para gente como tú”, “Cada vez estás peor”, “Si fueses más joven, lo comprenderías”, “No te enteras de nada”, “Tienes la menopausia”, “Déjale, no sabe ni lo que dice”. Estas son siete frases que pueden resultar normalizadas, pero que suponen un desgaste mental enorme para aquellas personas a las que van referidas.

Siete ejemplos que la población tiene interiorizados, pero que hay que desterrar del vocabulario y de los hechos. Siete formas de discriminar a las personas mayores, que los profesionales sanitarios, entre ellos las enfermeras como referentes en educación para la salud, deben paliar y poner freno.

Así, casi sin darse cuenta y en muchas ocasiones sin pensar que se está haciendo mal, es como surge el edadismo. Un término desconocido para la mayoría, que se puede definir como los estereotipos, prejuicios y la discriminación contra las personas mayores. Acuñado en 1968 por el gerontólogo y psiquiatra Robert Butler, el edadismo engloba todos aquellos mensajes, actitudes, ideas o hechos que ofenden, de alguna manera, por motivos de edad. Esta discriminación puede ser intencionada, como las estafas de algunas empresas; o no intencionada, como la falta de ascensores o rampas para hacer más accesibles los edificios. También hay que diferenciar entre el edadismo de personas, como fomentar los estereotipos sobre la vejez, y el edadismo institucional, como la exclusión de los mayores en ensayos clínicos.

Sociedad plural

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En un mundo cada vez más envejecido, en el que la esperanza de vida ha crecido en los últimos años y las enfermedades crónicas suponen un alto porcentaje de la atención sanitaria, las enfermeras deben cobrar protagonismo a la hora de educar y concienciar para prevenir el edadismo entre los más jóvenes, pero también entre los adultos. Estos últimos, muchas veces sin quererlo, caen en la discriminación a la hora de atender a sus mayores, infantilizándolos, no escuchándolos o tratándoles como si no fuesen autosuficientes.

“Actualmente, vivimos en una sociedad plural, en la que la tolerancia y el respeto deben ser los pilares de la educación. Las enfermeras, como profesionales más cercanos al paciente, debemos estar ahí para ayudar y educar en todas las etapas de la vida. En el caso del edadismo, nos encontramos con una situación extremadamente grave a la que hay que poner freno desde la infancia. No podemos permitir que nadie, por el simple hecho de la edad que tenga, sufra cualquier tipo de discriminación en su entorno familiar, laboral y social”, afirma Florentino Pérez Raya, presidente del Consejo General de Enfermería.

Y es ahí, en el entorno familiar, laboral y social donde se dan los casos más graves de este tipo de discriminación. Tomar conciencia por parte de las administraciones y poner el foco en este problema es fundamental para buscar soluciones. “Podemos ver en el día a día bastantes ejemplos de edadismo como cuando se trata a las personas de edad avanzada como si fueran niños y no fuesen capaces de tomar sus propias decisiones, utilizar términos peyorativos o, en los trabajos, no querer contratar cuando se acerca la etapa de jubilación a pesar de que pueden aportar mucho por su experiencia”, afirma Isabel Jordán, vocal de la Asociación Española de Enfermería de Salud Mental (Aeesme), que subraya que “ejemplos como este lo que hacen es minar la autoestima de las personas”.

Familia

Tal y como apunta Maite Soy, enfermera y profesora del Instituto Superior de Formación Sanitaria (ISFOS), “la familia, que debería ser la cuidadora y protectora del anciano por excelencia, se convierte en ocasiones en fuente de edadismo”. “Esta realidad se suele ocultar porque es difícil denunciar a alguien al que te une un vínculo afectivo y, de hecho, algunos estudios indican que un gran porcentaje de agresores son los hijos o cónyuges de las víctimas”, explica Soy.

La enfermera también constata que “los agresores pueden serlo sin percibirlo como tal y esto es debido a que hayan normalizado este comportamiento maltratante”. Es en este punto cuando la formación e información de la sociedad cobra más importancia que nunca. “Este es un papel fundamental de las enfermeras en todas las etapas. Debemos aprender la manera de expresarnos ante una persona mayor. Tener mayor edad no quiere decir que seamos menos capaces de hacer algo; debemos escucharlos el tiempo que necesiten y con total naturalidad y normalidad”, destaca Pilar Lekuona, vocal del CGE en representación de la especialidad de Geriatría.

