IRENE BALLESTEROS.- Cuando hablamos del ictus automáticamente pensamos en una persona de edad avanzada o alguien con un estilo de vida poco saludable. De hecho, cada vez son más las informaciones acerca de esta alteración del cerebro que afecta a 110.000 personas en España cada año. Esto se produce hasta tal punto que hoy en día todos sabemos qué famosos han sufrido un ictus y también que cada día contamos con más personas que lo experimentan y que terminan con complicaciones de por vida en el mejor de los casos. Sin embargo, pocos saben cómo detectarlo y cómo actuar ante una situación como esta, de hecho, tal y como indica la Sociedad Española de Neurología (SEN) sólo el 50% de la población sabe reconocer los síntomas. E incluso menos saben que esta alteración puede sufrirla cualquier persona, incluso los más jóvenes, donde la prevalencia va en aumento llegando al 10% de casos en personas jóvenes y de mediana edad.
El ictus es un accidente cerebrovascular y uno de los motivos de asistencia neurológica urgente que supone una de las causas más importantes de incapacidad permanente y la primera causa de muerte en mujeres y la segunda en hombres. Lo sorprendente de esta alteración es que cada vez son más los jóvenes y adultos de mediana edad que la experimentan. Saber detectar a tiempo los signos que hacen saltar las alarmas puede marcar notablemente la diferencia, ya que cada minuto que pasa, las posibilidades de recuperación se van reduciendo. Sin embargo, los jóvenes, por encontrarse en un grupo de edad en el que se consideran “exentos” de este tipo de patologías, no se informan y desconocen que ellos también pueden ser víctimas de un ictus que condicione toda su vida o que acabe con ella en cuestión de segundos. “De siempre se ha visto el ictus como una enfermedad que afecta a las personas mayores y el problema es que se sigue viendo así. Cuando una persona joven tiene un ictus, él mismo y la familia y amigos nos dicen que no sabían que alguien de esa edad pudiera tenerlo”, afirma María Rosa Herrero, enfermera neurológica de la Unidad de Ictus en el Hospital Clínico San Carlos de Madrid y coordinadora del grupo de estudio neurovascular de la Sociedad Española de Enfermería Neurológica (SEDENE).
Hábitos
Una mala alimentación, el aumento de la obesidad, un consumo de sustancias tóxicas desde edades tempranas o una situación de estrés constante son algunas de las causas que pueden desencadenar un ictus en una persona joven. Pero también se pueden producir otros factores que no podemos controlar, ya que “a partir de los 40 años todos tenemos arterioesclerosis que también es otro factor de riesgo. Las enfermedades cardiológicas, como el foramen oval permeable, las malformaciones como aneurisma y malformaciones arteriovenosas pueden producir también hemorragias cerebrales en personas jóvenes”, continúa la enfermera.
A pesar de que en numerosos estudios ya se exponen las causas que pueden provocar un ictus en personas jóvenes, y teniendo en cuenta que sufrir esta alteración está en aumento entre este rango de la población, lo cierto es que los jóvenes siguen sin ser conscientes de la gravedad de esta patología, por lo que no sienten la necesidad de informarse sobre ello. En este momento es donde el papel de las enfermeras, como agentes promotores de la salud, entra en juego cargadas de conocimientos y formación para lograr una mayor supervivencia y recuperación. “Las enfermeras somos las encargadas de la promoción de la salud para que las personas adquieran hábitos de vida saludables, buena alimentación, abandono de hábitos tóxicos, además de las encargadas de detectar estados de ansiedad y poder derivar a las personas a los especialistas. Después de todo, somos las que más contacto tenemos con las personas en consultas, hospitalización, domicilio, en todos los niveles asistenciales”, sigue Herrero.
