ÁNGEL M. GREGORIS.- Siempre se ha dicho que dos personas pensando son mejor que una sola, pero también es cierto que dos cabezas pueden chocar y cuando los recursos son escasos, la competencia es más atractiva que la colaboración. En este sentido, una de las preguntas más recurrentes de los biólogos es cómo evolucionan las sociedades civiles “Uno pensaría que, si emparejas a individuos similares de una sola especie, su función sería redundante porque, en todo caso, debería haber competencia entre ellos”, afirma Daniel Kronauer, profesor asociado de Stanley S. y Sydney R. Shuman. Sin embargo, en un estudio reciente publicado en Nature, Kronauer ha mostrado como la vida grupal puede tener beneficios inmediatos, incluso entre individuos genéticamente idénticos.
Durante un período de 45 días, el equipo de Kronauer monitorizó hormigas clónicas en grupos de 1 a 16 individuos. Observaron que los grupos más grandes producían más crías y experimentaban una mayor estabilidad que los grupos más pequeños. Asimismo, también vieron que los grupos más grandes exhibieron una mayor división del trabajo a pesar de que las hormigas eran extremadamente similares, la vida en grupo de alguna manera llevó a los insectos a especializarse en tareas particulares.
Sin embargo, la especialización no es la única ventaja de vivir en un grupo. Al desarrollar un modelo matemático, los investigadores pudieron determinar, entre otras cosas, que el aumento en el tamaño del grupo condujo a una mayor estabilidad, independientemente de si las hormigas dividieron sus responsabilidades.
Los resultados tanto de las observaciones de las hormigas como del modelo indican que los individuos se benefician de la vida grupal incluso cuando esos grupos son bastante pequeños, un hallazgo que tiene implicaciones significativas para comprender la evolución del comportamiento social.
«Es fácil ver cómo las personas trabajan juntas en sociedades más complejas porque tienen roles distintos. Pero así no es como comenzaron las sociedades de insectos», dice Kronauer. «Esta investigación muestra que las sociedades pueden tener una ventaja evolutiva sobre las personas que viven solas, lo que proporciona un trampolín para comprender cómo las sociedades complejas evolucionaron a partir de animales solitarios», apunta.