ÁNGEL M. GREGORIS.- Fracturas, traumatismos, cefaleas, contracturas, espasmos musculares, dolores articulares… Estos son sólo algunos de los problemas que se pueden tratar con frío y calor para disminuir el dolor de los pacientes y conseguir así una pronta recuperación.
En el Hospital Quirónsalud de Pozuelo de Alarcón (Madrid) han llevado a cabo un protocolo del Manejo del dolor para unificar criterios a la hora de aplicar todos los tratamientos. Entre ellos, los no farmacológicos como el frío y calor pueden beneficiar de manera muy grata a los usuarios. En este sentido, son las enfermeras las que se encargan de llevar a cabo estas prácticas. “Debemos explicar al paciente el tratamiento que se le va a realizar y darle la importancia que tiene porque muchas veces pueden pensar que al ser no farmacológico no le estamos dando suficiente importancia a su dolor. Tenemos que explicarles cuál es el funcionamiento y cómo lo vamos a hacer”, afirma Yolanda Esperanza, supervisora de UCI de Urgencias del hospital madrileño.
Tanto el frío como el calor tienen distinta función a la hora de tratar el dolor. En el caso del frío, estaría indicado para pacientes que tuvieran inflamación articular por traumatismos, fracturas y también para cefaleas o para prevenir la aparición de hematomas. Por su parte, el calor se utiliza para dolores articulares no relacionados con traumatismo, contracturas y espasmos musculares, así como para acelerar el drenaje de procesos infecciosos y de abscesos.
En ambos casos, es importante no usar este método sobre heridas o hemorragias para evitar complicaciones. “Tanto si ponemos frío seco o húmero o calor seco o húmedo, lo más importante es proteger la piel y no aplicarlo directamente. También hay que evitar ponerlo de forma continuada, hay que hacerlo 15 o 20 minutos en intervalos de por lo menos dos horas”, considera Yolanda Peral, supervisora de Hospitalización del centro.
Aunque su función principal es disminuir el dolor al paciente, aplicando en las zonas adecuadas y el tiempo adecuado. Las enfermeras recuerdan que no se debe utilizar como sustitutivo del tratamiento farmacológico. “Es un tratamiento coadyuvante y por supuesto no puede ser sustitutivo de los medicamentos, sólo debe ayudar a la mejora del paciente”, apunta Peral.