Etapas

Al final, caer en estereotipos supone una lacra para aquellos que sufren edadismo que, además, no sólo se produce en las etapas más avanzadas de la vida, sino que puede darse en edades más tempranas en lugares como el trabajo o en la rutina diaria. Por ejemplo, pensar que alguien a partir de los 50 años no puede correr una maratón o que alguien a partir de 40 no debería estar en un bar tomando algo. Pensamientos basados en tópicos que se deben desterrar con educación y cambios en políticas y leyes para poner freno a esta discriminación, que, además, afecta enormemente a la salud mental de los que la sufren. “Los estereotipos negativos sobre la edad pueden aumentar el estrés. La imagen desfavorable que tienen las personas de sí mismas por motivos de edad suele predecir peores comportamientos en cuanto al cuidado de su salud. De hecho, el edadismo se asocia con una peor salud física y mental, un mayor aislamiento social, una mayor inseguridad financiera y una menor calidad de vida, lo que produce mayores tasas de muerte prematura”, apunta Uxua Lazkanotegi, vocal de Aeesme. Ella misma critica que, en una sociedad donde la productividad prima por encima de todo, en ocasiones no se da valor a lo mucho que las personas pueden aportar con su experiencia, conocimiento y perspectiva de la realidad.

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Visibilidad

Por su parte, Mª del Mar García, vocal del CGE en representación de la especialidad de Salud Mental, insta a trabajar para “hacer visible el edadismo, que se implanten medidas para luchar contra él, combatiéndolo con estrategias en la política y la legislación porque sólo así caminaremos hacia un envejecimiento saludable”.

Tal y como explica García, “las enfermeras especialistas debemos trabajar en varios frentes contra esta discriminación”. “A nivel personal, hay que empoderar al mayor para incrementar su potencial para una vida autónoma y satisfactoria; en el mercado laboral, tenemos que hacer visible la experiencia que se adquiere con el paso de los años, promoviendo políticas con esquemas de jubilación flexibles; en el ámbito económico, se puede informar de cómo buscar salidas que le ayuden a mejorar su economía. Con respecto a la salud, hay que educar para evitar el aislamiento, la pérdida de autoestima e, incluso, la depresión; la familia también debe trabajar y contar con las personas mayores para no hacerles sentir inútiles. Por último, es necesario actuar contra los estereotipos a nivel social y, a nivel de pareja, cortar clichés como que la sexualidad y el amor son innecesarios en las personas mayores”, enumera la enfermera.

Machismo

Pensar que un futbolista con 38 años está desfasado, que una nadadora con 35 ya no puede dar más de sí o que una actriz con 40 ya sólo puede tener papeles secundarios y no protagonistas es edadismo. También lo es retirar del informativo principal de una cadena a una presentadora porque ‘se está haciendo mayor’, prejubilar a una ejecutiva para dar paso a ‘nuevas generaciones’ o considerar que una mujer mayor ya no puede ser alcaldesa de una ciudad por su edad. Y es aquí, en situaciones como estas, cuando el edadismo entra en simbiosis con el machismo. Dos maneras de discriminar que se unen contra una parte de la sociedad por el hecho de ser mujer y, además, por su edad.

Aunque afecta tanto a hombres como mujeres, estas últimas sufren las consecuencias de esta discriminación de una manera mucho más clara y ofensiva. Ya lo decía la escritora Susan Sontag en 1979: “Mientras los hombres maduran, las mujeres envejecen”. Y ahora, 42 años después de esta cita, la frase sigue igual de vigente. “Es un fenómeno estructural que la sociedad debe abordar porque nos afecta a todos y no tan a largo plazo. En las sociedades patriarcales, este abordaje requiere mayor esfuerzo y compromiso si la persona mayor es mujer”, afirma Maite Soy.

Protección

La también autora de Historias de una orquesta desafinada, un libro sobre el maltrato a los mayores, apunta a que “invisibilizar la discriminación por edad no nos exonera si la percibimos y, mirando para otro lado, no hacemos nada al respecto. “La protección a la víctima pasa por erradicar el argumento del ‘no nos incumbe’ y actuar corrigiendo a los agresores a fin de prevenir más acciones dañinas”, recalca Soy.

En cuanto a la perspectiva de género que debe tener el abordaje del edadismo, Mª del Mar García resalta la necesidad de utilizar todos los medios disponibles para hacer ver a la sociedad que, por ejemplo, “el acceso a un puesto de trabajo ha de estar relacionado con la capacidad de llevarlo a cabo y no por la apariencia física”. En esta misma línea se encuentra Isabel Jordán, que expone la necesidad de que “las mujeres de edad avanzada tengan las necesidades más básicas cubiertas, pero también tengan un tejido rico social”.En definitiva, las administraciones y la sociedad en general deben conocer y reconocer que existe esta problemática, abordarla y trabajar unidos para afrontar este tipo de discriminación, muy normalizada, pero que afecta enormemente a quien la padece. Y una vez más, las enfermeras estarán al frente para educar a la población porque, al final, no hay que olvidarse de que la edad avanza para todos y todas. Acabar con la discriminación en el presente ayudará a no vivirla uno mismo en el futuro.