ÁNGEL M. GREGORIS.- Una escuela hipersecreta del cuerpo de seguridad ruso en la que un grupo de mujeres elegidas por distintos motivos se forman para ser espías y aprender a seducir a los enemigos del Estado es el leitmotiv de Gorrión Rojo, la nueva película de Francis Lawrence, director de Soy leyenda, Agua para elefantes y las tres últimas entregas de Los juegos del hambre, entre otras.
Protagonizada por la archipremiada y famosísima Jennifer Lawrence, la cinta cuenta la historia de Dominika Egorova, una importante bailarina de ballet que ve truncada su carrera en la danza y se ve obligada a convertirse en ‘gorrión rojo’ para que el gobierno siga pagándole la medicación de su madre enferma. Un trabajo que llevará a Egorova a enfrentarse a las situaciones más difíciles de su vida y que le irá labrando un camino complicado y lleno de obstáculos para superar.
Mujeres entrenadas para sacar información y maltratadas cuando ya no sirven para su cometido. Así son los “gorriones” y así deben entenderlo ellas. Su primera misión la acerca hasta Nate Nash, un funcionario de la CIA, que intenta proteger a uno de los topos más importantes y necesarios para los Estados Unidos.
Carrera meteórica
Lawrence, la actriz, consigue con su interpretación que los espectadores quieran saber, conocer y ayudarla, y mantiene el ritmo con una interpretación brillante. Ya lo viene demostrando en sus últimos papeles protagonistas y es que la de Kentucky no consiguió su primer Oscar por casualidad, sino porque avanza a pasos agigantados hacia el olimpo del cine y se ha consagrado ya como una de las actrices más importantes de los últimos años, abriéndose paso en un mundo dominado mayoritariamente por hombres.
Con sólo 22 años se alzó con la estatuilla dorada, con 24 logró entrar en el libro Guinness de los Récords como la heroína más taquillera de la historia por su interpretación de Katniss Everdeen en la saga de Los juegos del hambre y ahora, con 27, ya tiene en su estantería los premios más prestigiosos del séptimo arte. Jennifer es una todoterreno durante las dos horas y 20 minutos que dura la acción. Lo vuelve a demostrar en la cinta de espías a la que, por poner alguna pega, le sobran unos 20 minutos. A veces, cuando algo está bien no es necesario estirar el chicle hasta que se rompa porque se corre el riesgo de que los espectadores pierdan la atención. Aun así, esto no llega a ocurrir con Gorrión rojo, que si algunas escenas podrían habérselas ahorrado, la tensión y las ganas por conocer el final hacen que a nadie se le cierren los ojos.