ÁNGEL M. GREGORIS.- Catorce islas unidas por 57 puentes componen la ciudad de Estocolmo, una de las urbes más complicadas de recorrer para los que tienen poca orientación. Su entramado de islas hace tan fácil perderse como reconocer el barrio en el que estás por el contraste entre unos y otros. Bien es cierto que Estocolmo no es de esas ciudades en las que hay una serie de monumentos y hay que verlos obligatoriamente. La capital de Suecia es todo lo contrario a esto. Para conocerla hay que pasear, observar y admirar su arquitectura, sus estrechas calles y sus cuidados comercios. Y sí, obviamente, también
hay que ir a sitios clave sin los que la visita no estaría completa, pero lo más importante se encuentra caminando.
El Gamla Stan, o casco antiguo, aloja los rincones con más encanto de la ciudad, callejuelas empedradas al estilo medieval recorren esta zona que alberga edificios tan importantes como el Museo Nobel o el Palacio Real. El museo, que abrió en 2001 para conmemorar el centenario de los Premio Nobel, expone los laureados del galardón y sus trabajos, consiguiendo así mostrar la evolución de la ciencia en todo este tiempo. El Palacio, por su parte, es la residencia oficial de la monarquía sueca y uno de los mayores palacios reales del mundo que sigue usándose con su propósito inicial, albergar a los reyes. Una vez allí hay que aprovechar para ver el cambio de guardia y el desfile que se realiza diariamente. A pesar de que no es tan espectacular como el del Palacio de Buckingham, de Londres, también es muy vistoso.
Callejones
Y muy cerca de este gran palacio se encuentran dos curiosidades de la ciudad. En primer lugar, la calle más estrecha de Estocolmo, Marten Trotzigs Gränd, en la que con menos de un metro de distancia se pueden tocar las dos paredes a la vez, y después, en la plaza de Köpmanbrinken se ubica una réplica de la escultura de madera de San Jorge y el Dragón, que realizó el artista Bernt Notke y se expone en la catedral.
En la isla de Kungsholmen se halla uno de los emblemas de la ciudad, el Ayuntamiento. En este edificio, además de llevarse a cabo las funciones propias del consistorio, se celebra el famosísimo banquete de entrega de los Premios Nobel. Además, cuenta con uno de los mejores miradores de Estocolmo, ya que la torre está abierta al público para quien quiera subir, previo pago de 50 coronas suecas, claro está. Gracias a esta visita se puede obtener otra visión panorámica a más de 100 metros de altura.
Ya a las afueras del centro histórico, en la en la isla de Djurgården, se puede y se debe visitar el Museo Vasa. Este museo tiene un único objetivo y es enseñar el buque de guerra Vasa, que se hundió el mismo día que fue botado, en 1628. 333 años después, en 1961, se logró llevar a la superficie el naufragio y en 1990 se inauguró el museo. Desde entonces se ha convertido en el museo más visitado de Escandinavia y, por este motivo, se hizo una ampliación en 2011 para completar la colección y exponer más piezas del barco.
Eurovisión
Siguiendo con los museos, sin duda, el más llamativo es el dedicado a Abba. A través de juegos de baile y canto, los visitantes pueden hacer un recorrido por la historia del que fue, es y será durante muchos años el grupo más exitoso que tendrá Suecia. Para hacer más completa la visita, el museo acoge desde el pasado mes de mayo la exposición ‘Good evening Europe’, con la que se conmemora el 60 aniversario de Eurovisión y en la que se exponen algunos de los vestuarios más impactantes que han pasado por el festival. Un día después del último certamen, que se celebró en esta misma ciudad el pasado 14 de mayo, la exposición ya contaba con el vestido azul de la ganadora de 2016, Jamala.

Los vestidos que lucieron los integrantes de ABBA en el Festival de Eurovisión de 1974. Imagen: David Cubero
Por ponerle una pega, hay que decir que lo peor de Estocolmo son los horarios. A las siete de la tarde las calles empiezan a vaciarse y el habitual frio sueco hace que no apetezca mucho quedarse fuera de casa. La vida nocturna existe, pero, sin ninguna duda, no tiene nada que ver con la que se conoce en España. Por el contrario, sí hay mucha tradición de cafeterías en la ciudad. Son un lugar clave de reunión y de resguardo, en el que uno se puede relajar tras una tarde intensa de turismo, mientras se toma un café y un trozo de tarta casera.
En definitiva, Estocolmo es una ciudad bonita, sí, pero no termina de destacar por encima de otras capitales europeas como Madrid, Londres, París o Berlín.
estimado amigo quisiera enviar un articulo cientifico para que sea visto en estocolmo que me recomienda hacer