A pesar del gran acceso a la información que existe en la actualidad, la cantidad de noticias e investigaciones publicadas en torno al ictus sigue existiendo una gran falta de conocimiento por parte de la población sobre cómo detectar y actuar ante un ictus. “Hay mucha falta de divulgación en medios de comunicación y redes sociales por parte de enfermeras de los cuidados que se pueden hacer para prevención del ictus. Al fin y al cabo, son cuidados y nosotras somos las profesionales responsables y expertas en esos cuidados. Además, nuestra cercanía y nuestro lenguaje asequible y entendible nos da mayor posibilidad de llegar a la población. Yo siempre digo que nosotras somos las traductoras del lenguaje demasiado científico”, prosigue la enfermera neurológica.
Educación para la salud
Contar con programas en educación para la salud donde el ictus sea el protagonista o acercar estos conocimientos a la población resulta imprescindible para disminuir la mortalidad. De hecho, el acceso a esta formación podría prevenir el 90% de los casos, tal y como indican desde la Sociedad Española de Neurología (SEN). Las enfermeras, como profesionales de los cuidados, son las responsables de implementar medidas que permitan disminuir la incidencia en jóvenes, fomentar la neurorehabilitación, mejorar su estudio y prevenir su recurrencia mediante la promoción y prevención de la salud. “Cuando un paciente tiene un ictus, desde el minuto cero la enfermera debe dar no sólo los cuidados en fase aguda, sino también integrar al paciente y la familia en el proceso; es decir, ir enseñándoles herramientas y conocimientos para afrontar esa nueva vida después del ictus. Enseñarles a comer, a vestirse, a no caerse, a cómo orientarse o cómo hablarles. Prevenir complicaciones que incluso pueden aumentar la mortalidad como evitar neumonías por aspiración también es intervención enfermera, además de la detección precoz y saber actuar ante complicaciones que pueden empeorar el pronóstico y aumentar las secuelas si no se detectan a tiempo”, subraya la enfermera.

María Rosa Herrero, coordinadora del grupo de estudio neurovascular de SEDENE.
En este contexto la formación y la educación en salud es la única salida que tienen los jóvenes y las personas de mediana edad para evitar caer en la creencia de que el ictus sólo se produce en la senectud y es la única vía para aprender a prevenir y actuar frente a una situación de riesgo mortal como es esta. “Si podemos dar una buena educación sanitaria al paciente con ictus, conseguimos la mayor autonomía posible del paciente y hay más posibilidad de lograr la vuelta e integración en su domicilio, que es nuestro objetivo como enfermeras. Sería importante conseguir una continuidad con primaria, para ello creo que se podrían crear planes de formación conjuntos para que el paciente no se sienta tan desprotegido, ya que muchos manifiestan muchas veces su temor al irse a casa porque no saben qué les va a pasar y dónde acudir si tienen dudas”, comenta María Rosa Herrero.
Gracias a la promoción en salud realizada por la enfermería, el adulto joven empezará a comprender que el ictus es cosa de todos y que advertir los cambios que se están produciendo en su tendencia es imprescindible. “El impacto del ictus a edad temprana tiene un enorme efecto sobre la carga global de la enfermedad debido a una mayor pérdida de productividad y mayores gastos en cuidados a través del tiempo, por lo tanto, es urgente tomar medidas para hacer frente a esta alarmante tendencia. Con el apoyo gubernamental suficiente serían necesarias estrategias y campañas en salud dirigidas a la población más joven para hacer frente a los factores de riesgo causales y así promocionar estilos de vida y dietas saludables”, afirman desde la Sociedad Española de Neurología en uno de sus artículos de investigación” Cambiando la idea del ictus como una enfermedad propia de la senectud”, concluye un estudio publicado por SEN titulado «Cambiando la idea del ictus como una enfermedad propia de la senectud».
Un Comentario
Iñigo
Vamos ver ¿ahora las condiciones biopsicosociales no son las mismas que hace uno o dos años?. ¿Qué varianle nueva ha nacido entre la población?. La «vacunación» covid. Las condiciones de alimentación, drogas, botellón, etc. son las mismas. ¿Entonces?. Pensemos con libertad y no con condicionamiento de pensamiento único